V DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA TRANSFERIDO
Comentario al Evangelio
de la Catena Aurea de santo Tomás de Aquino.
24-30
Otra parábola les propuso diciendo: "Semejante es
el reino de los cielos a un hombre que sembró buena simiente en un campo. Y
mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del
trigo y se fue. Y después creció la yerba e hizo fruto, apareció también
entonces la cizaña. Y llegando los siervos del padre de familias le dijeron:
Señor, ¿por ventura no sembraste buena simiente en tu campo? ¿Pues de dónde
tiene cizaña? Y les dijo: hombre enemigo ha hecho esto. Y le dijeron los
siervos: ¿Quieres que vayamos y la cojamos? No, les respondió; no sea que
cogiendo la cizaña arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer lo uno y
lo otro hasta la siega, y en el tiempo de la siega diré a los segadores: Coged
primeramente la cizaña y atadla en manojos para quemarla; mas el trigo
recogedlo en mi granero". (vv. 24-30)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
El Señor
habló en la parábola anterior de aquellos que no reciben la palabra de Dios, y
ahora habla de aquellos que la reciben alterada, porque es propio del demonio
mezclar el error con la verdad. Por eso sigue: "Otra parábola les
propuso", etc.
San Jerónimo
Les propuso
otra parábola, a la manera de un rico que sirve distintos manjares a sus
convidados, a fin de que tome cada uno el que es más a propósito para su
estómago. Y no dijo la otra, sino otra, porque si hubiera dicho la otra, no
podríamos esperar otra tercera; y dijo otra, para manifestar que seguirían
otras muchas. El sentido de la parábola lo manifiesta el Señor cuando añade:
"Semejante es el reino de los cielos a un hombre que sembró buena
simiente", etc.
Remigio
Llama reino
de los cielos al mismo Hijo de Dios, y dice que este reino es semejante a un
hombre que sembró buena simiente en su campo.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
Nos presenta
en seguida los lazos del demonio diciendo: "Y mientras dormían los
hombres, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo y se fue". Con
estas palabras nos hace ver que el error viene después de la verdad, cosa
demostrada por la experiencia. Así, después de los profetas vinieron los falsos
profetas; después de los Apóstoles los falsos apóstoles; y después de Cristo el
Anticristo. Porque no se esfuerza el diablo en tentar a quien no lo ha de
imitar ni a quien no puede tender sus lazos, porque ha visto que la simiente
fructifica, a veces como ciento, otras como sesenta, y otras como treinta, y
que no puede él arrebatar ni sofocar la que tiene buenas raíces, y por eso se
vale de otro engaño, confundiendo su propia simiente y revistiendo sus obras
con colores y semejanzas que sorprenden al que se deja engañar con facilidad.
Por eso no dice el Señor que siembra una simiente cualquiera, sino la cizaña,
que es muy parecida, al menos a la vista, a la simiente del sembrador: tal es
la malicia del diablo; siembra cuando han nacido las simientes, para de esta
manera causar más daños a los intereses del agricultor.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 11
Y dice:
"Mientras dormían los hombres" porque cuando los jefes de la Iglesia
obran con negligencia, o cuando los apóstoles son visitados por el sueño de la
muerte, viene el diablo y siembra sobre aquellos a quienes el Señor llama hijos
malos. Pero se pregunta ahora: ¿son éstos los herejes o los malos católicos?.
Porque manifestándonos que están sembrados en medio del trigo parece significar
que son todos de una misma comunión. Pero sin embargo, como en la
interpretación de la palabra campo no se significa a la Iglesia, sino a todo el
mundo, se comprende que habla de los herejes, que se hallan mezclados en este
mundo con los buenos. De aquí es que a los que son malos pero tienen la misma
fe se les llama paja mejor que cizaña. La paja, efectivamente, tiene la misma
raíz y fundamento que el grano. En cuanto a los cismáticos, parece que tienen
más semejanza con las espigas podridas, o con las pajas de aristas rotas y
divididas que se arrojan de la mies. Pero no se debe sacar de aquí la
consecuencia de que los herejes y cismáticos son forzosamente separados de la
Iglesia corporalmente, porque hay muchos en el seno de la Iglesia que no
defienden su error de manera que puedan atraer al pueblo. Porque si lo hicieren
así, entonces serían expulsados en seguida de la Iglesia. ( Y más abajo):
Cuando el diablo con sus detestables errores y falsas doctrinas ha sembrado la
cizaña (esto es, ha arrojado las herejías valiéndose del nombre de Cristo) se
oculta con más cuidado y se hace más invisible; y esto es lo que significa:
"Y se fue". Se comprende, pues, que el Señor significó en esta
parábola con la palabra cizaña (como terminó en la exposición) no algunos
escándalos, sino todos los escándalos, y a aquellos que cometen ciertas
maldades.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
En las
siguientes líneas describe perfectamente la marcha de los herejes: "Y
después que creció la yerba e hizo fruto, apareció entonces la cizaña". Al
principio los herejes no dan la cara, pero cuando tienen más libertad y algunos
otros participan de su error, entonces vierten su veneno.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 12
O de otra
manera, cuando el hombre espiritual empieza a juzgar todas las cosas, entonces
comienzan a aparecer los errores, y distingue cuánto dista de la verdad lo que
ha oído o leído. Pero mientras llega a la perfección espiritual, puede ser
envuelto en la multitud de errores que se han propalado con el nombre de
Cristo. Por eso sigue: "Y llegando los siervos del padre de familia, le
dijeron: Señor, ¿por ventura no sembraste buena simiente en tu campo? ¿Pues de
dónde tiene cizaña?" Ocurre preguntar aquí quiénes son esos siervos: si
son los siervos aquellos a quienes después llama segadores, o si son los
ángeles, a quienes en la explicación que él nos ha dado de esta parábola llama
también segadores; pero que nadie se atreve a afirmar que los ángeles no
tuvieron conocimiento del que sembró la cizaña; por consiguiente deben
entenderse por siervos los mismo fieles a quienes no nos debe admirar los llame
además buena simiente, porque se puede expresar una misma cosa con diferentes
nombres, según la relación con que se la considere; el mismo Salvador es
llamado en un mismo Evangelio ( Jn 10) a la vez " puerta y pastor".
Remigio
Se llegan a
Dios, no con el cuerpo, sino con el corazón y el deseo del alma. De esta manera
comprenden que todo se hizo por astucia del diablo y por eso les dice:
"Hombre enemigo ha hecho esto".
San Jerónimo
Llama al
diablo hombre enemigo porque no es Dios. Y así se dice de él en el Salmo 9:
"Levántate, Señor, para que no tome fuerzas el hombre" ( Sal 9,20).
Por esta razón no debe dormirse el que está al frente de la Iglesia, no sea que
por descuido suyo siembre el hombre enemigo la cizaña, esto es, las
afirmaciones heréticas.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
Y se llama
enemigo a causa de los perjuicios que causa al hombre, porque siempre nos está
maltratando, aunque no sea el origen de su tratamiento la enemistad que nos
tiene, sino la que profesa a Dios.
San Agustín. quaestiones evangeliorum, 12
Al conocer
los siervos de Dios que el diablo, sintiendo que nada podía hacer contra el
autor de tan gran nombre, ha tramado un fraude para ocultar sus mentiras bajo
el mismo nombre, puede presentárseles el deseo, en la medida que tengan algún
poder temporal, de apartar a los hombres de las cosas mundanas. Pero para saber
que deben hacer consultan antes a la justicia de Dios. De donde sigue:
"¿Quieres que vayamos y la cojamos?".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
Debemos admirar en este pasaje la solicitud y el amor de los siervos: se apresuran a arrancar la cizaña, lo que prueba la solicitud por su simiente, y no tratan de que se castigue a nadie sino de que no muera la buena simiente.
La respuesta
del Señor es la siguiente: "Y les dijo: no".
San Jerónimo
Hay
ocasiones para hacer penitencia; y se nos aconseja que no hagamos perecer en
seguida a nuestros hermanos; porque puede ocurrir que alguno esté hoy manchado
con algún dogma herético, mañana se arrepienta y comience a defender la verdad:
"No sea que cogiendo la cizaña, arranquéis también el trigo".
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 12
Palabras que
no pueden menos que engendrar en ellos una paciencia y una tranquilidad
grandísima. La razón de esta parábola es, que los que son buenos, pero que aun
están débiles, necesitan de esta mezcla con los malos, ya para adquirir
fortaleza con el ejercicio, ya para que comparando los unos con los otros se
estimulen a ser mejores. O también se arrancan al mismo tiempo el trigo y la
cizaña, porque hay muchos que al principio son cizaña y después se hacen trigo.
Si a éstos no se les sufre con paciencia cuando son malos, no se consigue el
que muden de costumbres; y si fuesen arrancados en ese estado, se arrancaría al
mismo tiempo lo que con el tiempo y el perdón hubiera sido trigo. Por eso nos
previene el Señor que no hagamos desaparecer de esta vida a esa clase de
hombres, no sea que por quitar la vida a los malos se la quitemos a los que
quizá hubieran sido buenos, o perjudiquemos a los buenos, a quienes, a pesar
suyo, pueden ser útiles. El momento oportuno de quitarles la vida será cuando
ya no les quede tiempo para mudar de vida, y el contraste de sus errores con la
verdad no pueda ser útil a los buenos: "Dejad crecer lo uno y lo otro
hasta la siega", esto es, hasta el juicio.
San Jerónimo
Pero parece
que esta doctrina contradice a aquel precepto: "Quitad el mal de entre
vosotros" ( 1Cor 5,13); porque efectivamente si se prohibe arrancar la
cizaña, y se manda conservarla hasta la siega, ¿de qué modo se han de quitar de
entre nosotros ciertos hombres? Pero no hay o es muy poca la diferencia entre
el trigo y la cizaña, llamada vulgarmente vallico, que cuando aun está en
estado de yerba y su tallo no está coronado de espiga, es muy parecida al
trigo. Por esta razón nos advierte el Señor que no demos nuestro dictamen sin
un examen detenido sobre cosas dudosas, sino que las dejemos a juicio de Dios,
a fin de que arroje el Señor en el día del juicio de entre los santos, no a los
criminales sospechosos sino a los que entonces serán bien manifiestos.
San Agustín, contra epistulam Parmeniani, 3,2
Cuando algún
cristiano hubiera sido cogido en el seno de la Iglesia en algún pecado digno de
ser anatematizado, anatematícese en donde no haya peligro de dar lugar al
cisma, y hágase con amor a fin de no arrancarlo, sino de corregirlo. Pero si él
no se reconociere y ni se corrigiere con la penitencia, él mismo se saldrá
fuera y será separado de la comunión de la Iglesia por su propia voluntad. Por
eso el Señor al decir: "Dejad crecer lo uno y lo otro hasta la
siega", da la razón en las palabras siguientes: "No sea que cogiendo
la cizaña arranquéis también el trigo". Donde manifiesta claramente, que
cuando no hay ese peligro y hay completa seguridad de la permanencia de la
simiente (esto es, cuando el crimen es tan conocido y detestado de todos, que
no hay absolutamente nadie, o si hay alguno que se atreva a defenderlo, es tan
poco notable que no puede dar lugar al cisma), no debe descuidarse la severidad
de la disciplina, en la que es tanto más eficaz la corrección del mal cuanto
más se respetan las leyes de la caridad. Pero cuando el mal ha gangrenado a la
multitud, no queda más remedio que el sentir y gemir. De ahí es que debe el
hombre corregir con amor aquello que pueda, y lo que no pueda, sufrirlo con
paciencia y gemir y llorar hasta que la corrección venga de lo alto, y esperar
hasta la siega el arrancar la cizaña y el aventar la paja. Cuando se puede
levantar la voz en medio de un pueblo, debe hacerse la corrección de las
desmoralizadas turbas con expresiones generales, principalmente si nos ofrece
la ocasión y la oportunidad algún castigo del cielo enviado por Dios, de
hacerles ver que son castigados cual merecen; porque las calamidades públicas
vuelven dóciles los oídos de aquellos que escuchan las palabras del que los
corrige y excitan más fácilmente a los corazones afligidos a confesarse
gimiendo que a resistirse murmurando. Y aunque no exista calamidad pública, se
puede, siempre que se habla en público, corregir a la multitud en medio de la
multitud. Porque así como se enfurece cuando se habla en particular, así
también suele gemir cuando se la reprende en general.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,1-2
Dijo el
Señor todo esto para prohibir las muertes. No convenía quitar la vida a los
herejes, porque de esta manera se trabaría una lucha sin piedad en todo el mundo.
Por eso dice: "No la arranquéis al mismo tiempo que el trigo", es
decir, si empuñáis las armas, y quitáis la vida a los herejes, vuestros golpes
alcanzarán necesariamente a multitud de santos. No prohibe, pues, el Señor, el
contener a los herejes, el atajar la libre propaganda de sus errores, sus
sínodos y sus reuniones, sino el destruirlos y quitarles la vida.
San Agustín, epístolas, 93,17
En un
principio yo era de la opinión de no obligar a nadie a entrar en la unidad de
Cristo, a obrar con la palabra, a combatir con la discusión, a vencer con la
razón, a fin de que no tengamos por católicos hipócritas a aquellos a quienes
hemos conocido como herejes marcados. Sin embargo, mi opinión era el no
combatir con palabras, sino el dominar con ejemplos. Las leyes terribles por
las que los reyes sirven a Dios con temblor de tal manera les fueron útiles,
que se vieron precisados a decir unos: desde luego era ésta nuestra voluntad,
pero damos mil gracias a Dios, que nos ha presentado la ocasión, y nos ha quitado
todo pretexto para diferirla. Otros: sabíamos que ésta era la verdad, pero no
sabemos por qué costumbre nos deteníamos: mil gracias a Dios que ha roto
nuestras ligaduras. Otros: ignorábamos que fuera ésta la verdad, ni teníamos
deseo de aprenderla; pero el miedo nos ha hecho volver a ella: gracias a Dios
que nos despertó de nuestro letargo con el estímulo del terror. Otros dicen:
Nosotros teníamos miedo de entrar por los rumores falsos, que hubiéramos
desconocido ser falsos si no hubiéramos entrado, pero ni hubiéramos entrado,
sino a viva fuerza; gracias a Dios, que nos ha quitado nuestra perplejidad con
la persecución, nos ha enseñado por experiencia cuán sin fundamento y cuán
falsas son las voces que han extendido sobre su Iglesia. Otros dicen: nosotros
juzgábamos que no era cosa de interés el recibir la fe de Cristo, pero gracias
al Señor que ha hecho que concluya nuestra separación, nos ha unido a un solo
Dios, y nos ha manifestado la unidad del culto. Sirvan, pues, los reyes a
Cristo, y promulguen leyes en favor de Cristo.
San Agustín, epístolas, 185, 32 et 22
¿Quién de
vosotros no sólo deseará que perezcan los herejes, sino también el que
experimenten pérdidas? Pues no de otro modo mereció tener la paz la casa de
David, si no hubiese desaparecido su hijo Absalón en la guerra que hizo contra
su padre ( 2Sam 18), aun cuando este rey infortunado había recomendado a sus
servidores el mayor cuidado para que conservasen la vida de su hijo, en quien
su corazón de padre miraba sólo al arrepentimiento para perdonarlo. El por su
rebelión fue víctima de su resistencia, y al padre no le quedó más que
llorarlo, y consolar su dolor con la paz devuelta a sus estados. Así la Iglesia
católica nuestra madre, cuando atrae a su seno un gran número de hijos con la
pérdida de algunos otros, dulcifica y cura el dolor de su corazón maternal con
el espectáculo de los pueblos que ha salvado. ¿Dónde se funda, pues, lo que
algunos vociferan: "¿Uno es libre para creer o para no creer? ¿A quién
forzó Cristo? ¿A quién obligó?" Ahí tienen al Apóstol San Pablo.
Reconozcan en él a Cristo primero postrándolo, y después enseñándole; primero
hiriendo y después consolando ( Hch 9). Pero es cosa admirable, que aquel que
entró en el Evangelio obligado por un castigo corporal, trabajó más en el
Evangelio, que aquellos que fueron llamados sólo con la palabra ( 1Cor 15).
¿Por qué la Iglesia no obligará a sus hijos perdidos a volver, si esos mismos
hijos perdidos precisan a otros a perecer?
Sigue: "Y en el tiempo de la siega diré a los segadores: Coged primeramente la cizaña, y atadla en manojos para quemarla".
Remigio
Llama él
siega al tiempo en que se está segando. Y por siega se entiende el día del
juicio, en que los buenos serán separados de los malos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,2
¿Pero por
qué dice: coged primeramente la cizaña? A fin de que no crean los buenos que
juntamente con la cizaña se debe arrancar también el trigo.
San Jerónimo
Está bien
manifiesto en las palabras: "lanzad al fuego los manojos de cizaña y
reunid el trigo en los graneros", que los herejes, de cualquier clase que
sean, y también los hipócritas, serán quemados en los fuegos del infierno. Y
los santos (que es lo que se da a entender con la palabra trigo) serán
recibidos en los graneros, esto es, en las mansiones celestiales.
San Agustín, quaestiones euangeliorum, 1, 12
Se puede
preguntar: ¿por qué no dijo el Señor: haced un solo haz y un solo montón con la
cizaña? Sin duda para significar que había muchas clases de herejes, que
estaban separados no sólo del trigo, sino también unos de otros. Y por esto los
manojos figuran sus diferentes reuniones, en las que cada partido está unido
por su propia comunión, y entonces es cuando se debe principiar a atarlos para
prenderles fuego, puesto que entonces es cuando separados de la Iglesia
católica, principian a formar como unas iglesias propias. No serán quemados
hasta el fin de los tiempos pero quedarán atados en manojos. Pero si esto se verificase
en seguida, no habría muchos que hicieran penitencia y reconocieran su error y
volviesen a la Iglesia. Por esta razón no se formarán los manojos hasta el fin,
con objeto de que no sean castigados sin orden alguno, sino que lo será cada
uno conforme a su perversidad.
Rábano
Y es de notar que cuando dice: "Sembró buena simiente" significa la buena voluntad de los elegidos; y cuando dice: "Llegó el enemigo" quiso intimarnos la cautela que debíamos tener y en las palabras: "Creciendo la cizaña, el hombre enemigo hizo esto" nos recomendó la paciencia; y en aquellas otras: "No sea que cogiendo la cizaña" nos dio un ejemplo de discreción; y cuando añade: "Dejad crecer lo uno y lo otro hasta la siega" nos recomendó la longanimidad; y por último la justicia cuando dijo: "Atadla en manojos para quemarla", etc.