CONVERSACIÓN DEL ALMA
CON LA VIRGEN, SU MADRE,
ANTE SU GRUTA DE LOURDES
No siempre es fácil hablar de las cosas de nuestro interior, y más cuando la persona no está físicamente delante de nosotros para poderla ver. Algo similar nos pasa en la oración, pero superado este obstáculo, tomando conciencia de la presencia de Dios, el alma se eleva, y desde lo más íntimo es capaz de “tratar de amistad” con Dios, “estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama." La oración a la Virgen también tiene el mismo camino. Por eso, para ayudarte en este tiempo de oración, puedes servirte de esta conversación donde la Virgen toma la iniciativa como si pudieras oírla con tus oídos y así responderle desde el corazón del hijo que sabe que su Madre le ama y le escucha.
El corazón de una madre se alegra y regocija cuando ve a sus hijos reunidos en torno a sí. En esta humilde gruta, yo, la Virgen María, la Madre de Dios, la Inmaculada, apareciéndome en varias ocasiones a la joven Bernardita, he querido poner mi santuario para que mis hijos vengan hasta aquí en procesión, como muestra de amor y veneración, para desde este humilde trono regalar gracias y dones a todos los que lo pida con humildad.
1.-“Es de bien nacidos ser agradecidos.” En mi cántico del Magníficat comienzo proclamando la grandeza de Dios que ha hecho maravillas por mí. Te invito a que repitas mis palabras y adores, alabes y des gracias a Dios Padre por haber dado al mundo a Jesucristo, nuestro Salvador, nacido de mis benditas entrañas y con él la salvación de todos los hombres.
Con ello, adora, alaba y da gracias a Dios, por el don de la vida, el don de la fe, por tu familia, por todos los bienes y gracias, que el Señor te ha concedido, espirituales y materiales… ¡Cuántos bienes nos da el Señor!
Te invito a darle gracias por el Sacramento del Altar que lo hace presenten en medio de nosotros, por su Iglesia, por sus sacerdotes y consagrados… Te invito a dar gracias por haberme escogida como Madre suya, preservándome del pecado original, conservando intacta mi Virginidad, glorificándome en cuerpo y alma a los cielos y constituyéndome en Madre de todos los hombres, Corredentora y Medianera de la todas las gracias.
Repite conmigo:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen.
2.-Sé que en tu corazón anidan preocupaciones, inquietudes, esperanzas… fracasos y sufrimientos… que te afectan a ti, o a los que amas… ¡cuántos te han pedido que reces por ellos ante esta Gruta! Aquí estoy para escucharte, como buena Madre, quiero atender a tus plegarias… No te canses de pedir, hazlo con humildad, con sencillez, movida de la caridad, con confianza… Purifica tu intención si no es recta al pedir…
Ves que en este santuario quiero ser particularmente la Madre de los enfermos y de los que sufren. Sí, estos son mis preferidos. Quiero ser para ellos, salud, consuelo y fortaleza… para ti y para los tuyos también… dime los nombres de aquellos que conoces y quieres pedir, cuéntame su historia, si eres tú mismo, dime lo que te pasa… No tengas vergüenza ni miedo a llorar. Haré todo lo que pueda por ayudarte, pero como dije a Santa Bernardita en este lugar: No te prometo hacerte feliz en la tierra, si no en el cielo. Allí ya no habrá luto, ni llanto, ni dolor. Reza con confianza la Salve:
Dios te salve Reina, Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva. A ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
3.- He venido a Lourdes a pedir oraciones por los pecadores. Si la enfermedad del cuerpo nos anuncia la muerte, de la que no estamos libres, por nuestra condición de criaturas, hay una muerte peor y es la que provoca la enfermedad del pecado. Muchos hoy que se creen vivos, son sepulcros blanqueados donde no anida más que la podredumbre del pecado… Tantas personas cercanas o quizás tú mismo, sientes el dominio de la pasiones que te impiden vivir en gracia... Luchas y recaes una y otra vez… con mi intercesión puedo ayudarte, puedo ayudarlos… Dime lo que te pasa, ese pecado o pecados que destruyen la vida divina en tu alma… Confía en mi intercesión y como en Caná de Galilea, mi Hijo realizará el milagro… Confiesa tus pecados, dímelos a mí, y yo te ayudaré a que tengas fuerza para ir a confesar ante un sacerdote y recibir el perdón de Dios.
Pero no te olvides de pedir por esos que viven alejados de Dios, que no se acuerdan de rezar, que viven como si Dios no existiese… Dime sus nombres… Mi Hijo quiere salvarlos, yo quiero que se salven y tenga fe, tú también lo deseas.
Con el Ángel Gabriel, Santa Isabel, y la Iglesia recita las 3 avemarías, rogando por todos ellos.
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
4.-Quiero agradecerte que hayas venido hasta mi Santuario. Soy agradecida para con todos los que me aman. No olvidaré tu visita. Sé los esfuerzos que te ha ocasionado venir y no quedarán sin recompensa.
Mi deseo es que llegues al cielo y junto con los santos, los ángeles y conmigo goces para siempre de Dios, nuestro Señor, en alabanza eterna a la Santísima Trinidad. No te faltará mi ayuda, protección y consuelo en tu caminar. Sé que es duro. Para mí, también lo fue, no te olvides que soy Madre Dolorosa.
Deseo que al venerarme aquí como la Inmaculada Concepción te llenes de deseos de santidad, de imitarme en mis virtudes, de parecerme en todo a mí… Piensa, ¿en qué puedo parecerme más a mi madre la Virgen? ¿Cómo la puedo imitar? ¿Cómo actuaría la Virgen en esta situación que me ha tocado? ¿Qué diría en este momento? ¿Cómo reaccionaría ante este problema?
Mira tu vida, tu día a día… ¡que orgullo tan grande que quien te vea diga: este es verdaderamente hijo de la Virgen María!
No dejes cada día de cantar la belleza con la que Dios me adornó y conságrate a mí diciendo:
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza.
A Ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día alma, vida y corazón.
Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.
5.-Me agrada que mis hijos me canten, los poetas de todos los siglos han escritos letras bellísimas en mi honor. Entre ellas, este himno tan hermoso que recuerda esta certeza: aunque el hijo se olvide de su Madre, su Madre nunca se olvidará de él.
Salve, Madre, en la tierra de tus amores
te saludan los cantos que alza el amor.
Reina de nuestras almas, flor de las flores,
muestra aquí de tu gloria los resplandores;
que en el cielo tan sólo te aman mejor.
Reina, aquí todo es tuyo; tu gloria y hermosura
bendicen hoy tus hijos en cántico triunfal.
El sol de nuestro cielo con tu esplendor fulgura,
y aquí, Madre, las almas olvidan su amargura
para entonarte el himno del amor inmortal.
Virgen santa, Virgen pura, vida, esperanza y dulzura,
del alma que en ti confía;
Madre de Dios, Madre mía,
mientras mi vida alentare, todo mi amor para ti;
mas si mi amor te olvidare, Madre mía, Madre mía,
aunque mi amor te olvidare, tú no te olvides de mí.
Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros.