viernes, 6 de septiembre de 2024

SÉPTIMA MEDITACIÓN Sobre estas palabras: «Nada tenemos sino pecado». MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS. San Juan Eudes

 


SÉPTIMA MEDITACIÓN

Sobre estas palabras: «Nada tenemos sino pecado».

 

MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD

Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS

San Juan Eudes

 

Para comenzar cada día:

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, digamos la siguiente oración:

 

Profesión de Humildad

 

Señor Jesucristo, nada somos,

nada podemos ni valemos,

nada tenemos a no ser nuestros pecados.

Somos siervos inútiles, nacidos en la enemistad,

últimos de los hombres,

primeros de los pecadores.

Sea para nosotros la vergüenza y la confusión,

y para ti, la gloria y el honor por siempre jamás.

Señor Jesucristo, compadécete de nosotros. Amén.

 

SÉPTIMA MEDITACIÓN

Sobre estas palabras: «Nada tenemos sino pecado».

 

PUNTO PRIMERO: Aunque inmensamente rico, Nuestro Señor se humilló siempre.

 

Consideremos que Dios posee en sí mismo infinidad de bienes, de lo cual hemos de alegrarnos. Pensemos igualmente que jamás experimentó Nuestro Señor mal alguno y que por el contrario disfrutó de toda suerte de bienes, de virtudes, de gracia y de santidad; y sin embargo, se humilló y abatió como si en Él no hubiera habido sino males y hubiera carecido de todos los bienes; de nada se apropió, todo lo atribuyó a su Padre estimándose siempre como el ser más pobre y desvalido de la tierra, según estas palabras que el Profeta Jeremías pone en sus labios: «Mi pobreza está siempre ante mis ojos». Jr 3, 1. Y nosotros, pecadores miserables, llenos de todo mal y carentes de todo bien, ¿no seríamos capaces de humillarnos? ¡Nosotros, que robamos a Dios sus méritos con la pretensión de atribuírnoslos a nosotros mismos!

 

PUNTO SEGUNDO: Por nuestra propia cuenta no tenemos nada.

 

Consideremos y ponderemos la verdad de estas palabras: «Nada tenemos». Sí, no tenemos nada ni en la naturaleza, ni en la gracia, ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el cuerpo, ni en el alma. «Yo sé que en mí no hay bien alguno» decía San Pablo. Rm 8,8.

¡Con cuánta mayor razón debiéramos nosotros repetir esa verdad!, porque, si tenemos algún bien o alguna cualidad o ventaja natural o sobrenatural, no la debemos a merecimiento personal: «¿Qué posees que no lo hayas recibido?» 1Cor 4,7. Verdaderamente, es el colmo de la insensatez, gloriarnos de dones naturales o sobrenaturales que Dios nos ha hecho, cuando por el contrario este es un motivo de real humillación, confusión y temor; porque, mientras mayores talentos, favores y gracias hayamos recibido de su munificencia, mayor ha de ser nuestra responsabilidad en el día del juicio. Y sin embargo, si nos examinamos bien, tenemos que convenir en el constante abuso de las gracias y bienes recibidos de Dios. Por consiguiente, ¿no será pues éste un motivo más para humillarnos?

 

PUNTO TERCERO: En nosotros está la raíz de todos los vicios.

 

Consideremos de un modo especial cómo nosotros adolecemos de todas las virtudes: de la fe, de la esperanza, de la caridad, de la fortaleza, de la justicia, de la templanza, de la prudencia, de la humildad, de la obediencia, de la paciencia, de la mansedumbre; y, como si ello fuera poco, tenernos la raíz de todos los vicios profundamente arraigada en nuestro corazón. Y, sin embargo, nosotros tenemos un concepto exagerado de nuestra valía personal y queremos que la opinión ajena nos sea siempre favorable. Humillémonos profundamente; ¡aprendamos a conocernos y a tratarnos y a querer ser tratados como personas carentes de todo bien y repletas de todo! los males imaginables.

 

ORACIÓN JACULATORIA: «¡Oh Señor Jesucristo!, no tenemos nada sino pecado».

 

Para finalizar cada día:

 

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Venerable Cardenal Merry del Val

 

Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.

 

Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús

 

Del temor de ser humillado, líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús

Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús

Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús

 

Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo

 

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

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***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.