SÉPTIMA
MEDITACIÓN
Sobre
estas palabras: «Nada tenemos sino pecado».
MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD
Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS
San Juan Eudes
Para
comenzar cada día:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios,
digamos la siguiente oración:
Profesión de Humildad
Señor Jesucristo,
nada somos,
nada podemos ni
valemos,
nada tenemos a no
ser nuestros pecados.
Somos siervos
inútiles, nacidos en la enemistad,
últimos de los
hombres,
primeros de los
pecadores.
Sea para nosotros
la vergüenza y la confusión,
y para ti, la
gloria y el honor por siempre jamás.
Señor Jesucristo,
compadécete de nosotros. Amén.
SÉPTIMA
MEDITACIÓN
Sobre
estas palabras: «Nada tenemos sino pecado».
PUNTO PRIMERO: Aunque inmensamente rico, Nuestro Señor
se humilló siempre.
Consideremos que
Dios posee en sí mismo infinidad de bienes, de lo cual hemos de alegrarnos.
Pensemos igualmente que jamás experimentó Nuestro Señor mal alguno y que por el
contrario disfrutó de toda suerte de bienes, de virtudes, de gracia y de
santidad; y sin embargo, se humilló y abatió como si en Él no hubiera habido
sino males y hubiera carecido de todos los bienes; de nada se apropió, todo lo
atribuyó a su Padre estimándose siempre como el ser más pobre y desvalido de la
tierra, según estas palabras que el Profeta Jeremías pone en sus labios: «Mi
pobreza está siempre ante mis ojos». Jr 3, 1. Y nosotros, pecadores miserables,
llenos de todo mal y carentes de todo bien, ¿no seríamos capaces de
humillarnos? ¡Nosotros, que robamos a Dios sus méritos con la pretensión de
atribuírnoslos a nosotros mismos!
PUNTO SEGUNDO: Por nuestra propia cuenta no tenemos
nada.
Consideremos y
ponderemos la verdad de estas palabras: «Nada tenemos». Sí, no tenemos nada ni
en la naturaleza, ni en la gracia, ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el
cuerpo, ni en el alma. «Yo sé que en mí no hay bien alguno» decía San Pablo. Rm
8,8.
¡Con cuánta mayor
razón debiéramos nosotros repetir esa verdad!, porque, si tenemos algún bien o
alguna cualidad o ventaja natural o sobrenatural, no la debemos a merecimiento
personal: «¿Qué posees que no lo hayas recibido?» 1Cor 4,7. Verdaderamente, es
el colmo de la insensatez, gloriarnos de dones naturales o sobrenaturales que
Dios nos ha hecho, cuando por el contrario este es un motivo de real
humillación, confusión y temor; porque, mientras mayores talentos, favores y
gracias hayamos recibido de su munificencia, mayor ha de ser nuestra
responsabilidad en el día del juicio. Y sin embargo, si nos examinamos bien,
tenemos que convenir en el constante abuso de las gracias y bienes recibidos de
Dios. Por consiguiente, ¿no será pues éste un motivo más para humillarnos?
PUNTO TERCERO: En nosotros está la raíz de todos los
vicios.
Consideremos de un
modo especial cómo nosotros adolecemos de todas las virtudes: de la fe, de la
esperanza, de la caridad, de la fortaleza, de la justicia, de la templanza, de
la prudencia, de la humildad, de la obediencia, de la paciencia, de la mansedumbre;
y, como si ello fuera poco, tenernos la raíz de todos los vicios profundamente
arraigada en nuestro corazón. Y, sin embargo, nosotros tenemos un concepto
exagerado de nuestra valía personal y queremos que la opinión ajena nos sea
siempre favorable. Humillémonos profundamente; ¡aprendamos a conocernos y a
tratarnos y a querer ser tratados como personas carentes de todo bien y
repletas de todo! los males imaginables.
ORACIÓN JACULATORIA: «¡Oh Señor Jesucristo!, no tenemos
nada sino pecado».
Para
finalizar cada día:
LETANÍAS DE LA HUMILDAD
Venerable Cardenal Merry del Val
Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.
Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús
Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús
Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús
Del deseo de ser preferido a otros,
líbrame Jesús
Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús
Del temor de ser humillado, líbrame Jesús
Del temor de ser despreciado, líbrame
Jesús
Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús
Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús
Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús
Del temor de ser puesto en ridículo,
líbrame Jesús
Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús
Del temor de ser juzgado con malicia,
líbrame Jesús
Que otros sean más estimados que yo. Jesús
dame la gracia de desearlo
Que otros crezcan en la opinión del mundo
y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean alabados y de mí no se haga
caso. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean empleados en cargos y a mí
se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean preferidos a mí en todo.
Jesús dame la gracia de desearlo
Que los demás sean más santos que yo con
tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo
Oración:
Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste
hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda
nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu
ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la
tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.
***
Sagrado Corazón de
Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón
de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca
san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles
Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes,
ruega por nosotros.
Todos los santos y
santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano,
si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
***
Ave María
Purísima, sin pecado concebida.