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domingo, 21 de julio de 2024

AL VER LA CIUDAD, LLORÓ SOBRE ELLA. Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino

 


IX DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Comentarios al Evangelio

de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino

 

Lucas 19, 41-44   Y cuando llegó cerca, al ver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: "¡Ah si tú reconocieses siquiera en este tu día lo que puede traerte la paz! Mas ahora está encubierto a tus ojos. Porque vendrán días contra ti, en que tus enemigos te cercarán de trincheras, y te pondrán cerco, y te estrecharán por todas partes. Y te derribarán en tierra, y a tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación". (vv. 41-44)
 

Orígenes, in Lucam hom. 38

Jesucristo confirma con su ejemplo todas las bienaventuranzas de que ha hablado en el Evangelio, así, como había dicho: "Bienaventurados los mansos" ( Mt 5,4), lo prueba diciendo: "Aprended de mí que soy manso" ( Mt 11,29); y como había dicho: "Bienaventurados los que lloran" ( Mt 5,5), El también lloró sobre la ciudad. Por esto dice: "Y cuando llegó cerca", etc.
 

San Cirilo

Se compadecía de éstos el Señor, que quiere que todos los hombres se salven, lo cual no nos sería manifiesto, si no lo hubiera evidenciado por medio de algo humano; pues las lágrimas vertidas son señal de tristeza.
 

San Gregorio, in evang. hom. 39

Lloró, pues, el piadoso Redentor la destrucción de aquella pérfida ciudad, las desgracias que ella misma ignoraba habrían de venirle. Por esto añade: "¡Ah si tú conocieses siquiera!" llorarías con amargura, la que ahora tanto te alegras, porque desconoces lo que te amenaza. Por esto añade: "Siquiera en éste tu día", etc. Como en aquel día se había consagrado a todos los goces materiales, tenía todo lo que podía procurarle la paz. Manifiesta después cómo los bienes presentes hacen su paz, cuando añade: "Mas ahora está encubierto a tus ojos"; porque si los males que la amenazan no estuviesen ocultos a los ojos de su corazón, no se alegraría tanto por las prosperidades presentes; por esto añade la pena que lo amenaza, cuando dice: "Porque vendrán días contra ti".
 

San Cirilo

"¡Ah si tú conocieses!" No eran dignos de comprender las Sagradas Escrituras divinamente inspiradas, que refieren el misterio de Cristo. En efecto, cuantas veces se lee a Moisés, un velo cubre su corazón para que no vean que todo se ha cumplido en Jesucristo, que como verdad hace huir las sombras; y como no conocían la verdad, se hicieron indignos de obtener la salud que mana de Jesucristo. Por esto sigue: "Siquiera en éste tu día", etc.
 

San Eusebio

En lo que da a conocer que su venida tenía por objeto la pacificación de todo el mundo; había venido, pues, a predicar la paz a los que estaban cerca y a los que estaban lejos; pero como no quisieron recibir la paz anunciada, quedaron ocultas para ellos estas cosas. Por esto añade: "Mas ahora está encubierto a tus ojos". Así, pues, predice con toda claridad el sitio que dentro de poco habría de sufrir, diciendo: "Porque vendrán días contra ti", etc.
 

San Gregorio, ut sup

Esto señala a los príncipes romanos; porque habla de la destrucción de Jerusalén, que sucedió bajo Vespasiano y Tito, príncipes romanos. Por esto continúa: "Y te pondrán cerco", etc.
 

San Eusebio

Cómo se cumplió todo esto, podemos conocerlo por lo que refiere Josefo, quien a pesar de ser judío refiere estas cosas tal y como Jesucristo las había predicho.
 

San Gregorio, ut sup

También en esto que añade: "Y no dejarán en ti piedra sobre piedra", está atestiguada la reubicación de esta misma ciudad; porque ahora está construida en aquel sitio donde el Salvador fue crucificado, fuera de la puerta: la primera fue destruida en absoluto. Dice luego la culpa por la que fue condenada a la destrucción, añadiendo: "Por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación".
 

Teofiactus

Esto es, de mi venida; porque he venido a visitarte y a salvarte, y si lo hubieras comprendido así, y creyeras en mí, estarías en paz con los romanos y libre de todos los peligros, así como todos aquellos que creyeron en Jesucristo pudieron evadirse.
 

Orígenes, ut sup

Yo no niego que aquella Jerusalén fuese destruida por los pecados de sus habitantes; pero pregunto si estas lágrimas han sido vertidas también sobre vuestra Jerusalén. Cuando alguno peca después de participar de los misterios de la verdad, se llorará por él; pero no por ningún gentil, sino sólo por aquel que perteneció a Jerusalén y después la abandonó.
 

San Gregorio, in evang. hom. 39

Nuestro Redentor no cesa de llorar por sus escogidos cuando ve caer en el mal a los que poseían la virtud; porque si éstos conociesen la condenación que les espera, se llorarían a sí mismos con las lágrimas de los escogidos. El hombre de inclinaciones malas tiene aquí su día, que goza por breve tiempo, y se complace en las cosas temporales disfrutando de cierta paz; por esto huye de prever el porvenir, para que no se turbe su alegría presente. Por esto sigue: "Mas ahora está encubierto a tus ojos", etc.
 

Orígenes, ut sup

Llora además por nuestra Jerusalén, a la que, después que ha pecado, sitian sus enemigos, esto es, el espíritu maligno, y la rodean de trincheras para cercarla y no dejar piedra sobre piedra; especialmente cuando alguno es vencido después de mucha continencia y de algunos años de castidad, y atraído por los halagos de la carne, pierde la paciencia y la castidad. Y si fuese fornicador no dejarán en él piedra sobre piedra, según las palabras de Ezequiel: "No me acordaré de sus primitivas virtudes" ( Ez 18,24).
 

San Gregorio, ut sup

Los espíritus malignos asedian el alma en cuanto sale del cuerpo, y como ama la carne en los placeres carnales, la inquietan con el engaño del deleite; la rodean de trincheras, presentando a su vista las iniquidades que cometió, y la estrechan con los que son compañeros de su condenación, con el fin de que ella vea, una vez en el último instante de su vida, la clase de enemigos que la asedian y no pueda encontrar medio de evadirse, porque ya no puede hacer el bien que despreció cuando pudo hacerlo; estrechan al alma por todas partes poniéndole a la vista la iniquidad, no sólo de sus obras, sino también de sus palabras y de sus pensamientos; para que así como antes se había solazado tanto en la maldad, sienta en su última hora la angustia que merece en pago. Entonces el alma, por la condición de su culpa, se aterra cuando ve que su carne, que creyó que era su vida, va a convertirse en polvo; entonces mueren sus hijos cuando los pensamientos ilícitos, que ahora nacen de ella, se disipan en el último momento de la venganza; estos pensamientos pueden representarse por las piedras. La mente perversa, cuando añade a un pensamiento malo otro peor, pone, por decirlo así, una piedra sobre otra; pero cuando es llevada a su castigo, se destruye todo el edificio de sus pensamientos. Sin embargo, el Señor visita al alma culpable para su enseñanza alguna vez mediante la desgracia, otras con los milagros, con el fin de que conozca las verdades que ignoraba, y menospreciando el mal vuelva por la compunción del dolor u obligada por los beneficios, y se avergüence de lo mal que obró. Pero porque no conoció el tiempo en que fue visitada, al final de su vida será entregada a sus enemigos, con quienes se verá unida en el juicio eterno de su perpetua condenación.

               

45-48          Y habiendo entrado en el templo comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él. Diciéndoles: "Escrito está: mi casa de oración es. Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones". Y cada día enseñaba en el templo. Mas los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo, le querían matar. Y no sabían qué hacerse con él. Porque todo el pueblo estaba embelesado cuando le oía. (vv. 45-48)
 

San Gregorio, in evang. hom. 39

Después de haber predicho los males que habían de venir, se introdujo a continuación en el templo para arrojar de allí a los que vendían y compraban, dando a conocer que la ruina del pueblo venía principalmente por culpa de los sacerdotes. Por esto dice: "Y habiendo entrado en el templo comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él", etc.
 

San Ambrosio

El Señor no quiere que sea el templo casa de mercaderes, sino de santidad; ni tampoco que se vendan, sino que se den gratuitamente las funciones del ministerio sacerdotal.
 

San Cirilo

Había en el templo una multitud de mercaderes que vendían animales para ofrecer los sacrificios que debían celebrarse, según estaba prescrito en la ley. Pero ya había venido el tiempo en que debía desaparecer la sombra y brillar la verdad en Jesucristo; por esto Jesucristo, que era adorado a la vez que su Padre en el templo, ordenó que se enmendasen los ritos de la ley y que se convirtiese el templo en casa de oración. Por esto añade: "Diciéndoles: Escrito está, mi casa", etc.
 

San Gregorio, ut sup

Y se sabía que los que estaban en el templo para recibir las ofrendas tenían exigencias gravosas con los que no les daban.
 

Teofiactus

Esto también lo hizo el Señor al principio de su predicación, como cuenta San Juan; y ahora lo repite para hacer más inexcusable la culpabilidad de los judíos, que no se habían enmendado con su primera lección.
 

San Agustín, De quaest. evang. 2,48

Hablando en sentido espiritual, debe entenderse que el templo es el mismo hombre Cristo, que también lleva unido a sí su cuerpo que es la Iglesia. Así, pues, como cabeza de la Iglesia, dice con las palabras de San Juan: "Destruid este templo, y lo reconstruiré a los tres días" ( Jn 2,19). Y como está unido a la Iglesia que es su cuerpo, debe entenderse que ella (la Iglesia) es el templo de quien dice el mismo Evangelista: "Quitad esto de aquí", etc. Da a conocer con esto que habría de haber en la Iglesia quien se ocupase de sus negocios y tuviese allí un asilo para ocultar sus crímenes, en vez de imitar la caridad de Jesucristo y de corregirse para alcanzar con la confesión el perdón de sus pecados 1.
 

San Gregorio, ut sup

Pero nuestro Redentor no excluye de su predicación ni a los indignos ni a los ingratos. Por lo que después que restableció el rigor de la disciplina arrojando a los malos, les da a conocer el don de su gracia diciendo: "Y cada día enseñaba en el templo".

San Cirilo

Debían, pues, adorarle como a Dios por todo lo que había dicho y hecho; pero en vez de hacerlo así, trataban de matarle. Sigue pues: "Mas los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y los principales del pueblo, querían matarle".
 

Beda

Y como todos los días enseñaba en el templo y había arrojado de él a los ladrones, o bien porque venía como Rey y Señor, le recibió una numerosa multitud de creyentes alabándolo con himnos celestiales.
 

San Cirilo

El pueblo tenía en más estimación a Jesucristo que los escribas, los fariseos, y los príncipes de los judíos, los que, como no aceptaban la fe de Jesucristo, reprendían a los demás. Por esto sigue: "Y no hallaban medio de hacer nada contra El; porque todo el pueblo estaba embelesado cuando le oía".
 

Beda

Esto puede entenderse de dos modos: o porque temían un alboroto del pueblo, en cuyo caso no sabían qué hacer de Jesús a quien trataban de perder, o porque trataban de perderlo poniendo por causa que muchos habían rechazado la enseñanza de los judíos por ir a escucharlo.
 

San Gregorio, ut sup

En sentido místico puede decirse, que así como el templo de Dios se encuentra en la ciudad, así en el pueblo fiel se encuentra la vida de los religiosos. Y muchas veces sucede que algunos toman el hábito religioso, y mientras llenan las funciones de las sagradas órdenes, hacen del ministerio de la santa religión un comercio de asuntos terrenales. Los que venden en el templo son los que ponen a precio de dinero lo que a cada uno le corresponde por derecho; porque el que pone a precio la justicia, la vende. Y los que compran en el templo son aquellos que mientras no quieren pagar a su prójimo lo que es justo, y no hacen aprecio de cumplir lo que por derecho es debido, una vez que han premiado a sus patronos compran el pecado.
 

Orígenes, in Lucam hom. 38

Por tanto, si alguno vende, será arrojado fuera; especialmente si vende palomas. Porque si yo vendiere al pueblo por dinero lo que el Espíritu Santo me ha revelado o confiado, o no lo enseñase sin pagarlo, ¿qué otra cosa hago que vender la paloma, esto es, el Espíritu Santo?
 

San Ambrosio

Por esto el Señor nos enseña en general que los contratos temporales deben ser desterrados del templo. Rechaza espiritualmente a los cambistas; los cuales tratan de lucrar con el dinero del Señor, esto es, la Sagrada Escritura, sin hacer distinción entre el bien y el mal.
 

San Gregorio, ut sup

Estos convierten la casa de Dios en cueva de ladrones; porque cuando los hombres malos ocupan el lugar de la religión, matan con las espadas de su malicia allí donde debieran vivificar a sus prójimos por la intercesión de su oración. También es templo el espíritu de los fieles; y si lo invaden malos pensamientos con perjuicio del prójimo, residen allí como en una cueva de ladrones. Pero cuando se instruye sutilmente al espíritu de los fieles para que eviten el pecado, es la verdad la que enseña todos los días en el templo.
 

Notas

1. Alude San Agustín al derecho de asilo reconocido en la época. Toda persona que buscase refugio en un templo quedaba protegida por la Iglesia, y no podía ser sacado de allí a la fuerza. Pensada en principio para proteger a los débiles, los esclavos y los más pobres, esta norma también fue aprovechada por personas que habían cometido delitos, y que recurrían a la Iglesia para defenderse a sí mismas y sus mezquinos intereses.