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martes, 25 de junio de 2024

DÍA VIGÉSIMO SEXTO. MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS CON SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE

 


DÍA VIGÉSIMO SEXTO

 

MES  DEL

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

extractado de los escritos de la

B. MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE

 

ORACIÓN PARA COMENZAR  TODOS LOS DÍAS:

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

 

OFRECIMIENTO AL PADRE ETERNO.

Oración de Santa Margarita María Alacoque

 

Padre eterno, permitid  que os  ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.

 

Se meditan los textos dispuestos para cada día.

 

DÍA VIGÉSIMO SEXTO

 

Las almas del purgatorio desean con ardor el aumento de la devoción al Sagrado Corazón, como un soberano remedio a sus sufrimientos

¡Si supieseis, escribe la Beata, el ardor con que las pobres almas del purgatorio piden este nuevo remedio, tan consolador para sus sufrimientos! así es que ellas reclaman de los vivos la devoción al divino Corazón, y sobre todo, el sacrificio de la misa en honor suyo.

Hablando de sí misma la Beata, añade: «El Sagrado Corazón de Jesús cede algunas veces el mérito satisfactorio de la misa a las almas del purgatorio, para que las ayude a satisfacer a la divina justicia; durante este tiempo, padezco una pena, parecida a la suya, no hallando descanso ni de día ni de noche». Una noche de Jueves Santo que tuve licencia para pasarla delante del Santísimo Sacramento, estuve una parte de ella rodeada de estas pobres almas, con las cuales he contraído una estrecha amistad; y nuestro Señor me dijo, que me diese a ellas por todo el año, para que les hiciese, cuanto bien pudiese. Desde entonces están frecuentemente conmigo, y no les doy otro nombre, que el de mis amigas en pena. Si supieseis, escribe también, ¡el dolor de esta alma en particular! no se puede expresar ¡Ay dadme algunas gotas de agua, para refrigerarla; porque me abraso con ella y no sé cómo aliviarla!».

 

 

Ejemplos propios para servir de instrucción a las gentes del mundo y a las almas consagradas a Dios

Leemos en las memorias de las contemporáneas:  Pidiendo por dos personas que habían sido de alta consideración en el mundo, le fue mostrada la una, sentenciada por largos años a las penas del purgatorio; todas las oraciones y sufragios que se hacían por ella, eran aplicados por la divina justicia, a las almas de algunos miembros de su familia, que se habían arruinado por su falta de caridad y de justicia para con ellos, y como no les había quedado nada, para que las hiciesen sufragios después de su muerte, nuestro Señor, lo suplía del modo que acabo de decir. La otra estaba en el purgatorio por tantos años, como días había vivido sobre la tierra. Nuestro Señor, dio a conocer a nuestra querida hermana, que entre todas las buenas obras, que esta persona había hecho, la de mayor agrado suyo era un particular cuidado, con que había sabido y logrado rendir su juicio y mostrarse dulce y amable en algunas humillaciones, que había tenido que padecer en el mundo; las que había sufrido con un espíritu cristiano, no solamente sin quejarse, pero aun sin hablar de ello».

Una religiosa que hacía largo tiempo había fallecido, vino a reclamar el socorro de las oraciones de la Beata, según lo cuenta ella misma: «Pedid a Dios por mí, le decía, ofrecedle vuestros sufrimientos, unidos a los de Jesucristo ¡para aliviar los míos! Miradme acostada en un lecho de llamas, donde padezco dolores intolerables». Y me mostraba este horrible lecho que me estremece sólo recordarle, pues tenía la parte de encima, cuajada de agudas puntas, que ardiendo todas, se la introducían en la carne; me dijo que padecía este tormento, por su pereza y negligencia en la observancia de sus reglas y sus infidelidades con Dios. «Me desgarran el corazón, me dijo, con peines de acero ardiendo, lo que me causa el más cruel dolor, por haberme detenido en pensamientos de murmuración y desaprobación contra mis superiores. Mi lengua es comida de los gusanos, en castigo de mis palabras contra la caridad; y ved mi boca toda ulcerada, por mis faltas de silencio ¡Ay, cómo quisiera que todas las almas consagradas a Dios pudiesen verme en este horrible tormento Si yo pudiese hacerlas comprender la intensidad de mis penas y las que hay preparadas para aquellas que viven con negligencia en su vocación, seguramente caminarían con más ardor por la senda de la santa observancia, y se guardarían de caer en las faltas, que me hacen a mi padecer tanto!» Todo esto me hacía anegar en lágrimas.

«Nadie, añadía, se acuerda de aliviar mis penas. ¡Ay! un día de exactitud en el silencio de toda la Comunidad, curaría mi boca ulcerada. Otro, pasado en la práctica de la caridad, sin hacer falta alguna contra esta virtud, curaría mi lengua. Otro, sin hacer falta alguna de murmuración, ni desaprobación, curaría mi desgarrado corazón.»

Otras veces la Beata gozó de la aparición de almas, libradas por el socorro de sus oraciones y penitencias: Ved aquí lo que escribía a la Madre de Saumaise: «Mi alma se halla penetrada de una tan grande alegría, que apenas puedo contenerla en mí misma: Permitidme, mi buena Madre, la comunique con vuestro corazón, que no forma más que uno con el mío, en el de nuestro Señor Jesucristo. Esta mañana, domingo del Buen Pastor, dos de mis buenas amigas, han venido al despertar, decirme adiós, porque hoy el Soberano Pastor las recibía en su rebaño eterno, con más de un millón de otras, en compañía de las cuales, se iban entre cantos de alegría inexplicable. Una de ellas me decía y repetía sin cesar estas palabras: «¡El amor triunfa, el amor goza, el amor en Dios se regocija!» La otra decía: «¡Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor y las religiosas que viven y mueren en la exacta observancia de sus reglas!» Quieren que os diga de su parte, que la muerte puede separar a los amigos, pero no desunirlos. «¡Si supieseis los trasportes de alegría que ha sentido mi alma!».

Al hablarlas las veía anegarse y abismarse en la gloria, como una persona que se anega en un vasto océano. Os piden un Te deum, un Laudate y un Gloria Patri, a la Santísima Trinidad, en acción de gracias. Al suplicarlas yo, que se acordasen de nosotras, me han dicho por despedida estas palabras: «que la ingratitud no ha entrado nunca en el Cielo».

 

La Beata enseña el medio de aliviar sus buenas amigas, que penan en el purgatorio

En varios párrafos de las cartas de la Beata se ve su celo, expresado por estas palabras: «Os estoy más obligada verdaderamente por el bien que habéis procurado a mis buenas amigas, que padecen en el purgatorio, que si me le hubieseis hecho a mí misma». Espero que no me negareis el favor, de procurar a ese difunto quince misas en honor del Sagrado Corazón de nuestro Señor; si así lo hacéis, creo tendréis en él un poderoso abogado para vosotros, y para toda vuestra familia.»

Realizado este deseo de la Beata, escribe en seguida: “Os doy gracias en nombre de esta pobre alma por las quince misas que habéis hecho decir, creyéndola ya muy rica de gloria en el cielo, desde allí pagará. vuestra caridad”. La Beata enseñaba también a dirigirse a Jesús Sacramentado en favor de estas pobres almas: «pues como su amor le tiene cautivo en el Sacramento de su amor, por el mérito de esta cautividad, decía, le pediréis la libertad de estas pobres prisioneras del purgatorio».

Otras veces insinuaba que se hiciesen por ellas diversos actos de virtud como, por ejemplo:

Actos de pureza de intención. Los ofreceréis a Dios para satisfacer a su justicia, supliendo con la pureza del Sagrado Corazón, la falta de pureza de intención que tuvieron estas pobres almas, y que las hace padecer ahora.

Actos de silencio interior, los que uniréis al de Jesús en el Santísimo Sacramento, ofreciéndole todos los santos sacrificios que se celebran en la Santa Iglesia, suplicando a vuestros buenos ángeles los oigan y ofrezcan a Dios, para apaciguar su justicia. Actos de humildad, para reparar las principales humillaciones que el Corazón de Jesús tuvo en su Pasión. Otros de caridad, que uniréis a la ardiente caridad del Sagrado Corazón, para satisfacer por las faltas de estas pobres almas que padecen en ese lugar.

Actos de amor de Dios, de atención a la presencia de Dios, de mortificación, de dulzura y condescendencia por las mismas intenciones. Siendo el orgullo el que ocasiona mayores deudas, haréis todos los actos de humildad que podáis. Los uniréis a los del Divino Corazón, para pagar por esas pobres almas afligidas, a quienes alivian mucho en sus penas las comuniones espirituales, que reparan el mal uso que hicieron ellas de las sacramentales.

Por la noche, acompañadas del Sagrado Corazón, daréis una vueltecita por el purgatorio y aplicareis y consagrareis a este Corazón cuanto hayáis hecho en el día, suplicándole aplique sus méritos a esas santas y afligidas almas. Al mismo tiempo, les pediréis, que empleen su poder, para obtenernos la gracia de vivir y morir en el amor y fidelidad al Sagrado Corazón de nuestro

Señor Jesucristo, correspondiendo sin resistencia a sus designios. Si pudieseis librar a alguna de esas pobres prisioneras, seríais muy felices, porque tendríais una abogada en el cielo, que se interesase por vuestra salvación.

 

Oración al Corazón de Jesús por toda clase de necesidades

Hacedme sentir vuestro poder, ¡oh amable Corazón de Jesús! y a todos los corazones capaces de amaros; a mis parientes, amigos y a cuantos se han encomendado a mis oraciones o piden por mí, y a cuantos tengo obligación de pedir. Asistidlos, os suplico, según sus necesidades ¡Oh Corazón lleno de caridad, ablandad los corazones endurecidos, y aliviad a las almas del purgatorio! Sed el asilo seguro de los que están en la agonía; y el consuelo de todos los afligidos y necesitados. En fin, ¡oh Corazón de amor, sed mi todo en todas las cosas; pero, sobre todo, en la hora de la muerte, sed el seguro refugio de mi alma angustiada. En aquel momento, recibidla en el seno de vuestra misericordia. Así sea.

 

 

PARA FINALIZAR

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

 

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.