ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS
DÍAS:
A
ti, Jesús, que vives y reinas con Dios Padre y el Espíritu Santo, elevamos este
acto de fe, de esperanza, adoración y caridad porque en tu Sagrado Corazón
reconocemos la manifestación plena de tu amor por nosotros. Acepta también
nuestro deseo de reparar tu Corazón por tantas ofensas e indiferencias.
Con
el Ángel de la Paz y todos los coros de los ángeles, con los santos Francisco y
Jacinta Marto y todos los santos, unidos a tantas almas que te han amado
dignamente, decimos:
Dios mío, yo creo, adoro, espero
y os amo.
Os pido perdón por los que no
creen, no adoran, no esperan y no os aman. (tres veces)
Jesús,
manso y humilde de corazón,
R/. Haz nuestro corazón semejante al tuyo.
30. PARA TODAS LAS MISERIAS ESTÁ EL REMEDIO EN EL
CORAZÓN DE MARÍA
De
los escritos del beato Juan Bautista Scalabrini, obispo italiano
Amor
con amor se paga. Y, ¿qué amor más tierno y más eficaz que el que nos tiene
María? María es nuestra Madre. Esta palabra que en el transcurso de veinte
siglos bastó para suscitar tantos latidos, para secar tantas lágrimas, para
aliviar tantos dolores.
María
es nuestra madre, y para que nadie lo pudiese dudar en lo más mínimo, he aquí
que Jesús mismo lo aseguró desde la
Cruz con su propia boca, próximo
a exhalar el último suspiro, o sea en el momento más solemne de su vida mortal:
He ahí tu madre.
Se la llama madre de misericordia, y es lo mismo que
decir madre de consuelo. Es su título de reina, porque ella no quiere sino
volcar sobre nuestras miserias todas las riquezas de su corazón de madre. La
miseria es la ignorancia y el error, fuente de nuestros desvíos; la miseria es
la tentación, misteriosa agonía de nuestras fuerzas espirituales; la miseria es
el pecado, muerte de la gracia, envilecimiento de nuestra naturaleza y
esclavitud de la libertad; la miseria es la angustia del espíritu, es la
aflicción del corazón. La miseria es la privación de las cosas necesarias para
la vida, el dolor y la enfermedad del cuerpo; la miseria es la persecución de
los malvados, la injusta opresión de los débiles y de los desventurados. Y
bien, para todas estas miserias está el remedio en el corazón de María. Luz,
fuerza, perdón, estímulo, consuelo, asistencia, protección, salud, todo podemos
pedir y todo podemos esperar de nuestra madre de los Cielos: Madre de
consolación, causa de nuestra alegría.
PARA FINALIZAR:
Todos
juntos recitamos el acto de reparación enseñando por el ángel a los pastorcitos
de Fátima:
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
os adoro profundamente
y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma
y Divinidad
de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de la tierra,
en reparación de los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias
con que El mismo es ofendido.
Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo
Corazón
y del Corazón Inmaculado de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores.
Sagrado
Corazón de Jesús, R/. En vos confío.
Inmaculado
Corazón de María, R/. Sed la salvación mía.
Ave María Purísima, R/. Sin
pecado concebida.