DÍA OCTAVO
El Corazón de san José
estaba lleno de una fe muy viva.
MES
EN HONOR
A SAN JOSÉ
Por un sacerdote
de la Congregación de la Misión
ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS
Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, (breve silencio)
pidiendo el auxilio de la Virgen María (breve silencio)
y del Ángel Custodio, (breve silencio)
acudamos a la presencia del Glorioso San José y supliquemos:
Dios te salve, José, lleno de la gracia divina.
Entre tus brazos descansó El Salvador
y ante tus ojos creció.
Bendito eres entre todos los hombres,
y bendito es Jesús,
el hijo divino de tu Virginal Esposa.
San José, padre adoptivo de Jesús,
ayúdanos en nuestras necesidades familiares,
de salud y de trabajo,
hasta el fin de nuestros días,
y socórrenos a la hora de nuestra muerte. Amén.”
DÍA OCTAVO
El Corazón de san José
estaba lleno de una fe muy viva.
Si nuestro santo Patriarca estaba tan ansioso de elevarse a Dios sobre las alas de la más sublime contemplación y de pasar en ella casi toda su preciosa vida, Dios estaba igualmente empeñado en acercarse a él y enriquecer y llenar su alma con las luces de su divina sabiduría. Y aquí no repetiré más que lo que san Gregorio de Neocesarea escribió sobre él, afirmando que estaba dotado de un conocimiento tan perfecto de todas las ciencias humanas y divinas, que el profeta Isaías habló de él, cuando dijo que un libro sellado, es decir, la Santísima Virgen, se daría sólo a un hombre instruido en todos los puntos de la ley y en la misterios de los profetas.
Me esforzaré por hacerles admirar su rarísima fe, que es como el primer rayo de la sabiduría celestial que se infundió en el corazón de José desde el intelecto divino. Su fe era tan viva que le valió, según un erudito autor, el título de justo. En efecto, ¡qué luz de fe no fue necesaria para creer ciegamente en las pocas palabras que le dijo el ángel, en las que se contenían más misterios de los que se propusieron a los antiguos patriarcas y profetas a lo largo de muchos siglos! “José, no temas en tomar a María tu esposa, porque lo que hay en ella es obra del Espíritu Santo, Ella dará a luz un hijo al que llamarás Jesús, el cual librará a su pueblo de los pecados.” En verdad se puede decir que todas las luces que Dios hizo brillar en un sueño de sabiduría sobre el intelecto de Salomón para convertirlo en el príncipe más sabio del mundo entero, fueron, por así decirlo, una luz muy débil comparada con el día muy claro que tuvo lugar en la revelación del ángel al espíritu de José dormido. También puede decirse que no fueron revelados a San Pedro tantas verdades cuando su fe fue tan elogiada por el Salvador, cuantas verdades se propusieron a san José en esta ocasión. ¿Y no fue entonces cuando nuestro santo aprendió los misterios de la Santísima Trinidad, de la Encarnación, de la Redención y de la reconciliación de los hombres con Dios? ¿Y no fue entonces cuando creyó firmemente que era necesario que una Virgen fuera madre, que un Dios se hiciese niño para liberar a su pueblo, no del dominio de los romanos, sino de la esclavitud del pecado y la tiranía de los demonios? ¿No fue entonces que sometió las luces de la razón natural a un gran número de altísimas revelaciones que le fueron propuestas en muy pocas palabras y que creyó en el simple testimonio de un ángel, subyugando por completo el intelecto a lo que era contrario a la experiencia de los sentidos superiores a todas las fuerzas de la razón, imperceptible a la más clara filosofía, y oculto para la oscuridad de la inteligencia humana? ¡Oh sublime fe de san José! Oh José, verdaderamente justo y santo, así exclama un erudito autor, que tan prontamente diste fe a misterios tan grandes, tan nuevos e inauditos, anunciados por un ángel que os habló en sueños sin citar la autoridad de las Escrituras, sin necesidad de señales ni presagios, como se hizo a Gedeón, a Manuc, el padre de Sansón, y a Zacarías cuando se les apareció el ángel para anunciarles la voluntad y determinaciones del cielo!
¿Y quién no ve que esta fe sublime sometió a San José plena y perfectamente a Dios, haciéndolo obediente a las palabras del ángel, y aniquiló, por decirlo así, su razón, haciéndole triunfar de las dificultades con tal valor, que los ángeles nunca admiraron una fe tan excelente en el espíritu de tantos hombres a quienes fueron enviados, ya para hacer promesas, ya para dar órdenes en nombre del Altísimo? Y he aquí de qué manera este ilustre hijo de Abraham anduvo por la fe obrando aquella justicia que había de superar a la del padre de los creyentes y a la de todos los patriarcas y varones ilustres de la Antigua Alianza.
¡Qué diferencia entre la fe de San José y la tuya! La suya era una fe viva, humilde, firme y activa, ¡y la tuya! ¡Oh Dios! ¡Cuán defectuoso y falto, y qué poco fructífero en obras santas! Acordaos que así como la falta del espíritu de fe es causa de los desórdenes que inundan la tierra, como decía Santa Teresa, así el enfriamiento de la misma es causa de la languidez y tibieza en que viven tantas almas devotas. Apresurémonos a pedir a Dios su aumento por intercesión de San José, repitiendo con los Apóstoles: Señor, aumenta nuestra fe.
JACULATORIA
Oh San José, representante del Espíritu Paráclito
en la tierra, ruega por nosotros.
AFECTOS
Si la concepción del Hijo de Dios en el seno de la purísima Virgen María fue la obra más divina y admirable del Espíritu Santo, su esposo invisible, tú, gloriosísimo san José, fuiste el representante del Espíritu Santo en el puesto sublime de esposo visible de la misma. Tú, virgen con tu esposa virgen, produjiste con la altísima maravilla del cielo y de la tierra una descendencia muy fecunda, y fue la de innumerables matrimonios vírgenes. Este grupo de almas cándidas, coronadas de azucenas, han conservado la flor de la virginidad en medio de las espinas del siglo, han vivido en medio de las brasas de la concupiscencia sin recibir el menor daño, y como nuevos ángeles de la tierra han llevado y llevan fuego en el seno sin quemarse, como si fueran incorpóreos. Estas maravillas se realizan sin duda por el ejemplo de tu matrimonio virginal con María, y por tu protección. Mira cómo tu virginidad fue fecunda y continúa obrando tales maravillas para la gloria de la Iglesia y en beneficio de las almas.
LETANÍAS A SAN JOSÉ
Indulgencia de 5 años, cada vez que se recitan. Indulgencia plenaria si diariamente se recitan devotamente durante un mes. Pio XI, 25 de marzo de 1935
Señor, ten misericordia de nosotros
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial,
ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo.
Dios Espíritu Santo.
Santa Trinidad, un solo Dios.
Santa María,
ruega por nosotros.
San José,
ruega por nosotros.
Ilustre descendiente de David.
Luz de los Patriarcas.
Esposo de la Madre de Dios.
Casto guardián de la Virgen.
Padre nutricio del Hijo de Dios.
Celoso defensor de Cristo.
Jefe de la Sagrada Familia.
José, justísimo.
José, castísimo.
José, prudentísimo.
José, valentísimo.
José, fidelísimo.
Espejo de paciencia.
Amante de la pobreza.
Modelo de trabajadores.
Gloria de la vida doméstica.
Custodio de Vírgenes.
Sostén de las familias.
Consuelo de los desgraciados.
Esperanza de los enfermos.
Patrón de los moribundos.
Terror de los demonios.
Protector de la Santa Iglesia.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
ten misericordia de nosotros.
V.- Le estableció señor de su casa.
R.- Y jefe de toda su hacienda.
Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.