18 de febrero
LA TRIUNFAL ENTRADA DE CRISTO EN JERUSALEN.
MEDITACIONES
DE LA OBRA
“VIDA Y DOCTRINA DE JESUCRISTO”
DEL P. NICOLÁS AVANCINI
ORACIÓN PARA COMENZAR
TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
“Omnipotente Dios y Señor y Padre mío amorosísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás aquí presente en todo lugar, que estás aquí, dentro de mí, en medio de mi corazón, viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma, sin poder esconderme de tus divinos ojos.
Te adoro con la más profunda humildad y reverencia, desde el abismo de mi miseria y de mi nada, y os pido perdón de todos mis pecados que detesto con toda mi alma, y os pido gracias para hacer con provecho esta meditación que ofrezco a vuestra mayor gloria… ¡Oh Padre eterno! Por Jesús, por María, por José y todos los santos enseñadme a orar para conocerme y conoceros, para amaros siempre y haceros siempre amar. Amén.”
Se meditan los tres puntos dispuestos para cada día.
18 de febrero
LA TRIUNFAL ENTRADA DE CRISTO EN JERUSALEN.
1. Pusieron sobre ellos sus vestidos, y le hicieron sentarse sobre ellos. Y gran muchedumbre de gente tendía por el suelo sus vestiduras (1). Considera los obsequios de los Discípulos, y lo que en su honra hace la turba, como nota el texto ¿Quién movió a esto a la turba, que no ignoraba que los príncipes se habían conjurado contra Cristo, sino Dios que mueve los corazones, y los alienta contra el temor? ¿Qué podían esperar de Jesús pobre, y de unos pobres discípulos? Antes, si podían temer la indignación de los príncipes ¡Solo les movió el aprecio que habían hecho de Cristo por sus milagros, y en especial por el reciente de la resurrección de Lázaro ¡Oh! si concibieras un grande aprecio de Dios ¡qué obsequios no le harías! ¡Qué fuertemente pelearías contra ti mismo y contra los conciliábulos de tus pasiones!
2. Clamaban diciendo: Gloria al Hijo de David. Bendito sea el que viene, etc. (2). Considera como esta turba juntó tres cosas, con que se perfecciona la devoción verdadera. El corazón o el afecto con que se aficionaba e iba acompañando a Cristo, la lengua o las voces con que le alababa, las manos o las obras con que cortaba los ramos. No es devoción verdadera la que no tiene estas tres cosas; porque si a Dios no da estas, no le da todo lo que somos. Coteja la tuya con esta. Mira si las palabras y las obras proceden del afecto; si las obras, así como hablas; si la voz es de Jacob y las manos de Esaú. Todo serás de Dios, si juntas estas tres cosas.
3. Mira que tu rey viene para ti (3). Imagina que eres convidado a ver este espectáculo. Mira que es tu Rey por todos títulos. Débele, pues, sujeción. Viene para ti. Esto es: para tu bien, en el cual ha de emplear todos sus pensamientos, sus afectos, su vida, su sangre: para enriquecerte a ti pobre, defenderte en tantos peligros, elevarte a un reino a ti, vil y miserable. Ábrele, pues, las puertas de tu corazón, para que entre en él, este Rey de gloria. Conoce su afecto. Adórale como a rey. Ofrécele tu entendimiento, tu voluntad y todos tus afectos.
(1) y (2) Ibid. (3) Matth., 21.
ORACIÓN PARA FINALIZAR
TODOS LOS DÍAS:
Os doy gracias, Dios mío, por los buenos pensamientos, afectos y propósitos que me habéis inspirado en este rato de oración… Todo os lo ofrezco a vuestra mayor honra y gloria… y os pido gracia eficaz para ponerlos por obra…
¡Oh Padre Eterno! Por Jesús, por María, por José y Teresa de Jesús dadme gracia ahora y siempre para cumplir en todas las cosas vuestra santísima voluntad. Amen."
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.