DÍA NOVENO
NOVENA A LA MEDALLA MILAGROSA
Por la señal...
Señor mío Jesucristo…
ORACIÓN INICIAL
Soberana Reina de los Cielos y de la tierra, que por amor a los hombres pecadores os dignasteis apareceros a vuestra humilde sierva, Sor Catalina Labouret, con las manos cargadas de gracias celestiales en favor de los que os invocan con fe y devoción; vednos postrados ante vuestra imagen suplicándote humildemente un rayo de luz que ilumine nuestra mente y abrase nuestro corazón en vuestro santo servicio, a fin de que conociendo vuestras misericordias encerradas en vuestra Santa Medalla, logremos participar de vuestros merecimientos y conseguir por ello la salvación de nuestra alma.
Se lee lo propio de cada día.
DÍA NOVENO
¡Qué dichosos seríamos, Madre dulcísima, si todos pusiésemos en Vos nuestra confianza! Sois Reina del Cielo y de la tierra, y como tal tenéis a vuestra disposición todos sus tesoros para favorecernos con ellos. Con cuánta razón os lamentáis de la indiferencia y descuido de los hombres que pierden tantas gracias porque no acuden a Vos, dispuesta a derramar a manos llenas vuestras bendiciones. A Vos hemos acudido durante nueve días en demanda de vuestra protección. Cumplid lo que nos habéis prometido por medio de Sor Catalina. Llevamos vuestra Medalla, os invocamos con amor..., escuchad pues benigna los ruegos de vuestros hijos, concedednos, sobre todo, que no caigamos en el pecado mortal, y que en la hora de nuestra muerte estrechemos sobre nuestro pecho vuestra Medalla, y muramos en los brazos de vuestra misericordia para vivir eternamente con Vos en el Cielo. Amén.
Ejemplo
Hospital Santa Gertrudis, San Vicente, El Salvador. A mediados de mayo de 1959, llegó al Hospital una graciosa niña de unos once años de edad. Un enorme flemón y una temperatura de 40º la tenían en estado de inconsciencia. El diagnóstico de los médicos no podía ser más alarmante: “Meningitis tuberculosa”; la muerte era inminente.
Del modo más natural, animada de grandísima fe y confianza, una Hermana puso a la enfermita una Medalla Milagrosa, y juntas con la mamá pidieron a la Santísima Virgen la curación de la niña, cuyo estado no podía ser peor pues gritaba y se agitaba día y noche rechazando toda ayuda. En su delirio llegó hasta arrancarse varias veces la Medalla del cuello y hubo que contentarse con suspenderla de la cabecera de la cama.
Las mismas
enfermas unieron sus ruegos para pedir a la Santísima Virgen la curación de la
enfermita. Parecía que el cielo se complacía en probar nuestra fe y nuestra
confianza. La enferma no mejoraba. De repente en la primera semana de junio comenzó
a mejorar; desapareció la fiebre casi completamente; el 19 de junio en un rato
de lucidez, reconoció a su madre, pudo hablar. A los pocos días aquella niña
pudo andar. Los médicos quedaron admirados de tal curación. Por nuestra parte
bien sabíamos que solo la intervención de la Medalla Milagrosa había obrado el
milagro. Emma, tal es el nombre de la niña, quiso que se celebrara una Misa de
Acción de Gracias. Asistimos todos para ofrendar a nuestra Madre Celestial
nuestro tributo de agradecimiento.
Pídase a la Virgen la gracia que se desea alcanzar por su intercesión poderosa y para más obligarla, rezaremos tres Avemarías.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Yo os saludo, dulcísima Virgen María, Madre de Dios, y os elijo por mi amantísima Madre. Os suplico que me admitáis por hijo y siervo vuestro, pues yo no quiero tener otra Madre y Señora que a Vos. Os ruego también, ¡oh piadosa y tierna Madre mía!, que me gobernéis y defendáis en todas las acciones de mi vida porque soy un pobre infeliz mendigo, que en todos los instantes necesito de vuestra ayuda y protección. Ea, Virgen Santísima, hacedme participante de todos vuestros bienes y de vuestras virtudes, principalmente de vuestra santa humildad, de vuestra excelsa pureza, de vuestra ardiente caridad; pero sobre todo alcanzadme la gracia que os pido en esta novena. No me digáis, ¡oh Madre benignísima!, que no podéis concedérmela, porque vuestro amantísimo Hijo os ha dado todo poder tanto en el Cielo como en la tierra. También estoy seguro que no me desecharéis, porque Vos sois la Madre común de todos los hijos de Adán, y singularmente lo sois mía. Ya pues, que sois mi Madre y al mismo tiempo sois poderosísima, ¿qué es lo que podrá moveros a negarme vuestra excelencia? Atended, Madre mía, mandad, que en calidad de tal estáis en cierta manera obligada a concederme lo que os pido y acceder a mis ruegos. Sed, pues, bendita y ensalzada en el Cielo y en la tierra; alcanzadme de Dios que haga participante de todos los bienes y de todas las gracias que sean del agrado de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, objeto de todo mi amor ahora y por todos los siglos. Amén.
GOZOS EN HONOR A LA SANTÍSIMA VIRGEN VENERADA EN LA MEDALLA MILAGROSA
Digamos con melodía
Esta devota canción:
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
La medalla prodigiosa
A vos, purísima Virgen,
Debe el principio y origen
En una visión dichosa.
Todos por eso a porfía
Desean su adquisición.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Este emblema celestial
Infunde pena, furor,
Desesperación y horror
A la serpiente infernal.
¿Qué extraño, si su malicia
Ve en ella su confusión?
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los brillantes resplandores
Que vuestras manos despiden,
Son las gracias que reciben
De Vos los hombres viadores.
¿Quién es el que no confía
Vista tal demostración?
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
¿Quién podrá contar, Señora,
Los prodigios que habéis hecho
Con el que llevara al pecho
La medalla y os implora?
Llevémosla noche y dia
Con tierna veneración.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
El rayo, la tempestad,
El contagio inevitable,
De esta medalla admirable
Huyen con velocidad:
La virtud que los desvía
La da vuestra intercesión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
La tentación mas violenta
Resiste, calma y abate,
El fiel que en todo combate
Este escudo fuerte ostenta,
Su constancia no varía,
Si os ruega de corazón.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Las olas del mar furioso
Que espantan al que navega,
Pierden la fuerza si ruega
Ante este signo glorioso,
Porque Vos sois norte, guía
Y puerto de salvación.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los enfermos desahuciados
Buscan con solicitud
En la medalla salud,
Y no quedan defraudados:
Sanos, llenos de alegría
Dicen con dulce emoción.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los hombres mas obstinados
En la impiedad y en el vicio
Del eterno precipicio
Con ella han sido librados:
Pues por Vos, dulce María
Lograron su conversión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Madre en gracia concebida
Rogad, Señora, por nos
Que recurrimos a Vos
En tan miserable vida:
Muéstrate clemente y pía
Ahora y en toda ocasión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Digamos con melodía
Esta devota canción:
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
℣. Ruega por nosotros, ¡oh Santa María!, Reina concebida sin pecado original.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
Oh Señor Jesucristo, que quisiste esclarecer a la Santísima Virgen María, tu Madre, Inmaculada desde su origen, con innumerables milagros: concédenos que cuantos imploramos siempre su patrocinio, consigamos los gozos eternos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
***
Oh María, sin pecado concebida,
Rogad por nosotros que recurrimos a vos.
***
Querido hermano, si te ha gustado esta novena, compártala con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.