domingo, 1 de septiembre de 2024

SEGUNDA MEDITACIÓN: Anonadamiento de Nuestro Señor Jesucristo. MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS. San Juan Eudes

 


SEGUNDA MEDITACIÓN

Anonadamiento de Nuestro Señor Jesucristo.

 

MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD

Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS

San Juan Eudes

 

Para comenzar cada día:

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, digamos la siguiente oración:

 

Profesión de Humildad

 

Señor Jesucristo, nada somos,

nada podemos ni valemos,

nada tenemos a no ser nuestros pecados.

Somos siervos inútiles, nacidos en la enemistad,

últimos de los hombres,

primeros de los pecadores.

Sea para nosotros la vergüenza y la confusión,

y para ti, la gloria y el honor por siempre jamás.

Señor Jesucristo, compadécete de nosotros. Amén.

 

SEGUNDA MEDITACIÓN

Anonadamiento de Nuestro Señor Jesucristo.

 

Primer punto: Nuestro Señor se anonadó en su humanidad.

 

Adoremos a Nuestro Señor Jesucristo en su anonadamiento, significado por las siguientes palabras: «Se anonadó a Si mismo», (Fp 2,7), y consideremos que se anonadó, no sólo según su humanidad, sino aún en su divinidad.

Según su humanidad, se anonadó en sus pensamientos y disposiciones interiores, en sus palabras y en sus acciones.

En sus pensamientos y disposiciones interiores: Porque su humanidad sagrada no ignoraba que por sí misma nada era; y su alma santa vivía en una disposición y en un continuo sentimiento de anonadamiento, al contemplar la grandeza y la majestad infinita de Dios que siempre tenía ente sus ojos, y a la vista de su propia nada, de que estaba penetrado, y que experimentaba viva y profundamente.

En sus palabras: pues Él fue quien dijo de él mismo: «A la nada me vi reducido» Sal 73, 22; y también: «Soy como una nada ante ti» Sal 38, 6; y siempre que habló de sí mismo, se llamó humildemente «el hijo del hombre», esto es: el hijo de la nada, y, por consiguiente, la nada.

En sus acciones: porque, durante toda su vida se trató a sí mismo y se abatió y humilló como un hombre insignificante.

En sus pensamientos, palabras y acciones: pues cuanto pensó, dijo y ejecutó, lo hizo por su Padre y nada para sí, considerado como hombre, como si en realidad no existiera. «Jesucristo es todo de Dios (Cor 3, 23).

Todavía más; aniquiló también su voluntad, su espíritu,  el amor de sí mismo. Glorifiquémoslo proporcionalmente tanto como él se ha humillado, y a imitación suya, trabajemos por anonadarnos en nuestros pensamientos, palabras y acciones.

Supliquémosle que nos haga participar de su divina luz para conocer nuestra nada; que grabe en nuestras almas un profundo sentimiento de nuestra nada y que nos conceda la gracia de no pensar nada, de no decir ni ejecutar nada para nuestra propia nada, sino de hacer todas nuestras acciones para el gran Todo.

 

Segundo punto: Nuestro Señor anonadó también su divinidad

 

Jesucristo se aniquiló igualmente según su divinidad, puesto que abatió en cierto modo su ser supremo en la nada de nuestra pobre naturaleza; su vida divina en nuestra mortalidad; su eternidad, en el tiempo; su inmensidad e infinidad, en la pequeñez de la infancia; su omnipotencia, en la debilidad e impotencia; su sabiduría, en la insensata locura de la gruta de Belén y de la cruz del Calvario; su santidad, en el ropaje de la carne pecadora; su gloria, en las abyecciones e ignominias; su felicidad, en los sufrimientos; su plenitud, en la pobreza; su soberanía, en la sujeción y dependencia, etc.

Adorémosle y glorifiquémosle en este anonadamiento total; démosle gracias por la gloria que con él tributó a su Padre. Y puesto que por nosotros abatió tantas grandezas, tan santas y divinas, anonademos por él cosas tan bajas, tan abyectas, y aún tan malas y corrompidas que hay en nosotros.

 

Tercer punto: Nuestro Señor quiso ser tratado como la nada.

 

Consideremos que, mientras vivió en la tierra, Jesús quiso ser tratado como la nada, aún como si hubiera sido menos que eso, permitiendo lo trataran con menos respeto y humanidad, y con más ignominia, injusticia Y crueldad que si hubiera sido la mayor de las nadas.

Consideremos que aún hoy se abate y aniquila en su divinidad y en su humanidad en el Santísimo Sacramento del altar, en el que la mayor parte de los cristianos lo tratan como una nada, ya que se comportan ante él con tan poco temor y reverencia, como si él nada fuera.

Démonos a Él para honrarlo e imitarlo en sus humillaciones y abatimientos; pidámosle que aniquile nuestra vanidad y que nos dé parte de la  humildad de su espíritu, para  que nos estimemos y tratemos en adelante con todo desprecio y humillación, alegrándonos de que los demás nos traten y consideren en la misma forma.

 

Oración jaculatoria: Oh Señor Jesucristo, nada somos.

Para finalizar cada día:

 

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Venerable Cardenal Merry del Val

 

Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.

 

Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús

 

Del temor de ser humillado, líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús

Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús

Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús

 

Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo

 

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

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***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.