Martes de la IV semana de Cuaresma
Comentarios al Evangelio
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Jn 7,14-18 Y al medio
de la fiesta subió Jesús al templo y enseñaba. Y se maravillaban los judíos y decían:
"¿Cómo sabe éste letras, no habiéndolas aprendido?" Jesús les
respondió y dijo: "Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me ha enviado.
El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la doctrina si es de Dios, o si
yo hablo de mí mismo. El que de sí mismo habla, busca su propia gloria: mas el
que busca la gloria de Aquel que le envió, éste veraz es, y no hay en él
injusticia". (vv. 14-18)
Crisóstomo, ut sup
Deseando el
Señor hacer más atentos con su tardanza a los que le oían, no subió los primeros
días, sino cuando estaba la fiesta a la mitad. Por esto sigue: "Y al medio
de la fiesta, subió Jesús al templo", etc. Y entonces, los que lo buscaban
en los primeros días, viéndolo presente de repente, prestaban más atención a
sus palabras, tanto los que decían que era bueno, como los que decían que era
malo, los primeros, en verdad, para ganar algo y admirarse; mas los segundos
con el fin de encontrar ocasión para prenderlo.
Teofiactus
Porque al
principio de la fiesta se fijaban más bien en lo que atañía a la misma fiesta,
y de aquí el que después oían a Jesucristo con más atención.
San Agustín, in Ioanem tract. 28
Se comprende
que aquella festividad duraba muchos días, y por esta razón dice: "Y al
medio de la fiesta", esto es, que faltaban tantos días para que concluyese
la fiesta cuantos habían pasado ya; y así se cumplía lo que había dicho:
"Yo no subo todavía a esta fiesta", esto es, en el día que vosotros
queréis, al primero o al segundo; pero subió después, cuando la fiesta se encontraba
a la mitad.
San Agustín, de quest nov et testam qu 78
Y subió
entonces, no a la fiesta, sino a ilustrar. Porque ellos habían subido como a
gozar de las delicias de las fiestas; pero en verdad el día de fiesta fue para
Jesucristo aquél en que redimió al mundo por medio de su pasión.
San Agustín, in Ioanem tract. 29
Aquel que
antes se escondía, ahora enseñaba y hablaba en público, y sin embargo no era
detenido. Cuando se ocultaba, lo hacía para ejemplo, y cuando hablaba, para
mostrar su poder.
Crisóstomo, ut sup
No nos dice
el evangelista lo que enseñaba, pero sí que enseñaba admirablemente; y era
tanto el poder del que enseñaba que aquellos que antes habían dicho
"engaña a las gentes", ahora se veían transformados a causa de la
admiración. Por esto sigue: "Y se maravillaban los judíos y decían: ¿cómo
sabe éste letras, no habiéndolas aprendido?" Obsérvese la admiración,
llena de malicia, porque no dice que se admiraban de la doctrina, sino que
cayeron en otra admiración, a saber, de dónde podía haber aprendido aquello,
etc.
San Agustín, ut sup
Y yo creo
que todos se admiraban, pero no todos se convertían. ¿Y de dónde aquella
admiración? Porque muchos sabían dónde había nacido y cómo se había criado.
Nunca lo habían visto estudiar, y sin embargo, lo oían disputar acerca de la
Ley, citando testimonios de ella, de tal forma que ninguno podría citarlos sin
leerlos, y ninguno leerlos sin haber aprendido a leer. De esto nacía su
admiración.
Crisóstomo, ut sup
Por esta
duda debían comprender que la ciencia que en El había no era humana, sino
divina; mas esto no querían decirlo ellos, sino que se contentaban con
admirarlo. Mas el Señor lo dio a conocer en seguida. Prosigue: "Jesús les
respondió y dijo: mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me ha enviado".
San Agustín, ut sup
Parece que
en esto hay alguna contradicción, porque dijo " mía " y " no mía
", pues si hubiese dicho, esta doctrina no es mía, no habría cuestión.
Pero, ¿cuál es la doctrina del Padre, sino el Verbo del Padre? Y el mismo
Jesucristo es la doctrina del Padre, porque es el Verbo del Padre. Pero como la
palabra no puede dejar de ser de alguien, dijo que la doctrina era El mismo, y
no que era suya, porque El es el Verbo del Padre. ¿Qué cosa hay más tuya que tú
mismo? ¿Y qué cosa menos tuya que tú mismo, si ya tú eres de alguien? En mi
concepto, dijo en obsequio de la brevedad: "Mi doctrina no es mía",
como si dijere, yo no dependo de mí mismo. Este concepto destruye la herejía de
los sabelianos, que se atrevieron a decir que el Padre y el Hijo son una misma
cosa, dos nombres, pero una sola persona.
Crisóstomo, in Ioanem hom. 48
O bien dice
que es doctrina suya, porque la enseñaba, y no era suya, porque la doctrina era
del Padre. Mas si todo lo que es del Padre era suyo, en el mero hecho de ser
del Padre también debía ser suyo. Mas, en cuanto dice no es mía, demuestra con
toda evidencia que la doctrina era suya y de su Padre; como si dijera, nada he
modificado ni cambiado, sino que hago como digo, para que no se crea que yo
digo o hago cosa alguna diferente del Padre.
San Agustín, de Trin 1,11
Quizá en un
concepto dijo que la doctrina era suya, y en otro que no era suya. En cuanto
era Dios, era suya; pero en cuanto era hombre, la doctrina no era suya.
San Agustín, in Ioanem tract. 29
Y si alguno
entiende esto poco, oiga el consejo que da el Señor a continuación, diciendo:
"El que quisiere hacer su voluntad", etc. ¿Qué quiere decir "si
alguno quisiere hacer su voluntad"? Esto es creer en El, porque el
Salvador había dicho antes, "Esto es obra de Dios, el que creáis en Aquel
que El ha enviado". ¿Y quién desconoce que es hacer la voluntad de Dios
obrar como El obra? Y conocerlo es tanto como entenderlo. Luego no pretendas
comprender para creer, sino antes cree para comprender, porque si no crees no
puedes entenderlo ( Is 7,9).
Crisóstomo, ut sup
Acaso habló
así como diciéndoles: Prescindid de la ira, de la envidia, del odio que sin
causa alguna tenéis contra mí, y entonces no habrá motivo alguno que os impida
conocer que son palabras de Dios las que yo hablo. Después aduce otro argumento
indestructible de lo que sucede entre los hombres, instruyéndonos por este
medio. Por esto sigue: "El que de sí mismo habla, busca su propia
gloria". Como diciendo, el que quiere establecer alguna doctrina propia,
no quiere hacer esto por otra causa que por adquirir gloria. Y si yo busco la
gloria de Aquel que me envió, ¿cómo querría enseñaros cosas ajenas de Aquél en
cuyo obsequio predico? Y esto es lo que añade: "Mas el que busca la gloria
de Aquel que me envió, éste es veraz y no hay en él injusticia".
Teofiactus
Como si
dijera: soy veraz, porque mi doctrina encierra la verdad, y no hay injusticia
en mí, porque no usurpo la gloria de otro.
San Agustín, ut sup
El que busca
su propia gloria, es el anticristo. Mas nuestro Señor nos ha dado grande
ejemplo de humildad, porque mientras vivió como hombre buscó la gloria del
Padre y no la suya; y tú, cuando haces algo bueno, buscas tu propia gloria, y
cuando haces algo malo, tratas de atribuirlo a Dios.
Crisóstomo, ut sup
Véase cómo busca el medio de hablar de sí humildemente, diciendo que crean que no desea su propia gloria, ni su propia elevación; y cómo también, por la ignorancia de los que le oyen, se propone enseñar a los hombres que sepan lo que puedan comprender, y que no hablen de sí cosas grandes, sino siempre las más humildes.
19-24 "¿Por
ventura no os dio Moisés la Ley y ninguno de vosotros hace la Ley? ¿Por qué me
queréis matar?" Respondió la gente, y dijo: "Demonio tienes: ¿quién
te quiere matar?" Jesús les respondió, y dijo: "Hice una obra, y
todos os maravilláis. Por esto os dio Moisés la circuncisión: (no porque ella
es de Moisés, sino de los padres), y circundáis al hombre en sábado. Si recibe
el hombre la circuncisión en sábado porque no se quebrante la Ley de Moisés,
¿os ensañáis contra mí porque sané en sábado a todo un hombre? No juzguéis
según lo que aparece, mas juzgad justo juicio". (vv. 19-24)
Crisóstomo, in Ioanem hom. 48
Dos
recriminaciones presentaban los judíos contra Jesucristo: una, porque no
respetaba el sábado; otra, porque decía que Dios era su Padre, haciéndose igual
a Dios. Respecto de la segunda, ya probó que no era enemigo de Dios, porque
enseñaba lo mismo que El. Respecto de la profanación del sábado, les arguye
diciendo: "¿Por ventura no os dio Moisés la Ley, y ninguno de vosotros
hace la Ley?" Como si dijese: la Ley dice no matarás, y vosotros matáis,
que es lo que expresa a continuación: "¿Por qué me queréis matar?".
Como si dijese: porque aunque yo haya quebrantado la Ley curando a un hombre,
esta transgresión fue para bien; pero vosotros quebrantáis la Ley para mal, por
lo que no debo ser juzgado por vosotros acerca de la infracción de la Ley. Por
tanto, los impugnó por dos razones, diciendo "¿por qué me queréis
matar?" y manifestando que los que traman la muerte de alguien no son
dignos de juzgar a otro.
San Agustín, in Ioanem tract. 30
Y dice esto,
porque si hubiesen obrado con arreglo a la Ley, hubiesen conocido a Jesucristo
por las mismas palabras de la Ley, y no le hubiesen muerto, teniéndole
presente. Mas la turba le dio una respuesta, inspirada, no por el amor del orden,
sino del desorden. Prosigue, pues: "Respondió la turba y dijo: demonio
tienes: ¿quién te quiere matar?". Decían que tenía el demonio el mismo que
arrojaba a los demonios. Mas el Señor no se turbó, sino que permaneció
tranquilo en su verdad, y no devolvió maldición por maldición, sino que
respondió con mansedumbre.
Beda
En lo cual
nos dejó un ejemplo de paciencia, para que siempre que seamos objeto de
imputaciones falsas, levantadas por alguno, las suframos con paciencia y no
opongamos las verdades que podamos presentar en defensa nuestra, sino que demos
consejos saludables. Sigue, pues: "Jesús les respondió y dijo: hice una
obra, y todos os maravilláis".
San Agustín, ut sup
Como si
dijere: ¿qué sucedería si vieseis todas mis obras? Porque obras suyas eran las
que veían en el mundo, pero no lo veían a El, que era el que hizo todas las
cosas: hizo una sola cosa, y todos se maravillaron porque curó a un hombre en
día de sábado: como si aquel enfermo curado en sábado pudiese haberlo curado
otro que Aquel que los maravilló porque había curado a un hombre en sábado.
Crisóstomo, in Ioanem hom. 48
Y esto es lo
que dice: "Os maravilláis", esto es, os turbáis y os alborotáis. Y
véase cómo les arguye prudentemente por medio de la Ley: quiere, pues, dar a
conocer, que cuando hizo esto, no quebrantó la Ley, porque hay otras muchas
cosas más esenciales que la observancia del sábado, con las cuales la Ley no se
quebranta, sino que se cumple. Y añade: "Por esto os dio Moisés la
circuncisión, no porque ella es de Moisés, sino de los padres, y circuncidáis
al hombre en sábado".
San Agustín, ut sup
Como
diciendo: bueno es que hayáis recibido la circuncisión de Moisés, no porque
ésta es de Moisés, sino de los patriarcas, puesto que Abraham fue el primero
que recibió del Señor la orden de la circuncisión, y circuncidáis en sábado.
Moisés mismo os confunde: sabéis por la Ley que podéis circuncidar en el octavo
día, y sabéis también por la Ley que debéis descansar en el día séptimo. Mas si
el octavo día del que ha nacido coincide con el día séptimo, que es el sábado,
circuncidáis al hombre, porque la circuncisión es un signo de salvación, y los
hombres no deben prescindir de la salvación ni aun en el día del sábado.
Alcuino
Por tres
motivos se había establecido la circuncisión: primero, para que sirviese de
recuerdo de la gran fe de Abraham; segundo, para que por ella los judíos se
distinguiesen de las demás naciones; y tercero, para que recibiéndola en los
órganos que indican la virilidad, conociesen que debían guardar castidad, tanto
de alma como de cuerpo. Y servía entonces la circuncisión, cuando ahora sirve
el bautismo, salvo que la puerta (del cielo) aún no estaba abierta. De estas
premisas deduce: y si el hombre recibe la circuncisión en sábado, sin que por
ello quebrante la Ley de Moisés, ¿cómo os indignáis contra mí porque he curado
a un hombre en día sábado?
Crisóstomo, ut sup
Como
diciendo: la no observancia del sábado por la circuncisión, es el cumplimiento
de la Ley; y así yo, curando un hombre en sábado, he cumplido también con la
Ley: vosotros, que no sois legisladores, defendéis la Ley con exageración, pero
Moisés manda que se quebrante la Ley en virtud del mandato que no estaba
incluido en ella, sino que procedía de los padres. Y respecto a lo que dice:
"He curado completamente un hombre en sábado", da a entender que la
circuncisión cura solamente en parte.
San Agustín, ut sup
Tal vez
aquella circuncisión, prefiguraba al mismo Señor; porque, ¿qué es circuncisión,
sino despojo de la carne? Significa, pues, la separación de las pasiones
carnales del corazón: y no se mandó sin causa alguna que consistiese en la
sección de la carne por donde se procrea la criatura de los mortales, porque
por un sólo hombre entró el pecado en el mundo ( Rom 5,12). Y por tanto, todo
hombre nace con pecado, porque trae consigo el vicio de su propagación, y no
purifica Dios del vicio con que cada uno nace, ni de los vicios que se acumulan
viviendo mal, sino por medio de Jesucristo: y ésta es la razón porque circuncidaban
con cuchillos de piedra, y figuraban a Jesucristo con el nombre de " la
piedra ". Y por eso debía verificarse, en el octavo día, después de haber
nacido la criatura, porque el Señor resucitaría después del día séptimo, que
era el sábado, o sea en el domingo. La misma resurrección nos circuncida, esto
es, nos quita los apetitos carnales. Comprended que la obra buena que yo he
realizado en sábado, al salvar por completo a un hombre, tiene esta
significación: porque fue curado para que sanase del cuerpo, y creyó para sanar
del alma. Se os ha prohibido trabajar en cosas serviles en el día de sábado:
¿acaso es obra servil curar a un hombre en sábado? Coméis, ciertamente, y
bebéis en sábado, porque esto afecta a la salud, en lo cual probáis que las obras
que atañen a la salud no deben omitirse en el día de sábado.
Crisóstomo, ut sup
Y no dijo,
yo he hecho una cosa mejor que la circuncisión, sino únicamente refirió el
suceso, dejándolos que juzgasen. Por esto sigue: "No juzguéis según lo que
aparece, mas juzgad justo juicio"; como diciendo: no porque Moisés es más
considerado entre vosotros que yo, debéis sentenciar según la importancia de
las personas, sino que debéis hacerlo atendiendo a la naturaleza de las cosas,
y esto quiere decir juzgar con justicia. Nadie ha censurado a Moisés porque
haya mandado quebrantar el sábado con motivo de la circuncisión, lo cual
equivalía a establecerlo como Ley: luego Moisés es más digno de fe para
nosotros, cuando manda que se quebrante la Ley por medio de un mandato no legal
1.
San Agustín, ut sup
Mas esto que
el Salvador hizo notar con este motivo, parece que cuesta gran trabajo dejar de
hacerlo en este mundo, o sea el no juzgar personalmente. El Señor amonesta con
esto a los judíos y a nosotros; mas lo que resonaba como muy bueno en la boca
del Señor, se ha escrito para nosotros, y se predica por nosotros: el Señor
está arriba, pero también el Señor aquí existe como verdad, y el cuerpo del
Señor, en que resucitó, puede estar en un solo lugar, pero su verdad está
difundida en todas partes. ¿Quién es, pues, el que no juzga personalmente? El
que ama del mismo modo; y cuando honramos a los hombres de diverso modo, según
sus dignidades, debe temerse que hagamos acepción de personas: muchas veces
juzgamos entre un padre y un hijo, y no igualamos al hijo con el padre en
cuanto al honor, sino que lo preferimos si es mejor la causa del hijo que la
del padre, guiándonos por la verdad, concediéndole así el honor debido, para
que la justicia no pierda su mérito.
Notas
1. La Ley establecía la circuncisión al octavo día después del nacimiento (ver Lev 12,3). Era signo distintivo de la alianza de Dios con Abraham y su linaje, y de pertenencia a éste último ( Gén 17,12).
25-30 Y
decían algunos de Jerusalén: "¿No es éste el que los judíos buscan para
matarle? Pues ved aquí que habla en público y no le dicen nada: ¿Por ventura
han reconocido los príncipes que éste es el Cristo? Mas éste sabemos de dónde
es: y cuando viniere el cristo, ninguno sabe de dónde sea". Y Jesús alzaba
la voz en el templo, enseñando y diciendo: "Vosotros me conocéis y sabéis
de dónde soy: empero yo no vine de mí mismo, mas es veraz el que me envió, a
quien vosotros no conocéis. Yo le conozco, y si dijere que no le conozco seré
mendaz semejante a vosotros. Mas yo le conozco; porque de El soy, y El me
envió". Y le querían prender: mas ninguno le echó la mano, porque todavía
no era llegada su hora. (vv. 25-30)
San Agustín, in Ioanem tract. 31
Ya se ha
dicho antes de ahora, que el Señor había subido de oculto a la fiesta, no
porque temía ser detenido, puesto que tenía poder para evitarlo, sino para dar
a entender también que se ocultaba en el día mismo de la fiesta que celebraban
los judíos, y que esto encerraba su misterio. Mas ahora aparece el poder que
antes se consideraba como cobardía: hablaba en público en el día de la fiesta,
de tal modo que las gentes se admiraban. Por esto sigue: "Y decían algunos
de los de Jerusalén", etc. Sabían que se le buscaba con mala intención, y
se maravillaban pensando en virtud de qué poder no era aprehendido.
Crisóstomo, in Ioanem hom. 49
Y añadió el
evangelista, "de los de Jerusalén", porque los que habían presenciado
mayor número de milagros eran precisamente los que creían menos, puesto que
viendo la señal más evidente de la divinidad de Jesucristo sometían todas las
cosas al parecer de sus príncipes corrompidos. ¿Y no era una gran señal de
esto, que estando furiosos y buscándolo para matarlo, lo tuviesen en sus mismas
manos y de pronto se calmasen?
San Agustín, ut sup
Por tanto,
no conociendo claramente el poder de Jesucristo, lo creyeron efecto de la
ciencia de sus príncipes, que lo perdonaron porque conocieron que era el
Cristo. Por esto añade: ¿Por ventura han reconocido los príncipes que éste es
el Cristo?
Crisóstomo, ut sup
Mas aquellas
gentes ni aun se someten a la decisión de sus príncipes, sino que aceptan otro
parecer erróneo y digno de su propia locura. Por esto añade: "Mas éste
sabemos de dónde es: y cuando viniere el Cristo ninguno sabe de dónde
sea", etc.
San Agustín, ut sup
Esta opinión
nació entre los judíos, y no sin fundamento; sin embargo, encontramos que las
Escrituras dijeron, hablando de Cristo, que se llamaría Nazareno ( Mt 2,23).
Luego habían predicho de dónde vendría. Además, los judíos dijeron a Herodes
cuando lo buscaban, que el Cristo había de nacer en Belén de Judá, y citaron el
testimonio de los profetas. ¿De dónde nace ahora esta opinión entre los judíos,
de que cuando venga el Cristo nadie sabrá de dónde procede? Porque las
Escrituras habían dicho lo uno y lo otro; en cuanto hombre, predijeron de dónde
nacería; pero en cuanto Dios, se ocultaba a los impíos y buscaba a los buenos.
Sin duda formaron esta idea porque habían leído en Isaías: "¿Quién podrá
contar su generación?" ( Is 53). Pero el Señor contestó a una y a otra
cosa, tanto a los que sabían de dónde había venido, cuanto a los que no lo
sabían. Por esto sigue: "Y Jesús alzaba la voz en el templo, enseñando y
diciendo: vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy". Lo cual quiere
decir: sabéis de dónde he venido, pero no sabeis de dónde procedo, sabéis de
dónde he venido porque soy Jesús de Nazaret, cuyos padres también conocéis. En
este asunto sólo se les ocultaba el parto de la Virgen, a excepción de lo cual
sabían todo lo que afectaba a Jesús en cuanto hombre. Por esto dijo, con mucha
razón: "Y vosotros me conocéis, y sabéis de dónde soy"; esto es, en
cuanto a la humanidad y a la forma de hombre que tenía. Pero en cuanto a la
Divinidad, dijo el Salvador: "Empero, yo no vine de mí mismo, mas es veraz
el que me envió".
Crisóstomo, ut sup
Por medio de
ello les revela lo que ellos pensaban. Como si dijese: no soy de aquellos que
han venido a este mundo sin causa, sino que es veraz el que me ha enviado; y si
es veraz, me ha enviado en verdad, y el que ha sido enviado debe ser también
veraz. Además los convence con sus mismas razones, porque decían: cuando venga
el Cristo, ninguno sabrá de dónde procede; y en esto manifiesta que El es el
Cristo, porque ha venido del Padre, a quien ellos no conocen; y por esto añade:
"A quien vosotros no conocéis".
San Hilario, De Trin 1,6
¿Pues no es
verdad que todo hombre, aunque por la carne no nace de Dios, según el espíritu,
conforme todos creen, procede de Dios? ¿Y cómo dice que los que le oyen no
pueden saber de dónde procede, si no se entiende con esta palabra "de
dónde" el autor de su naturaleza? Porque aquellos cuya procedencia se
ignora implica por este sólo hecho la manifestación de su naturaleza; El que
procede de la nada, no puede ignorarse de dónde viene, y al conocerse que de la
nada viene, ya no tiene la ignorancia de su origen. Es desconocido lo que El es
en sí, en cuanto que se ignora de dónde procede. No dice que es Hijo suyo aquel
que niega que ha sido de El, ni comprende que no ha nacido aquel que cree que
procede de la nada.
Crisóstomo, ut sup
El Señor
llama ignorancia aquí a lo que revelan las obras, como dice San Pablo:
"Alardeando que conocen a Dios, y le niegan en sus obras". Por esto,
los reprende en dos sentidos: en primer lugar porque hablaban en secreto, esto
lo dice en público y lo dice en voz alta para avergonzarlos.
San Agustín, ut sup
Por último,
para manifestarles cómo podían conocerlo, añadió: "Yo le conozco";
por tanto, preguntadme y así le conoceréis: porque no conoce al Padre nadie más
que el Hijo y aquél a quien el Hijo quiera darle a conocer, como dice por medio
de San Mateo. "Porque si os digo que no le conozco, seré mentiroso como
vosotros".
Crisóstomo, ut sup
Lo cual es
imposible, porque si es veraz el que me envió, también debe serlo el que ha
sido enviado; en todas ocasiones reivindica para sí solo el conocimiento del
Padre, porque es del Padre. Por esto sigue: "Yo le conozco, porque de El
soy".
San Hilario, ut sup
Y pregunto
si da a conocer que sea de El por creación o por generación; porque si es por
creación, también todo lo que ha sido creado viene de Dios. ¿Mas cómo es que
todas las cosas no conocen al Padre, siendo así que el Hijo lo conoce por lo
mismo que es de El? Si, pues, es propio de Aquél, porque es del Padre, el
conocerle, ¿cómo no lo será también de Aquel que inmediatamente es de El, esto
es, del que participa de la naturaleza de Dios como su verdadero Hijo? Tiene,
pues, la propiedad del conocimiento, como consecuencia de la propiedad de la
generación. Sin embargo, con el fin de que la herejía no tomase argumentos del
tiempo de su venida, añadió a continuación: "Y El me envió". Conservó
así el orden del misterio evangélico, diciendo que había nacido y que había
sido enviado.
San Agustín, ut sup
Dijo además:
De El mismo soy, como un Hijo de su Padre; y aunque me veis vestido de la
humanidad, El me ha enviado. En ello no debemos ver la diversidad de
naturaleza, sino la autoridad del generador.
Crisóstomo
Los judíos
se incomodaron cuando oyeron decir al Señor: "A quien vosotros no
conocéis", porque aparentaban que le conocían. Por esto sigue el
evangelista: "Y le querían prender", etc. Y véase aquí refrenado de
una manera invisible el furor de los judíos. Pero el evangelista, queriendo
hablar con más suavidad y humildad, con el fin de que se conociera por esto que
Jesucristo era hombre, no dijo que los detuvo de una manera invisible, sino que
añadió: "Porque todavía no era llegada su hora".
San Agustín
Esto es, porque no quería, porque Dios no nació bajo el influjo del fatalismo. Esto ni aun del hombre debe creerse; ¿cuánto menos respecto de Aquél por quien ha sido hecho? Si nuestra última hora depende de su voluntad, ¿qué otra cosa es su hora sino su voluntad? No dijo en la hora en que se vería obligado a morir, sino en la que se dignaría dejarse matar.
31-36 Y
muchos del pueblo creyeron en El y decían: "¿Cuando viniere el Cristo hará
más milagros que los que éste hace?" Oyeron los fariseos estos murmullos
que había en el pueblo acerca de El: y los príncipes de los sacerdotes y los fariseos
enviaron ministros para que le prendiesen. Y Jesús les dijo: "Aún estaré
con vosotros un poco de tiempo, y voy a Aquél que me envió. Me buscaréis, y no
me hallaréis: y donde yo estoy, vosotros no podéis venir". Dijeron los
judíos entre sí mismos: "¿A dónde se ha de ir éste, que no le hallaremos?
¿Querrá ir a las gentes que están dispersas, y enseñar a los gentiles? ¿Qué
palabra es esta, que dijo me buscaréis, y no me hallaréis: y donde yo estoy
vosotros no podéis venir?" (vv. 31-36)
San Agustín, in Ioanem tract. 31
El Señor
salvaba a los pobres y a los humildes. Por esto dice el evangelista: "Y
muchos del pueblo creyeron en El", etc. La plebe fue la que conoció en
seguida su propia enfermedad, y conoció pronto la medicina de El.
Crisóstomo, in Ioanem hom. 49
Mas en éstos tampoco había una fe completa, sino que hablaban vulgaridades, como hablan las muchedumbres. Prosigue: "Y decían: cuando viniere el Cristo, ¿hará más milagros que los que éste hace?". Porque decir cuando venga el Cristo, era tanto como no creer firmemente que Jesús era el Cristo. O también decir esto equivale a manifestar que El era el Cristo, como si dijesen: ¿Acaso aquél, cuando venga, podrá ser mejor y hacer más milagros? Porque los más ignorantes más bien se dejan llevar de los milagros que de la doctrina.