Lunes de la I semana de Pasión
Comentarios al Evangelio
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Juan 7, 31-36 Y
muchos del pueblo creyeron en El y decían: "¿Cuando viniere el Cristo hará
más milagros que los que éste hace?" Oyeron los fariseos estos murmullos
que había en el pueblo acerca de El: y los príncipes de los sacerdotes y los
fariseos enviaron ministros para que le prendiesen. Y Jesús les dijo: "Aún
estaré con vosotros un poco de tiempo, y voy a Aquél que me envió. Me
buscaréis, y no me hallaréis: y donde yo estoy, vosotros no podéis venir".
Dijeron los judíos entre sí mismos: "¿A dónde se ha de ir éste, que no le
hallaremos? ¿Querrá ir a las gentes que están dispersas, y enseñar a los
gentiles? ¿Qué palabra es esta, que dijo me buscaréis, y no me hallaréis: y
donde yo estoy vosotros no podéis venir?" (vv. 31-36)
San Agustín, in Ioanem tract. 31
El Señor
salvaba a los pobres y a los humildes. Por esto dice el evangelista: "Y
muchos del pueblo creyeron en El", etc. La plebe fue la que conoció en
seguida su propia enfermedad, y conoció pronto la medicina de El.
Crisóstomo, in Ioanem hom. 49
Mas en éstos
tampoco había una fe completa, sino que hablaban vulgaridades, como hablan las
muchedumbres. Prosigue: "Y decían: cuando viniere el Cristo, ¿hará más
milagros que los que éste hace?". Porque decir cuando venga el Cristo, era
tanto como no creer firmemente que Jesús era el Cristo. O también decir esto
equivale a manifestar que El era el Cristo, como si dijesen: ¿Acaso aquél,
cuando venga, podrá ser mejor y hacer más milagros? Porque los más ignorantes
más bien se dejan llevar de los milagros que de la doctrina.
San Agustín, ut sup
También podían entender que si no había dos, éste sería el Cristo. Pero los príncipes no pensaban bien. Y por esto no sólo no lo consideraban como médico, sino que trataban de matarle. Por esto sigue: "Oyeron los fariseos estos murmullos que había en el pueblo y enviaron guardias para que le prendiesen".
Crisóstomo, ut sup
El Señor
había hablado antes muchas cosas, y nada le hicieron. Lo que más les
mortificaba, era que las muchedumbres glorificasen a Jesucristo: aquello de que
profanaba el sábado, no era más que una excusa que trataban de alegar. Y ellos
mismos no se atrevían a prender a Jesús, por el peligro a que se exponían; por
esto envían a los guardias, porque estaban expuestos a los peligros.
San Agustín, ut sup
Pero como no
podían prenderle si El no quería, le enviaron los guardias sólo para que oyesen
lo que enseñaba. Prosigue el evangelista: "Y Jesús les dijo: Aun estaré
con vosotros un poco de tiempo".
Crisóstomo, ut sup
Estas
palabras están llenas de humildad, y equivalen a decir: ¿por qué os apresuráis
a matarme? Esperad un poco de tiempo.
San Agustín, ut sup
O lo que es
lo mismo: ya haréis dentro de poco lo que queréis hacer; pero no ahora, porque
yo no quiero; debo llenar todo mi tiempo, y después sufrir mi pasión.
Crisóstomo, ut sup
Con esto
aterró a la turba más audaz, y a la que le era afecta la hizo más ávida de su
palabra, en atención al poco tiempo que se les concedía para gozar de tal
doctrina. Y no dijo sencillamente: aquí estoy, sino: con vosotros; esto es,
como diciendo: aunque me persigáis, no cesaré de concederos lo que os
concierne, y de enseñaros cuanto afecta a vuestra felicidad, aconsejándoos.
Respecto a lo que dijo: "Y voy a Aquel que me envió", decía lo
bastante para asustarlos.
Teofiactus
Dando a
entender que el Padre habría de pedirles cuenta acerca de ellos; porque si
trataban mal al que había sido enviado, no hay duda que también tratarían mal a
quien le había enviado, etc.
Beda
Y dice:
"Y voy a Aquél que me envió", como si dijere: cuando suba, volveré al
Padre que me mandó encarnar, indicando que iba a aquel lugar, de donde nunca se
había separado.
Crisóstomo, ut sup
Y que
necesitaban de El, lo manifiesta por estas palabras: "Me buscaréis y no me
hallaréis". ¿Pero cuándo buscaron los judíos al Salvador? San Lucas lo
dice: "Cuando las mujeres lloraban sobre El" ( Lc 23). Y es probable
que a muchos otros les sucediera lo mismo: especialmente cuando ocurrió el
sitio de la ciudad 1, muchos se acordarían de Jesucristo y de sus
milagros, y pedirían que se presentase.
San Agustín, in Ioanem tract. 31
También predijo aquí su resurrección, porque después
de ella habrían de buscarle arrepentidos; y como no habían querido conocerle
cuando estaba presente, después le buscaban cuando vieron que muchos creían en
El: por lo que muchos, como arrepentidos, dijeron: ¿qué haremos? Vieron a
Jesucristo morir por la maldad de ellos, y creyeron en Cristo cuando perdonaba
sus pecados, y desesperaron de su salvación, hasta que bebieron la sangre que
habían derramado.
Crisóstomo, in Ioanem hom. 49
Y para que no se creyese que El saldría de este mundo
por medio de la muerte, como salen los demás hombres, añadió: "Y donde yo
estoy, vosotros no podéis venir". Si hubiese permanecido en la muerte,
todos hubiesen podido ir a donde El estaba, porque allí vamos todos.
San Agustín, ut sup
Y no dijo: "donde yo estaré", sino "en
donde estoy". Siempre estaba Jesucristo allí adonde había de volver, y
volvió, pero sin dejarnos, porque estaba Jesucristo sobre la tierra en cuanto a
la carne visible; mas estaba en el cielo y en la tierra según la majestad
invisible. No dijo, pues, no podréis, sino no podéis venir; entonces eran de
tal condición, que no podían. Y para que se comprenda que no decía esto para
que desesperasen, a sus discípulos les dijo una cosa parecida: a donde yo voy,
vosotros no podéis venir; pero al final explicó esto a San Pedro, diciéndole: a
donde yo voy, no podéis seguirme ahora, pero me seguiréis después.
Crisóstomo, ut sup
Dijo todo esto queriendo atraerlos, porque el poco
tiempo que quedaba, y el gran deseo que de El tendrían después que se marchase,
eran suficientes para invitarlos a que creyesen en El. Respecto de lo que dijo:
"Voy a Aquel que me envió", manifiesta que no sufriría daño alguno
por las asechanzas de sus enemigos, y que la pasión la sufría porque quería.
Estas palabras del Salvador produjeron alguna sensación en los judíos, y se
preguntaban entre sí a dónde iría, lo cual no era propio de aquellos que
deseaban ser redimidos por El. Prosigue: "Dijeron los judíos entre sí
mismos: ¿Adónde se ha de ir éste que no le hallaremos? ¿Querrá ir a las gentes
que están dispersas y enseñar a los gentiles?" Los judíos llamaban
gentiles a las otras naciones, gloriándose de sí mismos en gran manera, pues
los gentiles se hallaban dispersos por todas partes y mezclados entre sí. Pero
los judíos sufrieron después esta misma afrenta y fueron dispersados por todo
el mundo. Antiguamente todo su pueblo se encontraba reunido, pero después los
judíos se dispersaron por toda la tierra y se mezclaron con los gentiles. Así
pues, el Señor no hubiera dicho: "Adonde yo voy vosotros no podéis
venir", si se hubiese estado refiriendo a los gentiles.
San Agustín, ut sup
Mas el Señor había dicho: "a donde yo voy"
refiriéndose al seno del Padre. Pero ellos no entendieron esto en manera
alguna. Y, sin embargo, vaticinaron con este motivo nuestra salvación,
anunciando que el Salvador habría de ir a estar entre los gentiles, no con la presencia
de su cuerpo, sino con sus pies. Porque nos envió sus miembros, y nos convirtió
en miembros suyos.
Crisóstomo, ut sup
Y no dijeron que iría a los gentiles para hacerles
daño, sino para enseñarles. Ya habían domeñado su ira y habían creído. Si no
hubiesen creído, en vano le hubiesen buscado para sí mismos: "¿Y qué
quiere decir con aquellas palabras que dijo:: me buscaréis y no me
encontraréis; y en donde yo estoy, vosotros no podéis venir?".
Notas
1. Se refiere a Jeusalén, destruida por el ejército romano en el año 70 d.C.
37-39 Y en el último
grande día de la fiesta, estaba allí Jesús, y decía en alta voz:" Si
alguno tiene sed, venga a mí, y beba. El que cree en mí, como dice la
Escritura, de su vientre correrán ríos de agua viva". Esto dijo del
Espíritu, que habían de recibir los que creyesen en El; porque aún no había
sido dado el Espíritu, por cuanto Jesús no había sido aún glorificado. (vv.
37-39)
Crisóstomo, In Ioannem, hom. 50
Y para cuando volviesen a sus casas,
después de celebradas las fiestas, el Señor les da para el camino el alimento
de la salvación. Por esto dice: "Y en el último grande día de la
fiesta", etc.
San Agustín, in Ioanem tract. 32
Entonces se celebraba la fiesta que
se llamaba scenopegia, esto es, la construcción de las tiendas.
Crisóstomo, ut sup
La cual se celebraba por siete días;
pero el primero y el último se celebraban con gran pompa, conforme a la Ley; y
a esto se refería el evangelista cuando dice: "En el último día grande de
la fiesta", porque los días intermedios los dedicaban a los placeres. Y
por esto no habló el Salvador a los judíos en esta forma, ni en el próximo día,
ni en el segundo, ni en el tercero, para que no fuesen perdidas sus enseñanzas,
sumidos como estaban en la voluptuosidad. Levantaba la voz porque era mucha la
gente que había.
Teofiactus
También lo hacía así para hacerse
oír y para inspirar confianza, porque a nadie temía.
Crisóstomo, ut sup
Y dice el Salvador: "Si alguno
tiene sed", como si dijese: a nadie atraigo por violencia; únicamente
llamo al que tenga un gran deseo.
San Agustín, ut sup
Habla de la sed que es interior,
porque él es hombre interior, y consta también que estima más al hombre
interior que al exterior. Por tanto, si tenemos sed, vengamos, no con los pies,
sino con los afectos; no andando, sino amando.
Crisóstomo, ut sup
Que habla de bebida intelectual, lo demuestra
por esto que aduce después: "El que cree en mí, como dicen las Escrituras,
de su vientre correrán ríos". Pero ¿dónde dice esto la Escritura? En
ninguna parte. ¿Cómo entenderlo, pues? Separando: "El que cree en mí, como
dice la Escritura", para añadir después: "De su vientre correrán ríos
de agua viva", manifestando que se debe tener un conocimiento recto, y así
por los milagros y las Escrituras creer en El. Por eso dijo antes
"Escudriñad las Escrituras".
San Jerónimo, in prologo genes
Este testimonio se tomó de los
Proverbios ( Pv 5,16), donde se dice: "Salgan fuera tus fuentes, y
distribuye tus aguas por las plazas".
San Agustín, ut sup
El vientre del hombre interior es la
conciencia de su corazón. Bebida esta agua, reanímase la conciencia purificada,
y el que bebe tendrá la fuente, y él mismo será la fuente. ¿Cuál es esta
fuente, o mejor, cuál es este río que mana del vientre del hombre interior? La
benevolencia, por la cual busca el bien del prójimo. Beben, pues, los que creen
en el Señor. Mas si el que bebe cree que sólo debe saciarse él, no correrá de
su vientre el agua viva; si, por el contrario, se apresura a hacer bien a su
prójimo, no se seca, porque mana.
San Gregorio, super Ez. hom. 10
Cuando las palabras de la santa
predicación descienden de la mente de los fieles, son como ríos de agua viva
que de allí corren. ¿Qué otra cosa son los órganos del vientre sino las
interioridades del alma? Esto es la recta intención, el santo deseo, y la
voluntad humilde para con Dios y piadosa para con el prójimo.
Crisóstomo, ut sup
Dijo ríos, y no río, para denotar la
abundancia copiosa de sus aguas. Llama agua viva a la que obra siempre, porque
la gracia del Espíritu Santo, cuando entra en un alma y allí se detiene, brota
más que cualquier fuente, y no disminuye, ni se seca, ni aun se detiene. Esto
podrá verlo cualquiera que examine la sabiduría de Esteban, la predicación de
Pedro y la prodigalidad de Pablo, porque nada les detenía, sino que a manera de
ríos se desbordaban con gran fuerza, y todo lo atraían hacia sí.
San Agustín, in Ioanem tract. 32
El evangelista manifiesta a qué
clase de bebidas invita el Señor, cuando dice: "Esto dijo del Espíritu que
habían de recibir los que creyesen en El". ¿De qué espíritu habla sino del
Espíritu Santo? Porque cada hombre tiene en sí su propio espíritu.
Alcuino
Ofreció a sus apóstoles el Espíritu
Santo, antes de su ascensión, y después de la ascensión se lo dio en lenguas de
fuego. Por esto dice: "Que habían de recibir los que creyesen en El".
San Agustín, ut sup
Era, pues, el Espíritu de Dios, pero
aún no habitaba en aquellos que creyeron en Jesús. Así dispuso no concederles
este Espíritu sino después de su resurrección. Por esto sigue: "Porque aún
no había sido dado el Espíritu", etc.
Crisóstomo, in Ioanem hom. 50
Los apóstoles, en verdad, al
principio no arrojaban los demonios en virtud del Espíritu, sino por el poder
que Jesucristo les concedía. Y cuando les enviaba, no se dice "les dio el
Espíritu Santo", sino "les dio poder". Mas respecto de los
profetas, es sabido por todos que se les concedía el Espíritu Santo: mas esta
gracia se había retirado del mundo.
San Agustín, De Trin 4,20
¿Y cómo se dice de San Juan Bautista
que estará lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre? Y de Zacarías
también se dice que, lleno del Espíritu Santo, dijo aquellas palabras tan
sublimes ( Lc 1,15). María también estuvo llena del Espíritu Santo, para
profetizar maravillas tan grandes del Señor. Simón y Ana, ¿si no hubiesen
estado inspirados por el Espíritu Santo, cómo hubiesen conocido la majestad de
Jesucristo, cuando aun era un niño? ¿Cómo, pues, se comprende, sino porque
después de la glorificación de Jesucristo, se había de dar una posesión del
Espíritu Santo tal que nunca antes se había conocido? Habría de tener, pues,
ciertas propiedades en su venida, que antes no había tenido, porque en ningún
sitio leemos que los hombres hayan hablado en lenguas que no conocían, aun
descendiendo el Espíritu Santo a ellos, como entonces sucedió, puesto que debía
demostrar su venida por medio de señales sensibles.
San Agustín, in Ioanem tract. 33
Y siendo así que ahora se recibe el
Espíritu Santo, ¿cómo es que nadie habla en las lenguas de todas las gentes?
Porque ya la Iglesia habla en todos los idiomas y el que no pertenece a ella
ahora tampoco recibe el Espíritu Santo. Si amas la unidad también tiene para
ti, el Espíritu Santo, porque cada uno tiene en ella algo. Despójate de la
envidia y es tuyo lo que tengo. El aborrecimiento separa, la caridad une; ten caridad
y todo lo tendrás, porque sin ella nada podrá aprovechar cuanto pudieres tener.
Mas la caridad de Dios se encuentra difundida en nuestras almas por medio del
Espíritu Santo que se nos ha concedido ( Rom 5,5). Pero, ¿qué motivo tuvo el
Señor para dar el Espíritu Santo después de su resurrección? El de que en el
día de nuestra resurrección, brille nuestra caridad, nos separemos del afecto
de las cosas terrenas y corramos derechamente hacia Dios. Cuando dijo: "El
que crea en mí, venga y beba, y ríos de agua viva correrán de su vientre",
prometió la vida eterna, donde nada debemos temer, y donde no podemos morir. Y
como todo esto es lo que ofreció a los que ardiesen en la caridad del Espíritu
Santo, por esto no quiso dárselo sino después que El fue glorificado, para
prefigurar en su cuerpo aquella vida que ahora no tenemos, pero que esperamos
después de la resurrección.
San Agustín, contra faustum 32,17
Y si ésta era la causa por que aún
no les daba el Espíritu Santo, a saber, porque aún no había sido glorificado
Jesucristo, cuando Jesús fuese glorificado debía dárseles al punto sin duda
alguna. Los catafrigas 1 dijeron que
ellos habían recibido el Espíritu Santo prometido, y por esto se separaron de
la fe católica. También los maniqueos atribuyen a Maniqueo todo esto de la
promesa del Espíritu Santo, como si antes el Espíritu Santo no hubiese sido
concedido a otros.
Crisóstomo, ut sup
De otro modo: la glorificación de
Jesús era la cruz, porque como éramos enemigos, la gracia no se concede a los
enemigos, sino a los amigos, y convenía antes que todo ofrecer el sacrificio,
para que, destruida la enemistad en la humanidad, los que se habían hecho
amigos de Dios recibieran aquella gracia.
Notas
1. También llamados "catafrigios". Es un modo de denominar a los montanistas, a causa de ser principalmente de Frigia.