NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del
Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Señor mío Jesucristo, Redentor amoroso de las almas, que te dignaste enviar a la tierra a tu Madre Inmaculada para que fuese la mensajera de tu misericordia, anunciando a los hombres la penitencia, me postro humilde a tus pies, e imploro con profundo arrepentimiento el perdón de mis innumerables culpas. Para comprender el precio de la gracia y el amor que te inspira un alma sin mancha, me basta contemplar la incomparable hermosura de la cual te dignaste revestir a tu Madre purísima. Por lo mucho que el pecado ofende a tu bondad infinita y por lo mucho que deseo amarte, me pesa, pues, de corazón por haberte ofendido y manchado mi alma creada a tu imagen y semejanza. Derrama, Señor, sobre mí tu misericordia; yo, ayudado con tu gracia, haré la penitencia que, en tu nombre, me pide tu Santísima Madre; me haré digno de tu perdón y mereceré la perseverancia en tu santo amor y servicio hasta el fin de mi vida. Amén.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN PARA TODOS LOS DÍAS
Al
presentarme ante tu imagen sagrada, ¡oh Inmaculada y bondadosa Madre!, para
honrarte en esta novena, bajo el nombre bendito de Virgen de Lourdes, cumplo
con el deseo que manifestaste a todos tus hijos por medio de Bernardita, la
hija predilecta de tu amor. Quisiste ver a las muchedumbres postradas a tus
plantas y para atraerlas más eficazmente, nos hiciste entrever los esplendores
del Cielo, mostrándote en toda la hermosura de tu eterna juventud. Como la
paloma del Cantar de los Cantares, te asomaste a las aberturas de la piedra, a
la Gruta de la montaña, y el mundo contempló admirado los reflejos de tu
resplandeciente rostro y oyó los ecos de tu voz dulcísima. Confirmando con tu
palabra venida del Cielo la palabra del Pontífice Supremo que acababa de proclamarte,
a la faz de la tierra, Inmaculada en tu Concepción, llenaste su corazón de
consuelo y al mundo Católico de júbilo. Las lágrimas y los gemidos de tus
hijos, agobiados bajo el peso de sus miserias, llegaron hasta el trono de tu
misericordia, y llevada de tu inmensa compasión, acudiste presurosa para sanar
sus cuerpos y sus almas. Mandaste, y luego de la tierra dócil salió el agua
benéfica y cristalina, cuya misteriosa virtud devuelve vista al ciego y palabra
al mudo, vida a los miembros muertos, imagen sensible de la gracia que, pasando
por tu Corazón, transforma y resucita a las almas.
A tus pies vengo, pues, ¡oh Madre amante!, para escuchar tu voz, exponer mis
necesidades y solicitar tus maternales favores. Bernardita era pura cuando se
acercaba a la Gruta donde tú la atraías: yo, que soy criatura tan culpable, ¿me
atreveré a acercarme al trono de la pureza que rodean los ángeles del Cielo? Tu
bondad para con los pecadores me alienta, ¡oh María! Dadme luz, ¡oh Reina de la
Sabiduría!, cúbreme con el manto de tu maternal protección, para que en esta
novena comprenda tus enseñanzas, me someta a tus consejos, los practique con
amor, aleje de mi alma la ira de Dios y merezca en cambio su gracia y su amor.
Amén.
DÍA PRIMERO – 2 DE FEBRERO
MEDITACIÓN:
PRIMERA APARICIÓN DE LA VIRGEN A BERNARDITA
Era Bernardita una niña desconocida del pueblo de Lourdes, en Francia. Inocente y piadosa, había llegado a la edad de 14 años, sin hacer su primera comunión, por haberse criado lejos de la casa de sus padres.
El día 11 de febrero de 1858 salió a buscar un poco de leña acompañada de otras dos muchachas, y se dirigió hacia la gruta de Massabielle. Al llegar al pie de dicha gruta, la niña oyó un ruido sordo semejante a un viento recio. Miró, y no vio nada. Ni los árboles se movían. “Me habré equivocado”, pensó. Tras pocos instantes, el ruido misterioso se volvió a oír. Alzó la niña la vista, y miró hacia la gruta y quiso dar un grito, pero la emoción apagó su voz. Atónita ante el espectáculo que contempla, cae de rodillas. ¿Qué ha visto? En medio de una luz deslumbradora, una Señora prodigiosamente bella aparece a los ojos de la muchacha. Va vestida con traje blanco, resplandeciente, ajustado el talle con ceñidor de color celeste. Un largo y ancho velo blanco cae de la cabeza hasta el suelo y envuelve en sus pliegues su cuerpo. Sus pies, de virginal pureza, están desnudos, pero adornados con rosas de oro. La dama tiene juntas las manos en la actitud de la más fervorosa oración. De sus brazos cuelga un precioso rosario.
Al contemplar esta celestial visión, el corazón de la niña parece derretirse en dicha y emoción. Bernardita buscó su rosario y quiere hacer la señal de la cruz, mas su brazo está paralizado. Entonces tiene miedo. Mas al momento la Visión, tomando en su mano la cruz de su rosario, hace con ella la señal de la cruz. Imítala Bernardita, y al ver las cuentas del rosario correr entre los dedos de la Señora, la niña reza su rosario hasta el fin, con inefable devoción. Al fin, la Señora extiende su brazo, sonríe con dulzura y desaparece.
La Virgen María, pues era Ella, ha vuelto otra vez al secreto impenetrable de los Cielos.
Réstanos ahora considerar cuán agradable debe ser a María la sencillez y la pureza, pues escoge para mensajera de sus voluntades para con los hombres, a la más inocente y más sencilla de las tres compañeras que han ido a la gruta. Y en efecto, escrito está: Bienaventurados los limpios de corazón, sólo ellos son capaces de ver a Dios y de comprender las cosas del Cielo.
Aquí se medita y se pide la gracia que se desea conseguir. En seguida se anuncian las intenciones generales: La Santa Iglesia, la Patria, los gobernadores eclesiásticos y civiles, la enseñanza católica, la salud de los enfermos, y la conversión de los pecadores.
v NUESTRA SEÑORA DE LOURDES: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Glorias)
v SALUD DE LOS ENFERMOS: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Glorias)
v REFUGIO DE LOS PECADORES: Ruega por nosotros. (Cinco Padrenuestros, con sus respectivas Avemarías y Gloria.
Oración del día primero
¡Nuestra Señora de Lourdes! En memoria de esa primera aparición, cuya verdad atestiguarán tantos posteriores sucesos, en nombre del misterioso silencio que cerraba vuestros benditos labios, en nombre de la modestia de vuestros vestidos, en nombre de la elección que hicisteis de una gruta desierta para manifestaros a las miradas de la inocencia: dadnos el amor al retiro, a la simplicidad y al silencio; que aprendamos a huir del bullicio, de la agitación, del lujo, de cuánto separa de la gracia de Dios. Refrenad la libertad de nuestra lengua, recordad siempre a nuestra conciencia que de todas nuestras palabras debemos dar cuenta en el Juicio final. Curad nuestras extremas delicadezas y nuestras vanidades ridículas, nuestro apego insensato a la moda del día, a los adornos, a las joyas, a los muebles inútiles, a las frivolidades de toda especie, al afeminado deseo de bien parecer. Curad nuestro culpable amor por las pompas de satanás, a las que hemos renunciado en nuestro bautismo y que sólo son dignas de nuestro desprecio. Haced que comprendamos la verdadera riqueza de la pobreza.
Curad nuestra loca estimación por el mundo y hacednos siempre recordar que Jesucristo no ha rogado por el mundo y ha maldecido su espíritu. Además del amor al retiro, a la pobreza y el silencio, os suplicamos nos concedáis el amor a la oración. ¡Oh María!, en memoria del Rosario que vio Bernardita en vuestras sagradas manos, enseñadnos a invocaros con esa piedad filial que todo lo consigue y a deciros con los mismos sentimientos que el Ángel Gabriel y que los fieles corazones: “Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.
PRÁCTICA: Hacer despacio, bien y con mucha devoción la señal de la cruz.
GOZOS EN HONOR
A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
Virgen Santa Inmaculada,
De la Gruta misteriosa,
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Allá en las verdes riberas
Donde sus aguas de plata
El manso Gave desata
Dando vida, inspiración.
A la sombra de sus bosques
La humilde Lourdes reposa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
De verduras tapizadas
Se levantan sus montañas
De cuyas ricas entrañas,
Con admirable primor,
Se desprende una ancha Gruta
Que cubre silvestre roca.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Hacia las faldas del monte
Subió un día Bernardita,
La aldeana de Dios bendita
Por sus gracias y candor,
A formar haces de leña
Que diera fuego a su choza.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Súbitamente a la Gruta
De luz un rayo ilumina,
Y en una aureola divina
Más esplendida que el sol,
La reina del Cielo y tierra
Su planta en la roca posa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
“No temas, hija querida,
Levanta a mí tu mirada,
Soy María Inmaculada,
Soy la Madre de tu Dios
Por teatro elijo este sitio
De mi mano portentosa”.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Dijo la Virgen, y envuelta
Por los pliegues de una nube
Al Cielo de nuevo sube
Que a su paso se entreabrió:
La aldeana vuelve a la vida,
De placer su alma rebosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Al pie de esta misma Gruta,
Diez y ocho veces la aldeana
De la Virgen soberana
La vista recibió,
Otras tantas desafiando
Al malvado victoriosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Sellar quiso sus bondades
La Señora eternamente,
Con una límpida fuente
Que entre las rocas brotó,
Al contacto repentino
De la niña candorosa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
En esas aguas del cielo
El hombre encuentra la vida,
Huye la muerte aterrada,
Calma el triste su dolor,
Y en los triunfos de María
La Iglesia Santa se goza.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
El lejano peregrino
Va a postrarse ante esa roca
Donde el mundo entero invoca
Tu Divina Concepción.
¡Bendita seas, María!
Que de Dios eres Madre, Hija y Esposa.
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
Virgen Santa Inmaculada
De la Gruta Misteriosa,
Acoge, Madre piadosa
De tus hijos la oración.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Acabo de recibir de tus labios divinos, ¡oh piadosa Madre!, las lecciones que das a la tierra por medio de tu gloriosa y misericordiosa aparición. Para probar tu misión divina a la tierra has multiplicado, como lo hizo tu hijo Jesús, los milagros a favor de los hombres, dando la vista a los ciegos, oído a los sordos; habla a los mudos y salud completa a los enfermos agobiados por toda clase de dolor.
En estos enfermos, ¡oh Madre piadosa!, reconozco las dolencias de mi alma que tú has venido a sanar. En su ceguedad, ¡oh María!, mi alma se ha extraviado del camino del bien. En su sordera, ha desentendido la voz de Dios que la llamaba atrayéndola con las caricias de su gracia. En su mudez, ha dejado de alabar a Dios por sus grandezas y beneficios y agobiada por sus múltiples enfermedades, ha dejado de practicar el bien y la virtud. ¡Oh María, refugio de los pecadores y salud de los enfermos!, sana mi alma de las enfermedades que la aquejan. Guíame sin cesar por el camino del bien, haz que mi alma oiga siempre la voz de Dios y no la desatienda jamás, y que cante siempre sus alabanzas; líbrala de todas las enfermedades que la agobian, para que libre del peso de la tentación y del pecado, siga tus huellas, imite tus virtudes y te acompañe en tu vuelo hacia la patria feliz. Así sea.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.