VIII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Dom Gueranger
PARA ADQUIRIR LAS VERDADERAS RIQUEZAS. — “Las diversas expresiones de la parábola que se nos ha propuesto, son fáciles de entender y encierran una doctrina profunda. El Señor quiere enseñarnos el uso que debemos hacer de las riquezas de este mundo. Cuenta lo que sucedió a un mayordomo poco escrupuloso, y luego, en los versículos 8 y 9 del Capítulo XVI de San Lucas nos da la aplicación moral: “Sucede que los hijos de este siglo—dice—son más hábiles en sus relaciones con los de su generación y con las gentes y en los negocios de este mundo, que los hijos de la luz.” ¡Qué floreciente estaría, en efecto, el Reino de Dios, si los buenos fuesen tan prudentes en sus negocios espirituales y en las cosas de la vida futura, como los mundanos en sus intereses perecederos! Si el amo de casa, aunque lesionado en sus intereses, alabó la sagacidad de su mayordomo ¿cómo no va a aplaudir Dios, que no puede perder nada, la prudencia sobrenatural de los suyos? En estos bienes terrenos de que acaba de hablar, tienen especialmente el material de una industria para la eternidad. A los que debéis estar bien enterados, a los que sois hijos, no de este mundo tenebroso, sino de la luz, mirad lo que os digo, prosigue el Señor: imitad en una cosa al mayordomo infiel. Con esos tesoros injustos, con esa riqueza con que el intendente y tantos otros como él, pisotean la equidad, vosotros podéis granjearos amigos; cuando la riqueza material se os quite con la vida, os acogerán, no en sus moradas terrenas, sino en los eternos tabernáculos. La oración del pobre, en efecto, pone en movimiento la mano del que gobierna el mundo'”.
APLICACIÓN A LOS JUDÍOS. — Tal es el sentido obvio y directo de la parábola que se nos ha propuesto. Pero, si queremos comprender completamente la intención por la que eligió la Iglesia hoy este trozo del Evangelio, nos es necesario acudir a San Jerónimo, que se hace intérprete oficial de ella en la Homilía del Oficio de la Noche. Sigamos con él la lectura evangélica: El que es fiel en las cosas pequeñas, continúa el texto sagrado, lo es también en las grandes, y el que es injusto en las cosas pequeñas, también lo será en las grandes; pues si no habéis sido fieles en las riquezas inicuas y engañosas, ¿quién os confiará los bienes verdaderos?’ Jesús hablaba de este modo—nota San Jerónimo—ante los escribas y los fariseos, que lo tomaron a chanza, viendo claramente que la parábola iba contra ellos. El infiel en las cosas pequeñas, es en efecto, el Judío celoso, que en el dominio restringido de la vida presente, niega a sus hermanos el uso de los bienes creados para todos. Pues, si en las gestiones de estas riquezas frágiles y pasajeras, dice a esos escribas avaros, sois convictos de malversación, ¿quién os va confiar las verdaderas, las eternas riquezas de la palabra divina y de enseñar a las naciones? Pregunta terrible que el Señor deja hoy suspensa sobre la cabeza de los infieles depositarios de la ley de los símbolos. Pero ¡qué horrible será la respuesta dentro de poco! Entretanto, la humilde grey de los elegidos de Judá, dejando a estos empedernidos en la venganza a que los precipita su demencia orgullosa, prosigue su camino con la segura confianza de que guarda en su seno las promesas de Sión.