domingo, 30 de julio de 2023

LAS LÁGRIMAS DE JESÚS. Dom Gueranger

 


LAS LÁGRIMAS DE JESÚS. Dom Gueranger

IX domingo después de Pentecostés

El pasaje que se acaba de leer en el Santo Evangelio, se refiere al día de la entrada triunfante del Salvador en Jerusalén. El triunfo que Dios Padre preparaba a su Cristo antes de los días de su Pasión, no era desgraciadamente, pronto se vio, el reconocimiento del Hombre-Dios por la sinagoga. Ni la dulzura de este rey que venía a la hija de Sion montado en una asna[6], ni su severidad misericordiosa contra los que profanaban el templo, ni sus últimas enseñanzas en la casa de su Padre, podrían abrir aquellos ojos obstinadamente cerrados a la luz de la salvación y de la paz. Los mismos lloros del Hijo del Hombre no podían, pues, alejar la venganza divina: fue necesario que llegase por fin el turno a la justicia.

Conviene que contemplemos por unos instantes las lágrimas de Jesús. "El Señor volvió su mirada a la gran ciudad, hacia la mole del Templo, y una tristeza infinita embargó su alma... Lloró sobre su patria; fueron verdaderos sollozos, y las palabras que pronunció tenían, en efecto, un acento como entrecortado, en que se descubría la violencia de la emoción. No perdamos nunca de vista que el Señor ha pertenecido a nuestra humanidad. Amaba a Jerusalén como judío, como Hijo del Hombre, como Hijo de Dios. Jerusalén era el corazón de Israel y de todo el mundo religioso, la ciudad que Dios se había escogido. Habría podido llegar a ser la capital del mundo mesiánico destinado a abrazar a todas las naciones. En el pasado, nunca le faltaron las advertencias y los castigos saludables: y, durante tres años, el Señor mismo ¡la había iluminado tan abundantemente! Hasta en el Calvario, y más allá, por el ministerio de sus Apóstoles, debía tender los brazos a su pueblo. Pero todo sería inútil, y por fin, sería necesario que interviniese la justicia. Y nosotros podemos leer en el historiador Josefo (libros V y VI de la Guerra de los Judíos) con qué rigurosa exactitud se realizó la profecía del Señor, concerniente al castigo de Jerusalén, que es la más impresionante lección de la Historia"[7].