4 de mayo. SANTA MÓNICA, VIUDA
4 de mayo
SANTA MÓNICA, VIUDA
Mónica, doblemente madre de San Agustín, pues le dio a luz para el mundo y para el cielo. Muerto su marido, al cual en su vejez convirtió a Jesucristo, santificó su viudez por la continencia y las obras de misericordia. En sus constantes oraciones, con las cuales rogaba a Dios por su hijo caído en la secta de los maniqueos, derramaba copiosas lágrimas. Siguió a su hijo a Milán, y allí no cesaba de exhortarle que visitara al obispo Ambrosio. Hízolo así, e instruido en la fe católica por los sermones del Santo, y por sus conversaciones con él, recibió el bautismo de San Ambrosio.
Al detenerse en Ostia, camino de África, le acometieron unas fiebres. Durante esta enfermedad, un día al volver en sí de un desvanecimiento exclamó: “¿En dónde me hallo?” Y mirando a los presentes les dijo: “Sepultad aquí mismo a vuestra madre. Solo os ruego, que os acordéis de mí ante el altar del Señor”. Al día noveno, la santa mujer entregó su alma a Dios. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia de Santa Aura. El papa Martín V ordenó que fuese trasladado a Roma y depositado honoríficamente en la iglesia de San Agustín.
Del libro 9 Conf. cap. 12.
San Agustín, tras hablar de la muerte de su madre, añade: “No creímos que su muerte debiera ir acompañada de nuestras lágrimas y gemidos, toda vez que no fue una muerte desdichada ni total. Nos lo demuestran sus virtudes, su fe sincera y muchas otras razones. Poco a poco fui recapacitando mis primeras memorias sobre vuestra sierva, y al recordar su santa vida, su piedad para con Vos y los tiernos cuidados que me prodigó y que de súbito yo echaba de menos, experimenté en la divina presencia la dulzura de llorar por ella sobre sus despojos. Y si alguno me acusa de pecado por haber llorado apenas una hora a mi madre muerta por breve tiempo a mis ojos, a mi madre que me había llorado tantos años para hacerme vivir ante Vos, no se burle por ello, sino que si es muy caritativo, llore por mis pecados delante de Vos, padre de todos los hermanos de vuestro Cristo”.
Oremos.
Oh Dios, consolador de los afligidos y salud de los que en ti esperan, que aceptaste las piadosas lágrimas de la bienaventurada Mónica por la conversión de su hijo Agustín, haz, por la intercesión de entrambos, que lloremos nuestros pecados y consigamos el perdón con tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.