Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos,
líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, (breve silencio)
pidiendo el auxilio de la Virgen María (breve silencio)
y del Ángel Custodio, (breve silencio)
invoquemos al Glorioso San José:
Oración a san José
Acordaos, purísimo Esposo
de la Santísima Virgen María,
dulce protector mío San José,
que jamás se ha oído decir que ninguno
de los que han acudido a vuestra protección
y reclamando vuestro auxilio,
haya quedado sin consuelo.
Con esta confianza vengo a vuestra presencia
y me encomiendo fervorosamente a Vos.
No despreciéis mi súplica,
¡Oh Padre adoptivo del Redentor!,
antes bien, acogedla benignamente. Amén
Indulgencia
de 500 días
DÍA 1. VISITA AL
PATRIARCA SAN JOSÉ.
¿Qué Ángel o que
Santo, dice San Basilio, ha merecido ser llamado Padre del Hijo de Dios? Sólo
San José tiene derecho a este título incomparable. Con este sólo nombre de
Padre, fue José honrado por Dios más que los Patriarcas, Profetas, los Apóstoles
y los Pontífices, ya que todos estos tienen el nombre de siervos; mas San José
lleva merecidamente el nombre de Padre. (breve
silencio)
***
¡Oh glorioso Patriarca! Yo venero en Vos
al elegido de eterno Padre para que compartiese con
Él
la altísima e incomparable autoridad
que goza sobre su Unigénito Hijo.
Hacedme experimentar vuestra gran privanza con Dios,
y vuestra tierna caridad para conmigo,
alcanzándome todas las gracias que necesito
para conseguir la eterna salvación.
***
Repite durante
este día, muchas veces,
la siguiente
jaculatoria:
San José, Padre adoptivo del Hijo de Dios,
rogad por nosotros.
Para finalizar:
LETANÍAS A SAN
JOSÉ
Indulgencia
de 5 años, cada vez que se recitan. Indulgencia plenaria si diariamente se
recitan devotamente durante un mes. Pio XI, 25 de marzo de 1935
Señor, ten misericordia de nosotros
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial,
ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo.
Dios Espíritu Santo.
Santa Trinidad, un solo Dios.
Santa María,
ruega por nosotros.
San José,
ruega por nosotros.
Ilustre descendiente de David.
Luz de los Patriarcas.
Esposo de la Madre de Dios.
Casto guardián de la Virgen.
Padre nutricio del Hijo de Dios.
Celoso defensor de Cristo.
Jefe de la Sagrada Familia.
José, justísimo.
José, castísimo.
José, prudentísimo.
José, valentísimo.
José, fidelísimo.
Espejo de paciencia.
Amante de la pobreza.
Modelo de trabajadores.
Gloria de la vida doméstica.
Custodio de Vírgenes.
Sostén de las familias.
Consuelo de los desgraciados.
Esperanza de los enfermos.
Patrón de los moribundos.
Terror de los demonios.
Protector de la Santa Iglesia.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
ten misericordia de nosotros.
V.- Le estableció señor de su casa.
R.- Y jefe de toda su hacienda.
Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te
dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te
rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como
protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén
***
Sagrado
Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado
Corazón de María, sed la salvación mía.
Del Libro de San
Ambrosio, Obispo, sobre el Patriarca Abrahán.
Libro
I, cap. 2.
Fue grande Abrahán e
ilustre por el resplandor de muchas y excelsas virtudes, a quien la filosofía
no pudo igualar con sus enseñanzas. Lo que ella pudo fingir o imaginar, siempre
fue inferior a lo que éste realizó, y es siempre superior la verdad de la fe
sencilla a las ambiciosas ficciones de la elocuencia. La devoción de aquel
patriarca es la primera virtud, fundamento de las demás. Dios le exigió la
primera: “Sal de tu tierra, y de tu parentela y de la casa de tu padre”. Habría
sido suficiente decir: "De tu tierra", ya que con ello se entendía
que salía de su parentela y de la casa paterna.
Dios quiso enumerar
separadamente estas cosas, para probar sus disposiciones, para que no le
pareciera que se había comprometido imprudentemente o que había sido engañado.
Así como tuvieron que multiplicarse los preceptos, para que nada se le
ocultara, así habían de proponerse los premios, no fuera que se desalentara. Es
probado como fuerte; incitado como fiel; provocado como justo. Verificó su
salida tal como se lo ordenó el Señor. “Y con él salió Lot”. La sentencia,
tenida por célebre entre las de los siete sabios: “Sigue a Dios”, Abrahán la
realizó antes que los sabios la formularan. Obedeciendo a Dios, salió de su
tierra.
Porque antes había
morado en la región de los Caldeos, de la que salió Taré, padre de Abrahán, y
después partió a Charran; y porque no dejó de llevar consigo a su sobrino
aunque se le había dicho: “Sal de tu parentela”; consideremos si salir de su
tierra no significaría salir de esta tierra, de la morada de nuestro cuerpo, de
la cual se tiene por libre San Pablo, al decir: “Nuestra morada está en el
cielo”.
Tomando consigo a los Doce, les
dijo: «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y se cumplirá en el Hijo del hombre
todo lo escrito por los profetas, pues será entregado a los gentiles y será
escarnecido, insultado y escupido, y después de azotarlo lo matarán, y al
tercer día resucitará». Pero ellos no entendieron nada de esto, este lenguaje
era misterioso para ellos y no comprendieron lo que les decía. Cuando se
acercaba a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna.
Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron: «Pasa
Jesús el Nazareno». Entonces empezó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten
compasión de mí!». Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero
él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se paró y
mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que
haga por ti?». Él dijo: «Señor, que recobre la vista». Jesús le dijo: «Recobra
la vista, tu fe te ha salvado». Y enseguida recobró la vista y lo seguía,
glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.
Se
consagra a honrar el dolor y el gozo de san José
en
la huida a Egipto.
PARA COMENZAR
TODOS LOS DOMINGOS:
Ejercicio de los siete domingos de san
José.
Por la señal de la santa Cruz, de nuestros
enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en presencia de Dios, pidiendo
el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al
Glorioso San José:
Oración a san José
Santísimo patriarca san José, padre
adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal,
jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y
dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios
y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo
peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa
Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de
vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su
santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme
oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y
María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente
como vos, y la que os pido particularmente en este ejercicio, a mayor gloria de
Dios y bien de mi alma. Amén.
***
MEDITACIÓN
Composición de
lugar. Contempla a la
Sagrada Familia descansando bajo la palmera en el desierto, y acompáñales en su
destierro.
Petición. Desterrad de mi
alma, glorioso san José, el pecado, para que siempre viva en ella Jesús por
gracia.
Punto primero. Cumplidas las ceremonias de la
purificación y presentación, y algo recelosos de la crueldad de Herodes al
verse burlado de los Magos, salieron cuanto antes de Jerusalén san José con la
Virgen y el Niño Jesús a Belén, para desde allí dirigirse a su casa de Nazaret
y descansar en ella en paz. Mas Herodes, despechado por no haber vuelto a ver a
los Magos, mandó degollar a todos los niños desde dos años abajo, para matar a
Jesús. Por esto un ángel se aparece en sueños, de noche a san José; y le dice: Levántate, toma al Niño y a su Madre y huye
a Egipto, pues Herodes buscará al Infante para matarle. Ya empieza a
cumplirse la profecía de Simeón.
Todos convienen
que un viaje largo es una molestia continuada para los que pueden proveerse de
todo; ¿qué sería para la Sagrada Familia, que apenas pudo prevenir nada? Más de
dieciséis jornadas necesitaba la Sagrada Familia para llegar a Egipto, y dos
meses empleó en el viaje: ¡Cuántos dolores, penas, trabajos, angustias y
sobresaltos había de experimentar tan santa familia! El viaje fue muy
trabajoso, pues los caminos eran ásperos, despoblados, espantosos,
desconocidos, llenos a trechos de bosques, a trechos de arenales. El tiempo el
más desapacible del año, sin guía, sin provisiones. Había el Santo comprado un
asnillo con el precio de las pocas alhajas vendidas de su casita de Nazaret; y
con unas pocas provisiones que la premura del tiempo le consintió, pues todo su
afán era salvar a Jesús y a María, emprendió el viaje. Las noches las habían de
pasar muchas veces debajo de un árbol o dentro de alguna choza, y muchas veces
al raso, cubriendo san José con su pobre capa al tierno Infante… Contempla a
estos ilustres viajeros. Cosa mejor no la tienen los cielos y la tierra. Admira
la majestad del divino Niño, la modestia de la bellísima Madre y la afabilidad
y contentamiento del padre… Mírales fugitivos en la oscuridad de la noche,
sobresaltados a veces por miedo de ladrones y de sus perseguidores, pero
confiados siempre en la providencia de Dios y alentados por su poder.
¡Pobrecillos! El Niño tiene pocas semanas; la Madre, tierna y delicada, apenas
cuenta dieciséis abriles y huyen de su patria a país extranjero que odió a sus
padres, de los fieles adoradores del verdadero Dios a los adoradores del
diablo, de la compañía de parientes y amigos a la de gente extraña y odiosa.
¡Pobre padre! ¡Pobre esposo san José! ¿Puede imaginarse mayor sacrificio?,
exclama el Crisólogo. ¿Cómo lo harán estos pobres consortes? ¡No tienen ni
sirvientes, ni criada; solitos por aquellos andurriales! ¿De qué comerán los
pobrecillos, si no es de la pobreza que lleve el santo patriarca, de lo que
recojan de limosna? ¿Dónde se acogerán u hospedarán durante la noche, sobre
todo al atravesar las cien millas de arenoso desierto, en cuyo tránsito no mora
persona humana? No obstante, el Señor, que no abandona a las avecillas del
cielo, les proveyó: los árboles les inclinaban sus ramas ofreciéndoles sombra,
y las palmas sus dulces frutos a los divinos caminantes. Dios no abandona jamás
a quien le sirve.
Punto segundo. Considera, devoto josefino, que el
Señor, que es ayudador en tiempo oportuno en las necesidades, y que está
siempre con los atribulados, no dejó sin consuelo al glorioso san José en este
paso. Solo recordar el Santo que con estos trabajos libraba de la muerte al
Hijo de Dios, le era colmada recompensa. Además, el padecer en compañía de
Jesús y de María, aliviaba en gran parte su dolor. El llevar el Niño Jesús
colgado del cuello y recostado sobre su pecho envuelto en su pobre capa, le era
un premio que resarcía sobradamente sus penas. Pero lo que más inundó de gozo
su corazón de padre fue el ver que los demonios, apenas hubo pisado el Niño
Dios la tierra de Egipto, huyeron sobrecogidos de terror; enmudecieron los
oráculos forzosamente, cayeron los ídolos de sus altares de mármol y de oro,
rindiendo homenaje al verdadero Hijo de Dios, según Isaías (cap. XIX): “He aquí
que subirá el Señor sobre ligera nube (María y José), y entrará en Egipto, y a
su presencia los simulacros de los dioses serán derribados”. En Egipto oyó san
José pronunciar la primera palabra al Hijo de Dios, llamándole padre. En Egipto
vio dar el primer paso y abalanzarse a él con amor inexplicable al Niño Dios, y
darle el primer abrazo, y colmarle de indecibles delicias… En Egipto vio crecer
en edad, sabiduría y gracia al Niño Dios, y se vio obedecido y ayudado por Él…
¿Qué más? Vio poblarse, merced a la gracia que derramaba su hijo Jesús, vio en
espíritu poblarse las soledades de Egipto de miles de miles de solitarios santos,
y convertirse aquel erial espinoso de vicios e idolatría en un remedo del cielo
por las angelicales virtudes de sus pobladores: y aquella región que estaba
sentada como esclava de Satanás en las tinieblas y sombras de la muerte, semejó
un cielo sembrado de inmensa variedad de estrellas que publicaban día y noche
la gloria del redentor Jesús. He ahí el fruto del destierro a Egipto y del
ejemplo de Jesús, María y José. ¿No es verdad, devoto josefino, que podía
gozarse san José viendo el fruto santo de sus dolores y los de Jesús y María?
Así serán los tuyos, devoto del Santo, si trabajas, sufres y padeces por Jesús
y por su gloria.
EJEMPLO: San José socorre en toda necesidad
De una persona
que nos merece toda confianza, por su carácter y por la amistad con que nos
honra, publicamos la siguiente carta que no es de poca edificación para todos
los devotos josefinos. “Sé, nos escribe, que trata Vd. de recoger ejemplos en
honra de san José, y yo le puedo suministrar a cientos y a millares, y no de
casa ajena, sino de la propia. Con más razón tal vez que la santa josefina
Teresa de Jesús, puedo decir que me cansaría y cansaría a todos si hubiese de
referir muy por menudo las gracias que debo a san José. Apuntaré algunas.
Molestado de una grave tentación contra la santa pureza, acudí al Santo, y
hasta hoy no me ha molestado más, pareciendo haberse extinguido el estímulo de
la carne. Pedile conocimiento y amor y trato íntimo con Jesús, y hallo mi
espíritu inundado a veces de tal conocimiento y luz interior que sin sentirlo
me hallo todo movido de alabanzas y amor de Dios. Cada año en su día le pido
alguna gracia y siempre la veo cumplida mejor que yo la he sabido pedir. En dos
o tres graves enfermedades, el Santo bendito me ha dado salud mejor que los
médicos y cuidados de los hombres. En algunos apuros de honra, fama y
necesidades temporales san José me ha socorrido siempre, y a veces de un modo
tan portentoso, que hasta los mismos que tienen poca fe se han visto obligados
a confesarlo. Una vez, sobre todo, que todos los caminos en lo humano estaban
cerrados, el Santo mostró gallardamente que ninguno de los que han acudido con
confianza a su protección ha quedado burlado. Creo que esto basta para que
pueda servirle en algo para mover a la devoción del santo patriarca, toda vez
que a mí, pecador y ruin, miserable, así me ha asistido siempre. Otro día,
concluye, le daré más detallada relación de algunas gracias bien singulares que
me ha dispensado el glorioso san José”. ¿Quién no se anima con estos ejemplos a
acudir con confianza a la protección del Santo?
Obsequio.Vive hoy más retirado del trato de
gentes y date a la lectura espiritual.
Jaculatoria. Jesús, José, María, Joaquín y Ana, en
vida y en muerte amparad mi alma.
PARA FINALIZAR CADA DOMINGO:
Oración final para todos los días
Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María,
dulce protector mío san José, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que
han invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio, haya quedado sin
consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia y me recomiendo
fervorosamente a vuestra bondad. ¡Ah!, no desatendáis mis súplicas, oh padre
adoptivo del Redentor, antes bien acogedlas propicio y dignaos socorrerme con
piedad. Amén.
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
Ave María Purísima, Sin Pecado Concebida.
***
Se puede
acompañar este ejercicio de los Siete Domingos de san José, con las letanías
del Santo, o con el rezo de los Gozos y Dolores de san José.