domingo, 30 de mayo de 2021

MES DE MAYO A LA VIRGEN MARÍA. Día 31

MES DE MARÍA O MES DE MAYO CONSAGRADO A LA SANTÍSIMA VIRGEN

SEGÚN SE HACÍA EN LA IGLESIA DEL COLEGIO IMPERIAL DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

 

DÍA 31

 

Por la señal …

 

ORACIÓN DEDICATORIA

¡Oh, dulce Virgen! De purpúreas flores,

cada día pondré guirnalda hermosa

en tus sienes divinas,

y me serán regalos las espinas,

Pues la que nace de ellas, pura rosa,

tantos alcanza en coronarte honores.

Tú en galardón; lo espero, Madre mía;

mi frente humilde ceñirás un día.

 

Canto

 

ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra!  ¡Oh Paraíso del nuevo Adán sin serpiente! ¡Oh Lirio de los valles, Azucena sin mancha, Flor sin espinas, Rosa Mística! ¡Oh Flor de Jesé, Palma de Cadés, Cedro del Líbano!  ¡Oh Flor de todas las virtudes y Árbol de todas las gracias, cuyo Dulcísimo fruto es Nuestro Señor Jesucristo! Siempre te amamos, siempre te invocamos, pero especialmente en este mes de las flores que dedicamos a tu Amor.  Haz que en nuestras almas florezcan todas las virtudes y fructifique Nuestro Señor Jesucristo, en gracia y santidad.  Y pues eres fuente sellada y pura, no permitas que se sequen jamás en nuestras almas la flor de tu devoción y el fruto del Amor a Jesucristo, tu Hijo. Amén.

 

MEDITACIÓN

DÍA TREINTA Y UNO

Del amor a Jesucristo.

 

¿Te inclina tu corazón a amar? Ama, enhorabuena, pero ama al objeto más amable y digno de tu amor, que es Jesucristo.  Mira que, aunque es hombre, es el más hermoso y perfecto de los hombres: Speciosus forma prae filiis hominum. Y además es Dios, y de consiguiente, belleza y hermosura infinita. Nos aficionamos a veces a un mueble precioso, como un coche, una pintura, un reloj, un vaso, sólo porque son primorosos, ¿y no ha de merecer nuestro cariño el amabilísimo Jesús? ¿Dónde está nuestro juicio?

No amamos a Jesús, y Jesús nos ama; y nos ama tanto, que desde su concepción y nacimiento no pensó en otra cosa que en nuestro bien. Por ti se hizo niño en la cuna, artesano en el taller y predicador entre los trabajos; por ti sufrió tormentos, por ti murió en una cruz, y por ti vertió toda su sangre. ¿Te parece todavía poco?

Pues a Él no le pareció mucho, que a tanto amor quiso añadir más, dejándote su cuerpo en comida, y su sangre en bebida. ¿Es posible, hombre ingrato, que ha de ganar tu afecto un perrillo que te haga fiestas, o un infante que muestra alguna gracia, y a solo Jesucristo que te ama con infinito amor, no has de corresponder?

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No te parezca demasiada franqueza el decirle: Señor, amo. Esto es precisamente lo que desea. Díselo así, aunque seas pecador, que el serlo no es motivo para retirarte.  Él es el primero que sale a recibirte, te echa los brazos al cuello, te abre su piadoso pecho, te muestra el corazón y te dice que lo ames con ternura. O has de ser de piedra, o no es posible que resistas a tan amorosa invitación.

 

EJEMPLO

Dominica del Paraíso, de quien ya hemos hablado[1], entretejió un sábado dos coronas de flores, y las presentó a Jesús y María en sus imágenes, suplicándoles humildemente que se dignasen olerlas; pero viendo que no alcanzaba esta gracia, y creyendo que consistía en no haber dado aún cierta limosna que acostumbraba, se asomó a un balcón para llamar a un pobre y dársela. La primera que vio fue una mujer con un niño de la mano, que, aunque en traje pobre, mostraba en el aspecto mucha gravedad y nobleza; al instante levantó el niño las manos pidiéndole limosna, y la madre hizo lo mismo. Observó la doncella que él niño tenía llagas en las manos, y dijo, movida de compasión: «Esperadme un poco» Baja con la limosna; y antes de llegar a la puerta, que estaba cerrada, se encuentra dentro a los pobres, y admirada les pregunta: «¿Quién ha abierto la puerta? ¡Ay de mí, si mi madre lo ve! -Calla, hija, respondió la mujer, que nadie nos ha visto. - ¿Cómo puede andar vuestro hijo, dijo Dominica, con esas llagas que lleva en los pies? - El amor se las hizo», contestó la Señora. La modestia del niño era singularísima, y tenía como absorta a Dominca, quien le preguntó: «¿No te duelen las heridas? Y él dijo sonriendo: - ¿Qué?» Y al mismo tiempo se puso a mirar atentamente las flores de que estriban coronadas las dos imágenes, y a pedirlas a su madre. Esta las alcanzó y se las dio. «¿Quién te mueve, hija, dijo hablando otra vez con la doncella, a coronar de flores estas imágenes? ­ El amor que tengo a Jesús y a su bendita Madre. - ¿Cuánto los amas? - Todo cuanto puedo. - ¿Cuánto puedes? - Cuanto ellos me ayudan. - Pues sigue amándolos así, que Dios te dará el premio» No se saciaba Dominica de mirar ya al uno ya al otro. «¿Qué miras? le preguntó la mujer. - A vuestro hijo», contestó la joven; y acercándose algo más percibió un olor suavísimo, que salía de las llagas. Entonces dijo ella: «Señora, ¿con qué bálsamo le curáis las llagas que tienen tal fragancia? - Con el de la caridad. - ¿Y dónde se vende? - Se encuentra con la fe, la piedad y buenas obras.  Al llegar aquí tomó Dominica un lienzo para limpiar otra llaga, que el niño tenía en el pecho, la cual exhalaba mayor fragancia; pero su madre no lo consintió, y él se retiró un poco; «Ven, niño ven, dijo la doncella; te daré pan. - Su alimento, dijo su madre, es el amor; si tú quieres contentarle, ámale mucho.» Al oír estas palabras comenzó el niño a mostrar alegría y hablar con Dominica. «Amas mucho a Jesús? - Le amo tanto, que ni de día ni dé noche pienso en otra cosa más que en él, ni deseo más que hacer lo que le agrade. - El amor te enseñará cómo le has de agradar, dijo el niño. A todo esto, iba creciendo el olor exquisito de las heridas, en términos que, recreada Dominica, exclamó: «Si las llagas de un niño tienen un olor tan fragante, ¿cuál será el de la gloria? ­ No te admires, dijo la mujer, que donde Dios está, allí está el origen y fuente de los olores más suaves y aromáticos» Y al acabar estas palabras se mudó la escena repentinamente: el rostro del niño resplandeció como el sol y la Madre apareció también vestida de una luz clarísima; toma Jesús las flores de la falda de su Madre, y esparciéndolas sobre Dominica, le dice: «Recibe estas flores como prenda de las que te daré, después eternamente.» Dicho esto, desaparecieron, llevándose consigo todo el corazón de la dichosa doncella.

 

OBSEQUIO

Practicar alguna devoción en honra de los sagrados Corazones de Jesús y de María.

 

JACULATORIA

¡Oh, Madre amorosa mía! inflamad de noche y día todo el fuego de mi amor a mi dulce Salvador.


PARA FINALIZAR

3 avemarías

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.


[1] Auriem., t. II, pág. 323.