lunes, 15 de febrero de 2021

HONREMOS A SAN JOSÉ. AMEMOS A SAN JOSÉ. CONFIEMOS EN SAN JOSÉ. (1) Preparando nuestra Consagración a San José con San Enrique de Ossó.

 


Poniéndonos en presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:

 

Oración a san José

Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en este mes, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

 

 

MEDITACIÓN

Honremos a san José. Amemos a san José. Confiemos en san José.

San Enrique de Ossó

 

Composición de lugar. Contempla a la beatísima Trinidad que te dice con amor: “Acude a san José”.

 

Petición. Dadme, Dios mío, a conocer y amar las excelencias y bondades de mi señor y padre san José.

 

Punto primero. Honremos a san José, porque es el Santo más honrado del cielo y de la tierra. Dios Padre le honró confiando a su custodia su hijo Jesús y su hija María, las dos prendas más amadas de su corazón. Dios Hijo honró a san José llamándole padre, obedeciéndole y confiando su vida a la solicitud y cuidado de san José. El Espíritu Santo le honró entregándole su esposa, la Virgen María, por esposa suya. Jesús y María, después de haberle honrado estándole sujetos por treinta años consecutivos, asistieron a su preciosa muerte. La Iglesia le honra instituyendo fiesta en su honor, declarándolo patrón de toda la Iglesia, y asegurando que es digno san José de sumos honores y alabanzas. Los santos, los fieles todos invocan a san José a porfía con un entusiasmo y amor siempre crecientes, como al Santo sin igual, socorredor en toda necesidad, amparador en todo trabajo, consolador en toda tribulación y protector especial en todos los accidentes de la vida y en la hora de la muerte. Levántanse por todo el orbe altares a san José, iglesias, pueblos, ciudades. Institutos religiosos, todo en obsequio del Santo. En dignidad y gracia, en santidad y gloria, no hallarás, devoto josefino, otro Santo, después de María, más honrado de Dios y de los hombres… ¿Y solo tú, alma mía, estarás tibia, o muda, temerás excederte, pusilánime, en honrar a san José, el Santo más honrado de Dios y de los fieles? Enmiéndate.

 

Punto segundo. Amemos a san José, porque es el santo más amado de Dios. Cuanto un santo es digno de mayor honra, es por ende digno de mayor amor; porque denota mayor excelencia y bondad su mayor dignidad.

Porque Dios al escoger para un alto cargo u honra a algunos de sus siervos, dales siempre las partes o dones que les competen para desempeñarlo bien. Si san José, pues, es el santo más honrado de Dios, es porque es el santo más amado de Dios, y por consiguiente el más digno de nuestro amor. Considera cuánto ama Dios hecho hombre al Santo bendito, pues llámale padre y como tal, le besa, le acaricia, le obedece y le regala. Contempla cómo si las gorjerías y regalos que los niños hacen con sus padres son incentivos y centellas de amor, qué llamaradas de amor divino saldrían de la boca del Niño Jesús cuando besase a san José. Mira al Niño Dios, brasa de fuego de amor, recostado sobre el pecho de san José muchas veces, contemplando este los misterios encerrados en Cristo, y robándole Aquel con sus latidos de fuego todo el corazón, abrasándoselo, desmenuzándoselo y haciendo en él miles de heridas de amor. Contempla y adora al niñito Jesús. Fuego divino y abrasador, abrazado y colgado del cuello de su padre san José, enfervorizándole con sus caricias. Principio de amor el más eficaz y estrecho es este abrazo divino… ¡Oh quién pudiese amarte, Santo mío, y abrazarte como te amó y te abrazó el Hijo de Dios! Devoto josefino, ¿temerás excederte en amar a tu señor y padre san José? ¿Cuándo le amarás tanto o a semejanza de cómo le amaron Jesús y María? Imítalos.

 

Punto tercero. Confiemos con ilimitada confianza en san José. La confianza en los santos se debe al poder de su intercesión. Y ¿quién tuvo y tiene mayor poder de intercesión con Dios que san José? La mayor eficacia de las oraciones de los santos, enseña santo Tomás, depende de su mayor unión con Dios. ¿Y quién más unido a Jesús y a María que san José? Mandó san José a Jesús Hijo de Dios, como padre; mandó a María, Madre de Dios, como esposo, y conversó con ellos por espacio de treinta años con la mayor intimidad. Jesucristo es la plenitud de la gracia, de la gloria y del poder. María es la emperatriz soberana de cielos y tierra, dispensadora de todas las gracias.

¿Qué no podrá, pues, el Santo bendito en favor de sus devotos? Las súplicas de san José tienen fuerza de mandatos con Jesús y María. Ningún santo en el cielo puede llamar hijo al Rey de la gloria, como san José; ningún santo puede llamar esposa a María, reina de cielos y tierra, como san José. ¿Qué no podemos esperar, pues, con estos fundamentos, del poder de intercesión de san José? ¡Oh!, todo lo podemos y debemos esperar. Lo dicen los santos, lo repiten sus devotos, lo publican todos los fieles por consoladora experiencia: san José no es como los otros santos, que socorren en una necesidad. Este glorioso Santo, señor y padre mío san José, socorre en todas. Nunca jamás se ha oído decir que ninguno saliese desconsolado al recurrir al patrocinio de san José. ¿Lo dudas, lector mío? Pues te repetiré lo que dice la Santa más amante y amada de san José y que experimentó mejor que nadie los beneficios de su poderosa intercesión, la sin par heroína española santa Teresa de Jesús: “Solo pido por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca, señor y padre mío san José, y tenerle devoción”. ¿Quién no confiará alcanzarlo todo por intercesión de san José?

 

Obsequio. Procurar que alguna persona se haga devota de san José.

 

Jaculatoria. Oh glorioso san José, santo sin igual, alcanzadnos del Señor la perseverancia final.

 

Oración final para todos los días

Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío san José, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio, haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia y me recomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Ah!, no desatendáis mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acogedlas propicio y dignaos socorrerme con piedad.