COMENTARIO AL EVANGELIO
8 de septiembre
NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA
1.
Dicen que un ignorante puede preguntar más que responder un sabio; y si
la pregunta del ignorante pone en aprieto al sabio, ¿qué hará la del
sabio al ignorante? Preguntó una vez el Señor a sus apóstoles que le
dijesen quién era Él (cf. Mt 16,5). Pregunta, por cierto, bien
dificultosa aun para los ángeles, cuánto más para gente que ha gastado
su vida más en ejercitar el oficio de la pesca que no en predicar
teología. Y aunque la hubieran predicado, es gran verdad lo que el mismo
Señor dijo: Que ninguno conoció al Hijo sino el Padre, y a quien el
Padre lo quiere revelar (cf. Mt 11,27). Y porque al mundo importaba la
salvación, saber los hombres quién es Jesucristo, y ellos no lo podían
saber, proveyó el Eterno Padre de lo decir por boca del apóstol San
Pedro, diciendo: Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo (Mt 16,16).
2.
¡Gran pregunta!: ¿quién es Jesucristo? Y después de ésta, es gran
pregunta: ¿quién es su bendita Madre? Es tan grande esta Niña que hoy
nace, que pone en gran admiración a los hombres y a los ángeles, y así,
como admirados, preguntan: ¿Quién es esta que nace como el alba que
amanece, hermosa como la luna, escogida como el sol, terrible y
espantable como escuadrón de gente bien ordenada? [...] Mirad cuánto
bien se sigue al mundo de que conozcamos quién es vuestra benditísima
Madre, que hoy nace. Porque conoceros a vos es conocer nuestro Redemptor
y nuestro remedio; y conocerla a ella es conocer el camino para gozar
de vos y de vuestra redempción. Confesámoos, Señor, que no somos
suficientes para conocer ni hablar la menor parte de las grandes
riquezas que en vuestra Madre pusistes; tomad, pues, la mano, pues que
sois su Hijo y queréis honrar a vuestra santísima Madre, y sois su
Criador y su Dios, que la criastes y dotastes de todas las gracias que
tiene, y por eso la conocéis muy bien, y la daréis a conocer como hemos
menester.
3.
[...] Dichoso aquel cuya ánima conociere esta obra de Dios que entre
manos tenemos, esta sacratísima Niña, en la cual no hay cosa de mano
ajena, mas toda hecha por mano de Dios, y por eso toda llena de
maravillas, vaso admirable, obra del muy Alto, como el Eclesiástico dice
(Eclo 43,2). Chiquita es en sus ojos, mas la dignidad y grandeza suya a
todo lo criado excede con grande ventaja. «Más alta es que el cielo
—dice San Agustín— esta que queremos alabar; más profunda es que el
abismo; más ancha es que el mar, y su longura es mayor que de oriente a
occidente». Maravíllanse de ella los hombres y los ángeles; viéronla las
hijas de Sión, y llamáronla bienaventurada, y las reinas la han
alabado; porque así los ángeles que atalayan a Dios en el cielo faz a
faz como las ánimas muy santas que hay en la tierra, todos le conocen
ventaja, y se postran delante su acatamiento, y confiesan ser
insuficientes para conocer la grandeza de esta pequeña; y preguntan, si
hubiere quien les responda: ¿Quién es esta que sale del vientre de su
madre como alba que nace, hermosa como luna? (cf. Cant 6,10).
No
seamos nosotros tan atrevidos a quererles decir a los ángeles lo que
ellos no saben; ellos preguntan, y con preguntar nos enseñan; y no
haremos poco si con la gracia del Señor supiéremos entender y declarar
lo que ellos preguntando enseñan.
—¿Quién
es esta que sale como alba, hermosa como luna? —De manera que ya
sabemos algo de esta benditísima María, que es alba, luna, sol y
escuadrón de gente bien ordenado.
19.
El alba nace, ella mesma da voces con la lumbre que trae, y dice: «Ya
es tiempo de caminar, ¡levantad los dormidos!». Los gallos cantan, y las
otras aves también; y la Virgen está desde el cielo dándote voces en
este santo día que ella nació, que despiertes del sueño del pecado y que
andes en la lumbre de ella, que te será fiel abogada y piadosa madre.
[...]
24.
Hermano, si ese brío y esos propósitos andan meneando tu ánima,
entiende que te ha amanecido el alba, que es el aparejo para venir a
estado de gracia; entiende que anda por tu corazón el favor de la Virgen
María, que te ha alcanzado la gracia preveniente, significada por ella
mesma, con que te aparejes a recebir la gracia de Dios, que te ponga en
su amistad.
[...].
Y éste es el don que nos alcanza esta bendita Niña, que nace como el
alba; y, según hemos dicho, es medianera entre la escuridad de la noche y
la lumbre del sol. [...] Porque así como Eva desayudó al primero Adán
en lo que tocaba al servicio de Dios, así esta Niña es criada para que
ayude al segundo Adán, que es Jesucristo, para ayudarle a la redempción y
a recoger las ánimas por quien Él derramó su sangre. Él murió por
todos, como dice San Pablo (2 Cor 5,15), y ella es el alba, luna y sol
que nace para todos; [...]. Ten, hermano, confianza en esta Virgen
sagrada, que si tú quieres llamarla con ruegos, hacerla servicios,
implorar su misericordia y oficio de interceder, sentirás que ni ella es
sorda para oírte ni tus oraciones y servicios saldrán en balde.
San Juan de Ávila