DE RODILLAS Y EN LA BOCA
LA SAGRADA COMUNIÓN
¿Qué es la comunión?
La sagrada Comunión es Jesús
mismo recibido sustancialmente en nosotros, en nuestra alma y en nuestro
cuerpo, bajo las apariencias sacramentales de pan, para transformarnos en sí
comunicándonos su santidad primero y después su felicidad y su gloria.
Por la sagrada Comunión
Jesucristo nace, crece y se desarrolla en nosotros. Todo su deseo es que le
recibamos y le recibamos a menudo.
Si conociéramos los dones y las
virtudes que nos trae la Comunión, desearíamos recibirla todos los días. Una
Comunión basta para hacer santo a uno en un instante.
Pero es preciso comulgar bien,
con una debida preparación y acción de gracias.
¿Por qué debemos comulgar?
1.- Debemos comulgar porque la
sagrada Comunión acrecienta nuestra unión con Cristo y con su Iglesia,
sembrando en nosotros la semilla de la inmortalidad: “Si no coméis la carne del
Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come
mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último
día.” Evangelio de san Juan 6, 53-54
2.- Debemos comulgar porque la
Sagrada comunión conserva y renueva la vida de la gracia, recibida en el
Bautismo y la Confirmación
3.- Debemos comulgar porque la
Sagrada Comunión nos hace crecer en el amor al prójimo.
4.- Debemos comulgar porque la
Sagrada Comunión nos perdona los pecados veniales y nos preserva de los pecados
mortales para el futuro.
¿Qué condiciones pide la
Iglesia para comulgar bien?
1. Para comulgar bien hemos de estar en gracia de Dios, sin
conciencia de pecado mortal y habiendo recibido el sacramento de la confesión
recientemente. La comunión es un don, no un derecho. Siempre somos indignos,
por eso hemos de confesar: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero
una palabra tuya bastará para sanarme.”
Cuando por alguna razón permanente de pecado o ocasional no podemos
acercarnos a la comunión, lo mejor es hacer una comunión espiritual. Quien se
acerca a la Sagrada Comunión es estado de pecado comete un sacrilegio.
2. Para comulgar bien hemos de guardar el ayuno eucarístico: no
comer ni beber nada excepto agua como mínimo una hora antes de comulgar (60
min). Este ayuno ha de servirnos para avivar en nosotros el deseo de recibir a
Jesús Sacramentado.
3. Saber a quién recibimos: pues en la Sagrada Hostia está real,
verdadera y sustancialmente Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios que se
hizo hombre para salvarnos. “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo.”
¿Cómo debemos comulgar? En la
boca y de rodillas.
Comulgar en la boca y de
rodillas es la mejor forma de expresar la adoración y el respeto al Cuerpo de
Cristo. En el Evangelio, hay muchos ejemplos de cómo las gentes que se
acercaban a Jesús se ponían de rodillas en señal de adoración.
Recibiendo a Jesús Sacramento
de rodillas y en la boca:
1. Se manifiesta que en la Eucaristía está Dios mismo, al único
al que el hombre debe adoración. Ponerse de rodillas ante Dios no nos humilla,
sino que no ensalza como criaturas suyas.
2. Se nos ayuda a comprender la grandeza de este sacramento y el
respeto que le es debido.
3. Nos recuerda que es Dios el que nos alimenta y nos da su
Cuerpo y su Sangre, como niños que son alimentados por su madre: “Si no os
hacéis como niños no entraréis en el Reino de los cielos.” La imagen del
pelícano ilustra esta verdad de una forma elocuente.
4. Se asegura mejor que ningún fragmento por pequeño que sea se
pierda, así como cualquier irreverencia o profanación.
Las razones higiénicas para no
comulgar de este modo tiene poco fundamento ante el hecho de recibir a Jesús,
Médico y Salud de nuestras almas y nuestros cuerpos. Las razones utilitaristas
y prácticas de agilidad y rapidez en la distribución de la comunión no son válidas para el acto
más sublime que el hombre puede realizar en la tierra: unirse a Dios. Este acto
ha de hacerse con la mayor solemnidad y decoro.
Es importante saber que nunca
ningún Papa ni Concilio ha querido y promovido la comunión en la mano como la
mejor forma posible de comulgar, sino como un “indulto” ante un abuso
generalizado.
¿Cómo acercarnos a la sagrada
Comunión?
Lo enseña san Pedro Julián
Eymard: “Id a la sagrada mesa con las manos juntas, los ojos bajos, el andar
grave y modesto. Poneos de rodillas con el corazón penetrado del sentimiento de
gozo y felicidad.
Al comulgar, tened la cabeza
derecha y quieta; los ojos bajos; abrid modestamente la boca; sacad la lengua
sobre el labio inferior y tenedla inmóvil hasta que el sacerdote haya puesto en
ella la sagrada forma. Guardadla un momento, si queréis, sobre la lengua, para
que Jesús, santidad y verdad, la purifique y santifique; introducidla, luego,
en vuestro pecho y ponedla sobre el trono de vuestro corazón.
Adoradle en silencio y comenzad
la acción de gracias.”
"El peor mal de nuestro
tiempo es la Comunión en la mano"
Madre Teresa de Calcuta
ORACIONES PARA PREPARARSE A LA
COMUNIÓN
ORACIONES DEL MISAL
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio y
condenación, sino que, por tu piedad, me
aproveche para defensa de alma y cuerpo
y como remedio saludable.
Señor Jesucristo, Hijo de Dios
vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo, líbrame,
por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas mis culpas y de
todo mal. Concédeme cumplir siempre tus
mandamientos y jamás permita que me
separe de ti.
ORACIÓN
DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
¡Dios todopoderoso y eterno! me
acerco al Sacramento de tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor; me acerco como
enfermo al médico de la vida, como leproso a la fuente de la misericordia, como
ciego a la luz de la claridad eterna, como pobre y necesitado al Señor de cielo
y tierra. Acudo, pues, a tu inmensa bondad para que te dignes sanar mi
enfermedad, lavar mi inmundicia, iluminar mi ceguera, enriquecer mi pobreza y
vestir mi desnudez, para que me acerque a recibir el Pan de los Ángeles, al Rey
de Reyes y Señor de Señores, con tanto dolor y piedad, con tanta pureza y fe,
con tales intenciones y propósitos, como conviene a la salud de mi alma.
Te pido que me concedas recibir
no sólo el sacramento del Cuerpo y de la Sangre del Señor, sino también la
gracia y la virtud de ese Dios tan bueno; concédeme recibir el Cuerpo de tu
Unigénito Hijo Jesucristo Señor nuestro, nacido de la Virgen María, de tal modo
que merezca ser incorporado a su Cuerpo Místico y contado entre sus miembros.
Padre amantísimo, concédeme poder contemplar eternamente y cara a cara en el
Cielo a tu amado Hijo, al cual me dispongo ahora a recibir bajo el velo de la
fe y que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo. Por todos los
siglos de los siglos. Amén.