Comentario al
Evangelio
DOMINGO DE
PENTECOSTÉS
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
¿Por
qué vino el Espíritu Santo en Pentecostés? Por tres causas:
PORQUE
ERA DESCONOCIDO. Dios Padre era conocido, o por lo menos podía conocerse, en
todo el mundo. El Verbo había sido entrevisto por los antiguos filósofos y,
además, se había manifestado espléndidamente en Cristo, pero el Espíritu Santo
permanecía desconocido. Paréceme la causa de este desconocimiento el que su
origen no tiene semejanza alguna en la naturaleza. No ha habido filosofo que
pudiera imaginarse el origen de un ser por espiración y no por generación.
PARA
MANIFESTAR LA BONDAD Y CARIDAD DEL PADRE. La segunda razón consiste en que era
necesario que el Paráclito viniese para manifestar a los hombres la bondad y
caridad de Dios, fin que le asignaba San Pablo cuando decía: No hemos recibido el espíritu del mundo,
sino el Espíritu de Dios, para que conozcamos los dones que Dios nos ha
concedido. (1 Cor. 2,12).
En
efecto la magnificencia de la encarnación del Verbo y la redención de los
hombres no podían conocerse sino por las enseñanzas del Espíritu Santo, que,
habiendo hablado primero por los profetas, nos esclarece después los misterios
y figuras antiguas. ¿De qué nos servirían la encarnación y redención si no las
conociéramos? Pues bien, el mismo Señor nos anunció al Paráclito que daría
testimonio de Él y nos enseñaría la verdad de parte suya (Io. 15,26; 16,13).
¿Quién como Él podría enseñarnos, si una sola de sus lecciones convirtió en
grandes sabios a pescadores humildes?
PARA
COMPLETAR LA OBRA DE CRISTO. La tercera razón por la que convenía descendiera
el Espíritu Santo es para completar la obra de Cristo, el cual vino a la tierra
a convertirnos en hijos de Dios y coherederos de su gloria.
¡Qué
admirable es la generación sobrenatural
del mundo! Cristo dejo la semilla. Son los apóstoles. Pero baja el Espíritu
Santo, extiende sus alas sobre ellos, y aquel calor divino hace florecer la
generación nueva de águilas que se lanza a conquistar el orbe. Del mismo modo
que el Hijo nació de María por obra del Espíritu Santo, he aquí a estos hijos
de una Madre virgen, la Iglesia, que el Espíritu Santo ha fecundado. ¡Oh
cenáculo, seno materno donde hombres ancianos forman la raza nueva del Espíritu
Santo! ¡Oh prole magnífica y generación brillante, despojo del hombre viejo que
se ha trasformado en criatura nueva! El profeta Isaías la ve desde lejos y
admirado grita: ¿Quién oyó cosa
semejante? ¿Quién vio nunca tal cosa? ¿Nace un pueblo en un día? Una nación
¿nace toda de una vez? Pues Sion ha parido a sus hijos antes de sentir dolores (Is.
66,8)
Santo Tomás de Villanueva
Por gentileza de Dña.
Ana María Galvez