LIBERTAD, CONCIENCIA, LEY NATURAL
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia (n. 138-143)
A continuación, puntos
importantísimos de doctrina sobre la libertad, la conciencia, la ley natural,
que hoy tristemente no están de moda, pero sin los cuales no se puede “ayudar”
a al hombre de hoy a ser “libre” en la responsabilidad de lo que ha recibido.
Solo cuando en el ejercicio de la libertad
el hombre obedece a la verdad,
se puede decir que realiza actos moralmente buenos que edifican su persona y la
sociedad. Por tanto, la verdad es anterior a la libertad. “La verdad os hará
libres.”
La verdad sobre el bien y el mal se
reconoce en modo práctico y concreto en el juicio
de la conciencia, que lleva a asumir la responsabilidad del bien
cumplido o del mal cometido. En el juicio práctico de la
conciencia se manifiesta el vínculo de la libertad con la
verdad. La conciencia se expresa con actos de “juicio”, que
reflejan la verdad sobre el bien, y no como “decisiones” arbitrarias. La
madurez y responsabilidad de estos juicios se demuestran con una apremiante
búsqueda de la verdad y con dejarse guiar por ella en el obrar.
El ejercicio de la libertad implica la
referencia a una ley moral natural, de carácter universal, que precede y aúna
todos los derechos y deberes. La
ley natural es la luz de la inteligencia infundida en nosotros por
Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar.
Esta luz o esta ley Dios la ha donado a la creación y consiste en la
participación en su ley eterna, la cual se identifica con Dios mismo. Esta
ley se llama natural porque la razón que la promulga es propia de la naturaleza
humana. Es universal porque se extiende a todos los hombres en cuanto
establecida por la razón. En sus preceptos principales, la ley divina y natural
está expuesta en el Decálogo e indica las normas primeras y esenciales que
regulan la vida moral. Se sustenta en la tendencia y la sumisión a Dios, fuente
y juez de todo bien, y en el sentido de igualdad de los seres humanos entre sí.
La ley natural expresa la dignidad de la persona y pone la base de sus derechos
y de sus deberes fundamentales.
En la diversidad de las culturas, la ley
natural une a los hombres entre sí, imponiendo principios comunes, aunque
su aplicación requiera adaptaciones a la multiplicidad de las circunstancias. La
ley natural es inmutable, no cambia, y aunque se llegue a renegar
de sus principios, resurge siempre de un modo u otro.
Sus preceptos, sin embargo, no son siempre
percibidos por todos con claridad e inmediatez. Las verdades religiosas y
morales pueden ser conocidas de todos y sin dificultad, con una firme certeza y
sin mezcla de error, sólo con la ayuda de la Gracia y de la
Revelación. La ley natural ofrece un fundamento preparado por Dios a la ley
revelada y a la Gracia, en plena armonía con la obra del Espíritu.
La ley natural, que es ley de Dios, no
puede ser cancelada por la maldad humana y
ha de ser el fundamento de las leyes civiles en las que se sustenta cualquier
sociedad que quiere realmente ser lugar de comunión y convivencia entre sus
miembros. El fundamento de una ley no puede estar en una “mayoría” arbitraria.
Por el pecado original, la libertad está misteriosamente inclinada a
traicionar la apertura a la verdad y al bien y con demasiada frecuencia prefiere
el mal y la cerrazón egoísta. La
libertad del hombre, por tanto, necesita ser liberada. Cristo Resucitado libera al hombre del amor desordenado de sí
mismo, que es fuente del desprecio al prójimo y de las relaciones
caracterizadas por el dominio sobre el otro; Él revela que la libertad se
realiza en el don de uno mismo. Con su sacrificio en la cruz, Jesús
reintegra el hombre a la comunión con Dios y con sus semejantes.