Homilía de maitines
MIÉRCOLES DE LA I SEMANA DE PASIÓN
Forma Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA
DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Tratado 48 sobre San Juan, hacia el
principio
La
festividad de las Encenias era la de la dedicación del templo. Pues la palabra
griega “caenon” significa nuevo. Cada vez que se dedica algo nuevo, se llama
“encaenia”. El mismo uso ha consagrado este nombre. Y así, cuando uno viste una
nueva túnica, se dice “encaeniat”. Los judíos celebraban solamente el día en
que fue dedicado el templo. Esta fiesta se celebraba, cuando el Señor dijo las
palabras que se han leído.
Era
en tiempo de invierno, y se paseaba Jesús por el templo, en el pórtico de
Salomón. Los judíos le rodearon, y le decían: “¿hasta cuándo has de traer
suspensa nuestra alma? Si eres Cristo dínoslo claramente.” No deseaban conocer
la verdad, sino que preparaban las calumnias contra el Salvador. Era en
invierno y estaban fríos; la pereza les privaba de acercarse a aquel divino
fuego. Si acercarse al fuego es creer, el que cree se acerca a él; mas el que
niega la verdad, se aparta del mismo. El alma no se mueve con los pies, sino
con los efectos.
Estaban
fríos en relación a la caridad, pero ardían en el deseo de dañar. Mucho se
habían alejado, y allí estaban. No se acercaban a él creyendo, pero a él les
conducía el deseo de perseguirle. Pretendían que el Señor les dijese: Yo soy
Cristo; y quizá no miraban a Cristo sino como hombre. Los profetas anunciaron a
Cristo; más la divinidad de Cristo no la reconocen los herejes ni en los
profetas ni en el mismo Evangelio. Y si los herejes no la reconocen, ¡cuánto
menos los judíos, mientras tienen cegado su corazón!
Transcripto por gentileza
de Dña. Ana María Galvez