Homilía de
maitines
JUEVES
DE PASCUA
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA
DE SAN GREGORIO, PAPA
Homilía 25 sobre los Evangelios
María
Magdalena, que en la ciudad había sido una mujer pecadora, amando la verdad,
lavó con sus lágrimas las manchas de sus pecados, y se cumplió la voz de la
Verdad, por la cual se dice: “Se le han perdonado muchos pecados porque amó
mucho”. Y así, la que antes pecando había permanecido en su frialdad, después
amando estuvo fuertemente abrasada. Luego que llegó al sepulcro, no encontrando
allí el cuerpo del Señor, creyó que se lo habían llevado y lo participó a los
discípulos, los cuales dirigiéndose allí, vieron y creyeron que era así como la
mujer les dijo. Acerca de ellos se escribe inmediatamente después: “Volvieron
los discípulos a su morada”, y después se añade: “Pero María estaba en pie
fuera del sepulcro llorando”.
Acerca
de lo cual debemos considerar cuán grande sería la actividad del amor que se
encendió en el corazón de esta mujer, cuando al ausentarse los discípulos no se
apartó del sepulcro del Señor. Buscaba al que no había encontrado; buscándolo,
lloraba y encendida del fuego de su amor se abrasaba en deseos de ver al que
ella creía se habían llevado. Y así sucedió, que entonces lo viese solo ella,
la única que se quedó para buscarlo, porque la perseverancia es la virtud de
las buenas obras. Así lo dice la Verdad: “El que perseverare hasta el fin se
salvará”.
Llorando
pues, María se inclinó y miró en el sepulcro. Ciertamente había visto ya vacío
el sepulcro, ya había publicado que se habían llevado al Señor; ¿por qué pues
vuelve a inclinarse, y a renovar el deseo de verle? Porque el que ama, no le
basta haber mirado una sola vez, porque la fuerza del amor aumenta los deseos
de buscar, Y, efectivamente, primero le busco, y no le encontró; perseveró en
buscarle, y le encontró; sucedió que con la dilación crecieron sus deseos y
creciendo consiguió encontrarle.
Transcripto por Dña. Ana María Galvez