EL
CORAZÓN DE JESÚS, ÚNICO REMEDIO PARA EL CORAZÓN DEL HOMBRE
REFLEXIÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
(n. 27)
27 En el
actuar gratuito de Dios Creador se expresa el sentido mismo de la creación,
aunque esté oscurecido y distorsionado por la experiencia del pecado.
Ante el don de gratuidad que Dios mismo
manifiesta en su creación y en su actuar salvífico, vemos desde los orígenes,
el pecado.
Pecado que es rebelión contra Dios, pecado
que es búsqueda de una autonomía sin contar con Dios, pecado que es querer ser
dioses de la propia existencia, pecado que es no reconocer este amor de Dios.
El pecado establece un estado de injusticia
con Dios, con uno mismo, con los demás y con la misma naturaleza. Todo queda
quebrado, dañado, herido… la concupiscencia vicia la relaciones, las
imposibilita, las somete a la dominio de las pasiones que nacen en el corazón
del hombre.
Y, en el pecado está también la raíz última
y el inicio de las injusticias que se viven en la sociedad: injusticias
económicas, laborales, racismos, explotación… etc… Si esto no lo comprendemos
así, no podremos arreglar y salvar nuestro mundo. Es necesario curar el corazón
del hombre.
Como nos recordó recientemente nuestro
obispo D. Braulio refiriéndose a la violencia mal denominada de género: “por
muy buenas leyes que existan o salgan de nuestros parlamentos, el ser humano es
interioridad y poco se puede hacer si no se cambia por dentro. ¿Las leyes
positivas pueden sin más cambiar ese corazón? Sinceramente no lo creo.”
Solamente Jesús puede curar el corazón del
hombre, por eso Jesús es la respuesta mejor a los problemas del hombre de hoy.
Con su gracia que se nos da en los sacramentos, con su perdón y con la acción transformadora
del Espíritu Santo, el corazón del hombre viejo puede llegar a ser un corazón
semejante al Corazón de Jesús.