jueves, 10 de diciembre de 2015

CRISTO, EVANGELIO PARA EL MUNDO. REFLEXÍÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (n. 3)

CRISTO, EVANGELIO PARA EL MUNDO.
REFLEXÍÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (n. 3)

A los hombres y mujeres de nuestro tiempo, la Iglesia ofrece también su doctrina social. 
La doctrina social de la Iglesia, aplicación del Evangelio a la vida en sociedad, no es simplemente algo para los cristianos: A nosotros, nos concierne y obliga en particular; pero, el mensaje de Jesucristo es para todos.
Él es Camino, Verdad y Vida. Él, única Verdad para los hombres de todos los tiempos y lugares, nos enseña a ser verdaderamente hombres según el plan de Dios en la creación:
Cristo nos enseña a ser hombres, reconociendo nuestra propia dignidad: criaturas de Dios, creados a su imagen y semejanza, dotados de libertad, capacidad de pensar y amar; iguales ante Dios.
Cristo nos recuerda la llamada a vivir en comunión de personas. Dios Trinidad, comunidad de amor, nos hizo a su imagen y semejanza y, por tanto, nos llama a la vida fraterna, dialogal, relacional. Recordemos la experiencia de soledad del primer hombre en el Paraíso. Y esta vida social requiere una normas, una forma de comportamiento, unos principios, valores…. que Cristo nos enseña desde el Evangelio.
Cristo, con su vida y su palabra, nos descubre la exigencia que todos hemos de tener para vivir la justicia y la paz.
La Doctrina social nos es una intromisión de la Iglesia en algo que no le corresponda ni tampoco un desenfoque de su fe. La Doctrina social nace de la fe en que Cristo ha venido a traernos una salvación total de la persona. La Doctrina social nace de la esperanza en Cristo: él es el juez justo de la historia, de cada uno en particular. Y, Dios en esta vida o en la otra, hará justicia a sus pobres. La Doctrina social nace la virtud de la caridad, pues el mandato nuevo del amor engloba a todos los hombres y en particular a los que se encuentran en las periferias existenciales –como diría el Papa Francisco-.
El cristiano cae en pecado de omisión si ante la injusticia se calla y tuerce la mirada como si nada pasase; peca gravemente si él mismo es autor de las injusticias. Agradamos a Dios si vivimos esta fe, esta esperanza y caridad en todas nuestras relaciones laborales, familiares, políticas y económicas.