¡Yo te saludo, oh
casta y perfecta María! Tú estás llena de gracia; el Señor está contigo; tú
eres, por encima de todas las mujeres, bendita; y el fruto que de ti obtiene su
sagrada vida es Jesús, que a todos nos bendice. Santa Virgen María,
incomparable madre de un Hijo que sólo tiene a Dios por Padre, ruega por
nosotros ahora y cuando nos hallemos en nuestra hora última; y como, al morir,
apenas se piensa en la oración, ruega por nosotros con más ardor.