¡Oh beatísima y dulcísima Virgen María, llena de misericordia!, yo recomiendo a vuestra piedad mi alma, mi cuerpo, mis pensamientos, mis obras, mi vida y mi muerte.
¡Oh Señora mia!, ayudadme y confortadme contra las asechanzas del demonio; alcanzadme el verdadero y perfecto amor, con el cual ame de todo mi corazón a vuestro muy querido Hijo y Señor mío Jesucristo; y después de Él os ame a Vos sobre todas las cosas.
¡Oh Reina y Madre mia!, con vuestra poderosísima intercesión, haced que permanezca siempre en mí este amor hasta la muerte, después de la cual sea yo por Vos conducido a la patria de los bienaventurados.