MARTES
DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
Como quiera, hacia la mitad de la
fiesta, subió Jesús al templo, y se puso a enseñar. Y se maravillaban los
judíos, y decían: ¿Cómo sabe éste las letras sagradas sin haber
estudiado? Les respondió Jesús: Mi palabra no es mía sino de aquel que me
ha enviado. Quien quisiere hacer la voluntad de éste, conocerá si mi
palabra es de Dios, o si yo hablo de mí mismo. Quien habla de su propio
movimiento, busca su propia gloria; mas el que únicamente busca la gloria del
que le envió, ése es veraz, y no hay en él injusticia o fraude. ¿Por
ventura, no os dio Moisés la ley, y con todo eso ninguno de vosotros observa la
ley? ¿Pues, por qué intentáis matarme? Respondió la gente: Estás
endemoniado: ¿Quién es el que trata de matarte? Jesús prosiguió,
diciéndoles: Yo hice una sola obra milagrosa en día de sábado, y todos lo
habéis extrañado. Mientras que, habiéndoos dado Moisés la ley de la
circuncisión (no que traiga de él su origen, sino de los patriarcas), no dejáis
de circuncidar al hombre aun en día de sábado. Pues si un hombre es circuncidado
en sábado, para no quebrantar la ley de Moisés, ¿os habéis de indignar contra
mí, porque he curado a un hombre en todo su cuerpo en día de sábado? No
queráis juzgar por las apariencias, sino juzgad por un juicio recto. Comenzaron
entonces a decir algunos de Jerusalén: ¿No es éste a quien buscan para darle la
muerte? Y con todo vedle que habla públicamente, y no le dicen nada. ¿Si
será que nuestros príncipes de los sacerdotes y los senadores han conocido de
cierto ser éste el Cristo? Pero de éste sabemos de dónde es; mas cuando
venga el Cristo nadie sabrá su origen. Entretanto, prosiguiendo Jesús en
instruirlos, decía en alta voz en el templo: Vosotros pensáis que me conocéis,
y sabéis de dónde soy; pero yo no he venido de mí mismo, sino que quien me ha
enviado es veraz, al cual vosotros no conocéis. Yo sí que le conozco,
porque de él tengo el ser; y él es el que me ha enviado. Al oír esto
buscaban cómo prenderle; mas nadie puso en él las manos, porque aún no era
llegada su hora. Entretanto muchos del pueblo creyeron en él, y decían: Cuando
venga el Cristo, ¿hará por ventura más milagros que los que hace éste?
Juan 7,14-31