¿Por qué se la llama así?, a Ella, que jamás recibió un golpe, ni una herida, ni una injuria en su persona sagrada. ¿Cómo puede ser exaltada por encima dequienes sufrieron en sus cuerpos las atroces violencias y los tormentos másagudos por amor a nuestro Señor? Es, desde luego, la Reina de todos lossantos, de aquellos que siguen a Cristo vestidos de blanco, «porque sondignos de Él», pero ¿por qué es Reina de aquellos que «fueron muertos porla Palabra de Dios y por el testimonio que de la misma dieron»?Para responder a esta pregunta, hay que recordar que los sufrimientos delalma pueden ser tan terribles como los del cuerpo. Los hombres malos queestán en el infierno y los elegidos de Dios que están en el Purgatorio estánsufriendo sólo en sus almas, pues sus cuerpos están todavía en el polvo; sinembargo, ¡qué duro es este sufrimiento! Quizá muchas personas que hanvivido mucho saben por propia experiencia lo que es un dolor lacerante, quese clava como una espada, lo que es el peso aplastante de una pena, queparece que nos hunde, y, sin embargo, el cuerpo no sufre nada.¡Qué horror tan espantoso debió ser para Santa María la Pasión y laCrucifixión de su Hijo! Su angustia fue, como lo predijo el santo Simeóncuando la Presentación del Niño en el Templo, una espada que atravesaba sualma. Si nuestro Señor mismo no pudo soportar la perspectiva de lo que tenía que pasar, hasta el punto de que le empapó un sudor de sangre por el efecto de su alma sobre su cuerpo, ¿no podemos deducir de esto hasta qué punto puede ser enorme el dolor mental? No podemos, pues, asombrarnosde que el espíritu y el corazón de María fueran destrozados cuando estaba alpie de la Cruz de su Hijo.Por eso, es muy verdaderamente la Reina de los Mártires.