"Puesto que sufrió por
nosotros, nos confió en este sacramento su cuerpo y su sangre, en que nos
transformó también a nosotros mismos, pues también nosotros nos hemos
convertido en su cuerpo y, por su misericordia, somos lo que recibimos.
Recordad lo que era antes, en el campo, este ser creado, cómo lo produjo la tierra,
lo nutrió la lluvia y lo llevó a convertirse en espiga; a continuación lo llevó
a la era el trabajo humano, lo trilló, lo aventó, lo recogió, lo sacó, lo
molió, lo amasó, lo coció y, finalmente, lo convirtió en paz. Centraos ahora en
vosotros mismos: no existíais, fuisteis creados, llevados a la era del Señor y
trillados con la fatiga de los bueyes,
es decir, de los predicadores del Evangelio. Mientras permanecisteis en el
catecumenado estabais como guardados en el granero; cuando disteis vuestros nombres
comenzasteis a ser molidos con el ayuno y los exorcismos. Luego os acercasteis
al agua, fuisteis amasados y hechos unidad; os coció el fuego del Espíritu
Santo y os convertisteis en pan del Señor. Veis cómo el conjunto de muchos
granos se ha trasformado en un solo pan; de idéntica manera, sed también
vosotros una sola cosa amándoos, poseyendo una sola fe, una única esperanza y
un solo amor (…) También vosotros habéis
venido a parar, en el nombre de Cristo, al cáliz del Señor después del ayuno y
de las fatigas, tras la humillación y el arrepentimiento; también vosotros
estáis sobre la mesa, también vosotros estáis dentro del cáliz. Sois vino
conmigo; lo somos conjuntamente, juntos lo bebemos, porque juntos vivimos."