viernes, 28 de febrero de 2025

01 DE MARZO. SAN ROSENDO, OBISPO DE MONDOÑEDO

 01 DE MARZO
SAN ROSENDO
OBISPO DE MONDOÑEDO (907-977)
LUZ de un siglo tenebroso, es San Rosendo, juntamente con San Atilano, San Froilán y San Genadio, uno de los cuatro pilares del antiguo reino leonés. Fundador de instituciones seculares, sembrador de cultura y arte, constructor y reformador de monasterios, monje y soldado, sabio y santo, místico y guerrero, la vida de este Santo medieval —dulce y mansa, equilibrada y serena, noble y valerosa— forma un contraste singular con la época que le toca vivir. A él, mejor que a nadie, se le pueden aplicar aquellas palabras que poco antes se dijeran de San Fructuoso, «el legislador de los monjes hispanos»: «Su aspecto risueño era una luz; siempre estaba alegre, y un lucero blanco rutilaba dentro de su corazón, un lucero que nunca se apagaba y que había sido encendido por el Paráclito».
Rosendo es, sí, un predestinado.
El Conde Gutierre y Méndez —tío del rey Alfonso el Magno— pelea frente a Coímbra contra el agareno. Mientras tanto, su esposa Ilduara —hija del Conde de Hero y tía del rey don Ramiro II— que, recluida en Valde salas de Galicia, espera el primogénito que ha de dar cauce digno a su sangre blasonada, recibe del Cielo —Croisset cree que por medio de San Miguel — este letificante mensaje: «Alégrate, Ilduara, que tus súplicas han sido oídas en el acatamiento del Señor: el fruto que de ti nacerá será santo delante de Dios y de los hombres».
El ungido del Cielo nació el 26 de noviembre del 907. Una madre sublimada de virtudes lo acogió en su regazo. El Obispo de Mondoñedo —Sabarico II— lo educó en su escuela. Los carismas celestiales brillaron sobre su frente. El hagiólogo pudo pincelar así su retrato: «Juventud con juicio de anciano; de palabras dulces y eficaces. Enemigo de las puerilidades y vanidades del mundo, amante de la oración, aplicado al estudio; de inteligencia clara, de alma fuerte y generosa, de vida pura y noble; alegre sin liviandad, modesto sin extravagancias, grave sin disciplina. De rostro agradable y estatura mediana».
A los doce años el nombre de Rosendo signa ya Privilegios Reales. A los dieciocho aprisionan su juventud con la mitra de Mondoñedo. Es un Prelado magnífico, de alma profundamente evangélica. Desarrolla una actividad inmensa y polifacética. Tiene sabiduría, firmeza, audacia santa. Se le ve entregado a los ejercicios propios de su ministerio pastoral, restaurar cenobios —como el de Samos, que eleva al rango de Abadía— empuñar la espada, cuando el rey Ordoño le nombra Virrey de Galicia. Moros y normandos pueden hablar de la fortaleza de aquel brazo que se armó para defender la justicia, la Religión y la Patria.
Inspirado por Dios, funda en Celanova el monasterio del Salvador, en cuya dotación consume su espléndido patrimonio. Será un foco de patriotismo, de cultura, de perfección; una casa de oración, una colmena de trabajo, una fortaleza del espíritu...
Aquel remanso de paz llegó a seducirle a él mismo. Y tuvo valor para cambiar la mitra por el humilde hábito de San Benito, resuelto a ser el último de aquellos monjes que gobernaba el abad San Franquila. Pero donde él ponía las manos brotaban los milagros: adivinaba las cosas futuras, resucitaba a los muertos, y los ángeles del cielo le acompañaban en el canto de los salmos.
Cuando murió Franquila todos pusieron los ojos en Rosendo, y lo sentaron a la fuerza en la silla- abacial. Había allí muchos hombres preclaros, pero ninguno se le podía comparar. Dio a sus monjes armas espirituales e instrumentos civilizadores. Les enseñó a trabajar por amor. Fue padre, maestro, refugio y consuelo de sus almas, miel para su corazones y fuente de sabiduría para sus inteligencias. Les bastaba ver en el coro la figura atrayente del Abad para recobrar la paz del alma y sentirse inflamados en el divino amor. Sobre Celanova flotaba un hálito de ternura y suavidad evangélica que envidiaban los mismos ángeles. Miles de hombres serían atraídos por aquella vida de ascéticos renunciamientos y místicas claridades...
La joya del testamento espiritual de San Rosendo nos revela al místico encumbrado, al enfermo de amor divino, que sabe expresar esos sublimes conceptos teológicos sólo columbrados en los arrebatos de la contemplación. Al leerlo aún nos parece ver a sus hijos apretados en torno de su lecho, escuchando con raudales de lágrimas los últimos desahogos del padre que se va:
—«Mira, padre y señor nuestro, ¿qué va a ser de tantas escuadras de monjes como reuniste, alimentaste y educaste? ¿Quién será su padre? ¿Quién el defensor de esta Iglesia?».
— «Confiad, hijos y señores míos; poned en el Señor vuestra esperanza, que no os dejará huérfanos. Por mi parte, os encomiendo al Criador y Señor Jesucristo, para quien os he adquirido y por cuyo amor he construido este lugar».
Después de tan paternal desahogo, volvió a concentrarse en sí mismo, y, pensando en. lo que había sido el lema de toda su vida, signó su testamento «bajo la Providencia de Dios».
Murió el primero de marzo del 977, igual que había Vivido: la luz de aquella existencia aureolada se apagó lenta, serena, majestuosamente, como el sol cuando se hunde en la inmensidad del océano...

DÍA 1. EL CORAZÓN DE SAN JOSÉ TENÍA EN GRAN ESTIMA LA VIDA INTERIOR Y ESCONDIDA

DÍA 1

El corazón de San José tenía en gran estima la vida interior y escondida.

 

 

MES

EN HONOR

A SAN JOSÉ

Por un sacerdote

de la Congregación de la Misión

 

ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS

 

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, (breve silencio)

pidiendo el auxilio de la Virgen María (breve silencio)

y del Ángel Custodio, (breve silencio)

acudamos a la presencia del Glorioso San José y supliquemos:

 

Dios te salve, José, lleno de la gracia divina.

Entre tus brazos descansó El Salvador

y ante tus ojos creció.

Bendito eres entre todos los hombres,

y bendito es Jesús,

el hijo divino de tu Virginal Esposa.

San José, padre adoptivo de Jesús,

ayúdanos en nuestras necesidades familiares,

de salud y de  trabajo,

hasta el fin de nuestros días,

y socórrenos a la hora de nuestra muerte. Amén.”

 

DIA 1

El corazón de San José tenía en gran estima la vida interior y escondida.

 

¡Cuán hermosa y cuán noble y saludable es la vida interior y escondida! ¡Se parece en cierto modo a aquella que Dios mismo tuvo a lo largo del curso infinito de los siglos antes de la creación del mundo, siendo conocido sólo por sí mismo y sólo en él! Vida desconocida para las criaturas, que no piensan en otra cosa que hacer famoso y glorioso su propio nombre entre los hombres, pero conocida por el Creador que aún hoy lleva el nombre de Dios perfectamente escondido, ora rodeado por un abismo de oscuridad, ora elevado a una altura inaccesible de luz; una vida baja y oscura en la opinión de los hombres, pero muy sublime y llena de claridad en la estima de los Ángeles: una vida por la que los sabios del mundo y los ambiciosos sienten aversión y desprecio, una vida que condena la vanidad y la locura de quienes se deleitan en vivir entre las multitudes del mundo y en la pompa de las calles y plazas. Esta vida interior y escondida era la vida de San José, una vida querida en su corazón, y por la cual tenía una estima incomparable porque está continuamente ocupada con los ejercicios de la gracia, y por tanto más noble que la conquista de reinos y el gobierno de imperios; y si a los ojos de los mundanos parece solitario, se vuelve público a los ojos de los habitantes del cielo. Sintió el más profundo transporte por esta vida interior y tranquila, porque sabía bien que era una vida purificada de los afectos terrenales, sostenida por sentimientos celestiales y enteramente ocupada en una admiración continua de las perfecciones de Jesús y María.

Es cierto que tras la revelación hecha por el Ángel a San José de que su purísima Esposa estaba llena de Dios, y que había concebido el Verbo divino por obra del Espíritu Santo, José pasó el resto de sus días, es decir, cerca de treinta años, en continua admiración y en éxtasis ininterrumpido. Si los dos Tobías, padre e hijo, después de haber sabido que quien había acompañado a Tobías a Ragés era realmente el arcángel Rafael, uno de los siete espíritus que incesantemente asisten ante el trono de la divina Majestad, quedaron tan sorprendidos de asombro que postrados con el rostro en el suelo permanecieron en esta posición por espacio de tres horas, mostrando así respeto y gratitud hacia su benefactor, tenemos razones más que suficientes para decir que José fue cautivado continuamente en el éxtasis más dulce en presencia de Jesús y María, un éxtasis no similar al que priva a las criaturas del uso de los sentidos y el poder de ocuparse de las cosas externas, estando entonces el alma enteramente ocupada en Dios sólo, como si estuviera separada del cuerpo, sino en un arrobamiento completamente interno, que la mantenía presente y unida a Dios y a las cosas de Dios, de tal manera que no le quitaba la libertad ni la fuerza ni la atención para dedicarse a los trabajos y asuntos temporales de su querida familia.

¿Y por qué no aprendemos de san José, que también nosotros demos importancia a una vida más celestial que terrenal, una vida que nos une a Dios y nos permite disfrutar en este valle de dolor del sabor del paraíso, una vida que Dios concede a sus amadas almas de acuerdo con la promesa que ha hecho de ella, y que él llama maná escondido, cuyos sabores más dulces son tales que no pueden entender o experimentar excepto aquellos que se dedican a gustarla? Aquí se podría decir que quien no prueba, no cree. No tenemos estima por esta vida porque no la conocemos, no la conocemos porque disfrutamos de otros alimentos halagadores que nuestro amor propio busca, alimentos que momentáneamente endulzan el paladar, pero que no sacian, no deleitan el corazón: no lo sabemos porque el espíritu está disipado, el corazón está distraído... Ah, ¿y hasta cuándo, oh almas devotas, permaneceréis en vuestra disolución espiritual? Dedícate a conocer la belleza de esa vida, aprovéchala al máximo y luego comienza a disfrutarla, apoyándote con confianza en la protección de san José.

 

JACULATORIA

Oh san José, que en la Circuncisión del divino Niño, le diste el nombre de Jesús,

ruega por nosotros.

 

AFECTOS

 

Oh bendito san José, por el dolor cruel que sentiste con ocasión de la Circuncisión del Divino Niño, y por el gozo con que se llenó tu alma al darle el nombre de Jesús, desde que recibiste noticia de ello desde el cielo, obtén para mí la resignación y fortaleza para soportar todas las penas y tribulaciones que Dios quiera enviarme para purificar mi corazón y encenderlo con un amor más ferviente. Déjame encontrar, como tú, todo mi consuelo y fuerza divina en ese dulce nombre que impusiste al Salvador del mundo. Ah, que este santo y terrible nombre sea mi consuelo en las aflicciones, mi luz en las dudas, mi guía en mis incertidumbres, mi fuerza en las tentaciones, y sea mi consuelo en mis últimas agonías y mucho más en la muerte, para que después de haberlo invocado, alabado y bendecido en la tierra, me sea dado venir a invocarlo, alabarlo y bendecirlo allí arriba en el cielo en el esplendor de los santos.

 

LETANÍAS A SAN JOSÉ

Indulgencia de 5 años, cada vez que se recitan. Indulgencia plenaria si diariamente se recitan devotamente durante un mes. Pio XI, 25 de marzo de 1935

 

Señor, ten misericordia de nosotros

Cristo, ten misericordia de nosotros.

Señor, ten misericordia de nosotros.

 

Cristo óyenos.

Cristo escúchanos.

 

Dios Padre celestial,

ten misericordia de nosotros.

Dios Hijo, Redentor del mundo.

Dios Espíritu Santo.

Santa Trinidad, un solo Dios.

 

Santa María,

ruega por nosotros.

San José,

ruega por nosotros.

Ilustre descendiente de David.

Luz de los Patriarcas.

Esposo de la Madre de Dios.

Casto guardián de la Virgen.

Padre nutricio del Hijo de Dios.

Celoso defensor de Cristo.

Jefe de la Sagrada Familia.

José, justísimo.

José, castísimo.

José, prudentísimo.

José, valentísimo.

José, fidelísimo.

Espejo de paciencia.

Amante de la pobreza.

Modelo de trabajadores.

Gloria de la vida doméstica.

Custodio de Vírgenes.

Sostén de las familias.

Consuelo de los desgraciados.

Esperanza de los enfermos.

Patrón de los moribundos.

Terror de los demonios.

Protector de la Santa Iglesia.

 

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

perdónanos, Señor.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

escúchanos, Señor,

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

ten misericordia de nosotros.

 

V.- Le estableció señor de su casa.

R.- Y jefe de toda su hacienda.

 

Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

***

Querido hermano: si te ha gustado esta meditación del mes de san José, compártela con tus familiares y amigos.

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

jueves, 27 de febrero de 2025

DÍA DE PREPARACIÓN. MES EN HONOR A SAN JOSÉ

DÍA DE PREPARACIÓN

(28 de febrero)

 

MES

EN HONOR

A SAN JOSÉ

Por un sacerdote

de la Congregación de la Misión

 

ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS

 

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, (breve silencio)

pidiendo el auxilio de la Virgen María (breve silencio)

y del Ángel Custodio, (breve silencio)

acudamos a la presencia del Glorioso San José y supliquemos:

 

Dios te salve, José, lleno de la gracia divina.

Entre tus brazos descansó El Salvador

y ante tus ojos creció.

Bendito eres entre todos los hombres,

y bendito es Jesús,

el hijo divino de tu Virginal Esposa.

San José, padre adoptivo de Jesús,

ayúdanos en nuestras necesidades familiares,

de salud y de  trabajo,

hasta el fin de nuestros días,

y socórrenos a la hora de nuestra muerte. Amén.”

 

DÍA DE PREPARACIÓN (28 de febrero)

 

Por admirable disposición de la divina providencia José, cuya vida fue tan oscura, interior y escondida a los ojos de los hombres, puede servir de modelo perfecto a todos aquellos cristianos que quieren en su estado servir fielmente a Jesucristo y caminar tras él por el camino de la perfección, y especialmente a los que están consagrados a Dios. La vida interior y recogida que supone el desprendimiento de las cosas creadas y sensibles, consiste en tener el alma continuamente ocupada en los grandes objetos de la fe, y el corazón en el amor del sumo Bien y en los goces continuos que son su consecuencia. Tal fue la vida que llevó San José, vida bendita, vida gozosa, vida que fue paraíso anticipado, y que hace decir a la Iglesia de tan gran santo: "Eras en la tierra semejante a los bienaventurados que están en el cielo.”

Nos adentramos estos días en el Corazón de San José, lleno de luz divina, y detengámonos a considerar cómo la vida de tan hermoso corazón fue una vida enteramente interior y escondida, una vida elevada a la más sublime contemplación, y un continuo ejercicio de amor que lo mantuvo siempre inmerso en la gozo de su Señor e inundado por el torrente de los placeres celestiales. Pero ¿cómo entrar en él, si tú, oh gran Dios, no te dignas a presentarnos y descubrirnos, a abrir su interior admirable, verdadera escuela de piedad y santo recogimiento, de oración y de amor? ¡Ay! concédenos esta gracia, para que asqueados y desprendidos de todo lo exterior, nos aburramos para siempre de todo lo que hay de encantador en las cosas vanas de esta tierra, propias para desligarnos de ti y privarnos de las inefables riquezas de tu reino eterno. Esperamos esta gracia. Almas piadosas, venid pues este mes, venid y entrad en este santuario del corazón de San José, para descubrir todas sus riquezas y todas sus maravillas; pero sobre todo venid vosotros que estáis consagrados a Dios en el estado religioso, vosotros que más que nadie podéis y debéis ocuparos en la santificación de vuestro estado, vosotros que debéis distinguiros con una piedad más tierna, más sincera, más viva hacia una santo a quien tienes por padre y modelo, y a quien por tu santa vocación te asemejas. La venerable fundadora de las monjas de la Visitación de María, la señora Rivier, muerta en olor de santidad, no pudo evitar penetrar en el interior de San José, meditando sobre su grandeza y sublimes virtudes, y presentó este modelo a toda su comunidad, exhortándola a estudiarlo y a imitarlo en todo. Y como sus monjas tenían la tarea de educar, les decía: «Pórtense con sus educandas como san José se comportó con el divino Infante: tened igual vigilancia, la misma atención y en cierto modo el mismo respeto, considerando con el ojo de fe de este Niño Divino en sus personas y especialmente en las niñas pobres." Imitemos tan hermoso ejemplo, y pasemos este mes y toda nuestra vida en la devoción y unión de un santo que, dada la poderosa influencia que tiene con Jesús y con María, puede hacernos felices en el tiempo y en la eternidad.

 

JACULATORIA

San José, que fuiste elegido desde la eternidad entre mil, ruega por nosotros.

 

AFECTOS

Te felicito San José, por haber sido elegido por Dios desde la eternidad con preferencia a cualquier otro para ocupar los primeros y más sublimes lugares de su reino; y por las gracias, dones y privilegios que os fueron preparados para cumplir dignamente vuestros deberes: ¡ah! por tanta condescendencia que Dios tuvo por vos, y por la predilección que os mostró, obtened para mí ser siempre mirado por Él con ojos de misericordia, y favorecido con aquellas gracias que son necesarias para mi santificación y eterna salvación. Amén.

 

LETANÍAS A SAN JOSÉ

Indulgencia de 5 años, cada vez que se recitan. Indulgencia plenaria si diariamente se recitan devotamente durante un mes. Pio XI, 25 de marzo de 1935

 

Señor, ten misericordia de nosotros

Cristo, ten misericordia de nosotros.

Señor, ten misericordia de nosotros.

 

Cristo óyenos.

Cristo escúchanos.

 

Dios Padre celestial,

ten misericordia de nosotros.

Dios Hijo, Redentor del mundo.

Dios Espíritu Santo.

Santa Trinidad, un solo Dios.

 

Santa María,

ruega por nosotros.

San José,

ruega por nosotros.

Ilustre descendiente de David.

Luz de los Patriarcas.

Esposo de la Madre de Dios.

Casto guardián de la Virgen.

Padre nutricio del Hijo de Dios.

Celoso defensor de Cristo.

Jefe de la Sagrada Familia.

José, justísimo.

José, castísimo.

José, prudentísimo.

José, valentísimo.

José, fidelísimo.

Espejo de paciencia.

Amante de la pobreza.

Modelo de trabajadores.

Gloria de la vida doméstica.

Custodio de Vírgenes.

Sostén de las familias.

Consuelo de los desgraciados.

Esperanza de los enfermos.

Patrón de los moribundos.

Terror de los demonios.

Protector de la Santa Iglesia.

 

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

perdónanos, Señor.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

escúchanos, Señor,

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:

ten misericordia de nosotros.

 

V.- Le estableció señor de su casa.

R.- Y jefe de toda su hacienda.

 

Oremos: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

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Querido hermano: si te ha gustado esta meditación del mes de san José, compártela con tus familiares y amigos.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.