Instrucción que
santa Teresa de Jesús
da a una de sus
más tiernas hijas
mostrándole las
caricias y regalos
que más estima
el buen Jesús.
La Santa. Jesús quiere vivir en tu corazón, hija
mía, y te ama más que nadie de este
mundo. ¿Le amas tú también sobre
todas las cosas?
Hija. Sí, Madre mía, le amo con todo mi
corazón, y por una sola cosa suspiro, que es por ser toda de Jesús.
S. Pues
eso mismo es lo que yo pretendo
de ti; que seas toda de Jesús, así como Jesús es todo tuyo. Mas no habrás quizá
reflexionado que a las más jovencitas de mis hijas ama el divino Jesús con más
tierno amor.
H. ¿Por
qué esto, Madre mía?
S. Porque tu corazón
es más inocente y puro; el mundo
y el demonio apenas han
entrado en él y el buen Jesús,
divino jardinero de las almas, se complace sobremanera en cultivar los
arbolillos más tiernos que Él plantó y después regó con su sangre; y los frutos
que dan estos arbolitos, que sois vosotras, las almas inocentes, le son más
sabrosos.
H. Ahora comprendo, Madre mía, por qué el
mundo y el demonio trabajan tanto para seducir a la juventud: quisieran ellos
deshojar esas flores y coger esos frutos del árbol de nuestro corazón porque
son los primeros, más hermosos y de mayor precio; mas no lo han de lograr de
vuestra hija, porque yo quiero ser toda de Jesús, y en mi corazón jamás han de
tener parte el mundo o Lucifer.
S. ¡Cuánto me complacen tus generosos y altos deseos!
Mas ¡ay, hija mía, cuánto temo por ti!
H. ¿Por qué, Madre mía? ¿Acaso con Jesús
y con vos no lo podré todo? ¿Quién peleará contra mí, que no lleve las manos a la cabeza?
S. Pero atiende,
hija mía de mi alma, eres joven inexperta, y el mundo
está lleno de lazos para robarte el amor de Jesús; y
el demonio anda a tu alrededor dando vueltas como león rugiente para borrar de
tu alma la divina inscripción Viva Jesús.
Temo, pues, por tu inconstancia e inexperiencia, y porque eres mujer y por
lo mismo de condición débil y frágil.
H. Mas ya seré fuerte con la gracia de
Dios. ¿No decís vos, que seremos tan varoniles vuestras hijas que espantaremos
a los hombres si somos animosas?, ¿qué hay imposible al que todo lo puede? Su Majestad nos hizo de nada; ¿no podrá
hacernos ahora santas, grandes santas?
S. Es cierto, hija mía, y me complazco en
ver tus grandes deseos. Tú serás un día, si perseveras, una perfecta hija mía, porque no eres alma arrinconada, ni tienes el corazón apretado.
Procura comunicar ese espíritu a tus hermanitas,
porque, entre las hijas de Teresa de Jesús ya sabes que no debe haber
medianías: o almas que aspiran a ser santas, grandes santas, o almas
arrinconadas, que nunca harán nada de provecho para sí, y por los intereses de
Jesús.
H. Reconozco como vos, Madre mía, que
estoy hecha una imperfección, menos en los deseos y en el amor. En esto de
deseos siempre los quiero tener grandes como vos mandáis, aunque pequeñita,
pretendo que nadie me gane en amar a Jesús de Teresa y a Teresa de Jesús.
S. Cuenta con toda mi protección, hija
mía, en esta noble empresa, tan digna de un corazón católico y español. Sienta
muy bien en corazones juveniles tener grandes deseos: propios es de doncellas
españolas que tienen conciencia de su dignidad, aspirar a lo mejor, a lo más
perfecto: deja para las jóvenes que no saben apreciar lo que vale el ser
católicas y españolas, y que no llevan por lo mismo el honroso dictado de hijas
de María y Teresa de Jesús, deja, digo, para esas miserables el que amen la
vanidad y vayan en pos de la mentira envileciéndose y empequeñeciendo su
corazón con el amor de las naderías y ruindades del siglo. Almas reales,
corazones nobles han de suspirar tan solo por la verdadera grandeza, que se
encuentra en el amor y servicio de Jesús.
H. ¡Cuánto me alientan estas palabras, y
me anima vuestro ejemplo y el saber que me amáis y me ayudáis en mi sublime
empresa, oh dulce Madre mía, santa Teresa de Jesús! O santa, o nada he de ser,
porque quiero ser toda de Jesús.
S. ¿Te consuela,
hija mía, el saber que yo te amo? ¿Te anima el ser toda de Jesús? pues atiende,
aún te animará más lo que voy a referirte del Niño Jesús.
H. Decídmelo, Madre mía, pues todo
lo que es del Niño Jesús me enamora y
encanta.
S. Pues oye un sucedido a mí, que te
demostrará una vez más cuánto te ama por ser jovencita el buen Jesús. Era yo
vieja y cansada, y salía del coro con todas las religiosas; delante de mí iba
una sobrinita mía, jovencita, llamada
Beatriz; hacían todas reverencia a una imagen muy devota del buen Jesús, y no
bien inclinó la cabeza mi sobrinita cuando Jesús le volvió el saludo haciéndole
una inclinación. No cabía en mí de gozo, esperando ser correspondida del buen
Jesús como mi sobrinita, al hacerle igual reverencia. Mas ¡oh desengaño! viendo
que el buen Jesús no me correspondía, un tanto amostazada hube de exclamar: ¡Jesús!, ¡qué cosa es ser vieja! Es
verdad hija mía, que siempre fue en extremo cariñoso el buen Jesús conmigo,
pues como mi alma era amorosa, castigaba mis pecados con grandes mercedes; pero
te recuerdo este hecho para persuadirte cuánto ama el buen Jesús a las almas inocentes, para que te animes a hacerle
muchos obsequios, y así merecer sus caricias y regalos, y sobre todo la
perseverancia en su amor. Jesús es muy galante y caballero, hija mía, hijo de
muy nobles padres, y jamás consiente
ser vencido en la cuestión de amor. Si tú le haces obsequios como a uno, Él te
lo remunerará como a mil.
H. Es verdad lo que me decís, Madre mía;
he gustado ya y visto por experiencia cuán suave es el Señor; cuán bueno para
el alma que le busca, cuán largo en remunerar el más leve servicio: por eso
quiero servir siempre a un Señor tan dadivoso y magnifico.
S. Mas no sabrás tal vez, hija mía, cuáles
son los gustos de tu Jesús, y querrás regalarle
y acariciarle mucho en tu afán
de ser toda de Jesús.
H. Joven sin experiencia, es verdad,
Madre mía, que necesito para acertar a dar gusto a Jesús, que Vos, que sois
toda de Jesús, me indiquéis los medios más a propósito para agradarle.
S. Pues escucha atentamente y practica
con fidelidad los consejos que voy a darte. El buen Jesús, como niño que se
hizo por tu amor, gusta, como todos los niños, de que se le prodiguen caricias
y atenciones. Está triste, además, el buen Jesús al verse tan mal correspondido
de los hombres; ¿no querrás tú, hija mía, consolarle con tus caricias?
H. Sí, Madre querida, preparado está mi
corazón para hacer toda clase de sacrificios para contentar al buen Jesús.
¿Por ventura no es Él
el Amado de mi alma, mi Jesús, todas las cosas? Todo, pues, por
Jesús: mi vida, mi alma, cuanto valgo y cuanto soy.
S. Sí, hija mía
todo por Jesús. Este ha de ser el fin que debes proponerte en todas tus cosas. Y lograrás
fin tan alto cumplidamente si con el fruto que Jesús te inspire en la oración
le haces una de las caricias que te ofrezco cada día del mes. A esas tus
caricias al Niño Jesús corresponderá con otros tantos regalitos el divino
Infante. Yo solamente te apuntaré algunas, dejando a tu ingenioso amor que
discurra otra. No temas excederte en las caricias a tu amado Jesús, pues por
cada una, como antes te advertía, Él te retornará cien mil.
Mas debo
advertirte una cosa respecto a los regalitos que hace Jesús a las almas que le
aman, y conviene muy mucho lo tengas
siempre presente, a fin de que no desmaye tu corazón, ni abandones su servicio,
ni murmures de su amorosa providencia.
H. ¿Qué advertencia es esa tan importante, Madre mía? Decidla,
que no la quiero nunca
olvidar.
S. Esta advertencia es que el buen Jesús
acostumbra a pagar los servicios que se le hace con grandes trabajos, y estos
son los regalos más exquisitos y de mayor precio que reserva Jesús a los que le
aman.
Así se portaba
siempre conmigo y con todos sus amantes, y esta es la causa que muchas almas
que no comprendan el valor de
los trabajos se aparten de la amistad de Jesús y se pierdan.
Así se lo advertí
a mi amado Jesús en cierta ocasión con llaneza.
H. ¿Cuándo fue eso, Madre
mía?
S. Cuando al ir a Burgos para fundar,
después de insoportables trabajos de frío y otros que sufrí por el camino, al
apearme del carro y lastimarme el pie exclamé: ¡Jesús!, ¡Después de tantos trabajos, ahora este! Respondiome mi
Amado Jesús: Teresa, así pago Yo a mis
amigos. Y yo le hice notar, replicándole con viveza: Por eso, Señor, tenéis tan pocos. Prepárate, pues hija mía, a
recibir entre los muchos regalitos
dulces de tu Jesús, alguno amargo, o sea algún trabajo, alguna pequeña cruz.
Así pagará el buen Jesús tus caricias
y tus servicios; así probará si eres buena para ser su amiga y comunicarte sus
secretos. Por ello el último de los regalitos que te indico es el que te habla
de trabajos, de cruces. No te desalientes, pues, si Jesús, como Padre amoroso, te
hace partícipe de su cruz, porque señal es que te quiere por su íntima y más
allegada amiga.
H. Después
que he contemplado a Jesús abrazado con la cruz en
el pesebre hasta el Calvario;
después de haberos oído a vos, Madre mía, exclamar continuamente: O
morir o padecer, he conocido que los trabajos son los regalitos más delicados,
de mayor precio, que Jesús tiene reservados a las almas que más ama. Prefiero
aquí padecer con Jesús un poquito de tiempo para gozar eternamente con Él, que
no gozar un instante, y después penar eternamente separada de su divina
presencia.
S. Discurres muy sabiamente, hija mía. Ya
que has escogido breve penar para eternamente gozar, venga lo que venga, nada
te espante. Jesús estará contigo en la tribulación para probarte: Jesús te dará
las lágrimas con medida, y verás por fin cómo te engolosinarás con la amargura
de la cruz, con su gracia, mejor que los mundanos se engolosinan con los sucios
deleites de esta vida.
Todo por
Jesús y adelante, y venga lo que venga, nada te espante. Da caricias al buen
Jesús y recibirás regalitos de su amor hasta ser toda de Jesús en el cielo, donde te
espero con Jesús,
María Inmaculada y mi señor y
padre san José. Ven, hija mía,
al cielo, ven abrazada con la cruz.
H. Voy, Madre mía, haciendo
caricias a mi amado Jesús,
y recibiendo sus regalitos, los que
Él quiera.
S. Pues ahí tienes unas cuantas caricias al Niño Jesús, que
contigo podrán hacerle también las almas que quieran probarle su amor, y
consolarle y desagraviarle en el desvío que experimenta de muchos corazones.
Caricias
al Niño Jesús
Día 1. Haz una visita a Jesús en el Santísimo
Sacramento, diciéndole muchas veces: Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué queréis,
Señor, de mí? Este Corderito que en la Hostia está, para mí lo quiero y para mí
será.
Día 2. Al despertarte por la mañana,
salta inmediatamente de la cama sin dejarte dominar de la pereza, y di tres
veces: Jesús, José y María, yo os doy el corazón y el alma mía.
Día 3. No hables con los demás sin antes
pensarlo bien y encomendarlo al Señor.
Día 4. Oye la santa Misa por la
conversión del alma que más vivamente desea el buen Jesús.
Día 5. Al salir de la escuela, marcha
directamente a casa sin entretenerte a conversar con tus amiguitas.
Día 6. Obedece a tus padres y superiores
en todo lo que manden, sin replicar.
Día 7. No te pongas el vestido que más
te guste, hoy o el día de fiesta inmediato, por mortificar tu vanidad.
Día 8. Si te molesta el frío o el calor,
súfrelo callando por el Niño Jesús, y di: Todo por Jesús.
Día 9. Ayuna, o abstente de comer fuera
de las horas, para calmar el hambre del Niño Jesús.
Día 10. Si estás reñida con alguna niña
o niño, salúdale hoy y vuelve las paces con él, y si no, ruega por los que te
quieren mal o están enemistados.
Día 11. Di muchas veces: Jesús mío,
hazme santa y dame el cielo.
Día 12. Lo que hoy has de merendar, dalo
a los pobres por el amor del Niño Jesús. –Cada semana procura ahorrar, con el
permiso de tus padres, algún dinerillo, para gastarlo al fin del año en una
obra santa en obsequio del Niño Jesús.
Día 13. Por el amor del Niño Jesús,
apártate de tus compañeros, y vive retirada en tu casa pensando cuánto te ama
el Niño Jesús.
Día 14. Enseña la doctrina cristiana a
tus hermanitos y amigas, o llévales al templo para que la aprendan.
Día 15. Haz hoy el cuarto de hora de
oración delante de Jesús Sacramentado, con los ojitos bajos o cerrados, y
repite muchas veces: Jesús mío, misericordia; Jesús mío, misericordia por los
pobrecitos pecadores.
Día 16. No seas curiosa en preguntar
cosas que no te importan. Calla y obedece. Día 17. No desees ver ni ser vista.
Día 18. No murmures de ninguna de tus
amigas.
Día 19. Prívate hoy por amor del Niño
Jesús de ir a paseo con tus compañeras. Día 20. Cuando tengas sed no bebas al
momento.
Día 21. Abstente del juego con tus
amigas por amor del Niño Jesús.
Día 22. Haz una cruz en tierra con la
lengua, por las veces que has murmurado, y di: Viva Jesús, muera el pecado.
Día 23. Hoy mirarás al cielo varias veces, y dirás: Oh hermoso cielo, donde está mi amado Niño Jesús,
¿cuándo te poseeré?
Día 24. Al acostarte, represéntate al Niño Jesús,
recostado en el pesebre sobre
pajas, y di: ¡Ay
Jesús mío! ¡Cuán diferente es mi lecho
del tuyo!
Día 25. Al divisar una iglesia exclama:
Os amo Jesús mío, con todo mi corazón, y deseo mucho recibiros: venid a mi
corazón; vuestro soy; yo os abrazo; no os ausentéis de mí.
Día 26. Al oír una blasfemia exclama:
Bendito y alabado sea mil veces mi querido Niño Jesús. Viva Jesús, muera el
pecado.
Día 27. Lleva a confesar a una niña que hace
tiempo que no se confesó.
Día 28. No estés hoy ni un momento ociosa,
ofreciendo tus obras
al Niño Jesús. Todo por Jesús.
Día 29. Besa
tres veces la tierra, diciendo en cada una: Viva Jesús mi amor, y María mi
esperanza, y José mi protector.
Día 30. Renueva
tu propósito de ser de Jesús, ofreciéndole todo cuanto tienes y vales, repitiendo
muchas veces: Viva Jesús; yo soy toda de Jesús.
Día último. Repite muchas veces: Jesús
mío, misericordia por todos los pecadores. Os amo, Jesús mío, por todos los que no os aman. Os adoro y
glorifico por todos los que os agravian.
Regalitos del Niño Jesús
a las almas que le acarician
1.
Mucha paz y tranquilidad interior de conciencia.
2.
Menosprecio de las vanidades y miserias del
mundo.
3.
Celo por la salvación de las almas.
4.
Esperanza grande del cielo.
5.
Simpatía
santa hacia el divino Niño Jesús, y deseo grande de que sea conocido y amado de
todos los corazones.
6.
Dolor en la confesión
y odio grande al pecado.
7.
Facilidad en obedecer prontamente a los padres y
superiores.
8.
Fervor y constancia en la oración.
9.
Amabilidad para tratar a tus hermanitas y amigas.
10.
Paciencia en las enfermedades y trabajos.
11.
Celo por la Iglesia
de Jesucristo.
12.
Corazón de madre para todos los demás.
13.
Corazón de juez para contigo misma.
14.
Afecto
filial a María Santísima.
15.
Tierna devoción
al señor san José.
16.
Esperanza en la divina
misericordia
17.
Gozo espiritual en las obras de piedad.
18.
Largueza en socorrer
a los pobres.
19.
Un corazón
manso y humilde.
20.
Firmeza incontrastable en las creencias
de la Iglesia.
21.
Modestia en el hablar
y obrar.
22.
Pureza en los pensamientos, palabras y obras.
23.
Alma grande
y corazón generoso
para con Dios y escaso para las
cosas del mundo.
24.
Firme resolución de morir mil muertes
antes que ofender a Dios.
25.
Facilidad en todas tus labores.
26.
Ansias vivas por calmar todos los padecimientos del divino Niño Jesús, y reparar las injurias y desamor de los hombres.
27.
Pureza y rectitud de intención en todas
las cosas.
28.
Gran deseo
de recibirle en la Comunión.
29.
Amor y adhesión inquebrantable al Sumo Pontífice, vicario de Jesucristo.
30.
Cruces
de trabajos, enfermedades, contradicciones, calumnias, pobreza, murmuraciones y
muerte, con amor, resignación y paciencia.
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda;
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios
tiene
Nada le falta;
Solo Dios basta.