Pongámonos
en la presencia de Dios y adoremos su Divina Majestad.
Oh Dios mío, que condenándonos a la muerte, nos
habéis ocultado el momento y la hora, haced que viviendo santamente todos los
días de nuestra vida, merezcamos una muerte dichosa, abrasados en vuestro
divino amor.
Haced que la meditación de las verdades últimas de
la existencia del hombre sobre la tierra, nos sirvan de estímulo para
arrepentirnos y detestar el pecado, y resolvernos a vivir y practicar la
virtud.
Por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, que
vive y reina con Vos, en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los
siglos. Amén.
Se leen los puntos para
cada día.
DÍA VEINTITRÉS.
Número
de los condenados.
1.-Es fácil condenarse, porque el camino
del infierno es muy ancho, y muchos van por él, así lo dice Cristo.
2.- Es dificultoso salvarse, porque la puerta
del Cielo es muy estrecha, y son pocos los que entran por ella: Cristo lo dice.
3.- Desde el principio del mundo hasta el
tiempo presente, la mayor parte de los hombres se han condenado, y como enseñan
los Santos, la mayor parte se condenará. ¿Qué juzgo yo de mí?
FRUTO.
1. Privaos en la
mesa de aquel manjar, que más os gusta. 2. Negaos a alguna de las recreaciones que
tomáis, aun suponiendo que es lícita. 3. Rezad de rodillas los Siete Salmos Penitenciales.
PARA FINALIZAR
Por el eterno descanso de los difuntos y las
benditas almas del purgatorio:
Pater
noster…
V/
. Libra, Señor, sus almas.
R/.
De las penas del infierno.
V/.
Descansen en paz.
R/.
Amén.
V/.
Señor, escucha mi oración.
R/.
Y llegue a ti mi clamor.
V/
. El Señor esté con vosotros.
R/.
Y con tu espíritu.
Oremos:
Oh
Dios, que otorgas el perdón y buscas la salvación de los hombres, pedimos a tu
clemencia por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María y de todos tus
santos, para las almas de tus siervos que han salido de este mundo, la gracia
de tener parte en la beatitud eterna:
principalmente para las almas de mis familiares, amigos y bienhechores difuntos,
y de aquellas más necesitadas y olvidadas. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
V/.
Concédeles, Señor, el descanso eterno.
R/.
Y brille sobre ellos la luz eterna.
V/.
Descansen en paz.
R/.
Amén.
V/.
Por la misericordia de Dios y la intercesión de la Virgen María las almas de
todos los fieles difuntos descansen en paz.
Soberana
Reina de los Cielos y de la tierra, que por amor a los hombres pecadores os dignasteis
apareceros a vuestra humilde sierva, Sor Catalina Labouret, con las manos
cargadas de gracias celestiales en favor de los que os invocan con fe y
devoción; vednos postrados ante vuestra imagen suplicándote humildemente un
rayo de luz que ilumine nuestra mente y abrase nuestro corazón en vuestro santo
servicio, a fin de que conociendo vuestras misericordias encerradas en vuestra
Santa Medalla, logremos participar de vuestros merecimientos y conseguir por
ello la salvación de nuestra alma.
Se lee lo propio de cada día.
DÍA SEXTO
No es
posible dudar, cariñosa Madre, de la ciencia sobrenatural que habéis concedido
a vuestra Medalla. Decías a Sor Catalina: «Cuantos llevaren puesta esta Medalla
y rezaren devotamente su oración, experimentarán mi protección». Así lo vemos
confirmado con tantos estupendos prodigios y conversiones de obstinados
pecadores, que al contacto de vuestra Medalla se vuelven a Dios en demanda de
perdón, llorando su enmienda. ¡Ah! La Medalla Milagrosa es obra de María, que
nos la ha traído del Cielo para enriquecer a los mortales con los tesoros
celestiales. Felices aquellos que la portan con devoción porque después de
ampararles en la vida, será en la hora de su muerte llave dorada que les abrirá
las puertas de la gloria. Así sea.
Ejemplo
Había venido
a la capital por unos negocios un señor de una aldea lejana, con su hijo, niño
de unos 7 a 8 años. En la ciudad se encontraron con una Hermana que le ofreció
al niño una Medalla Milagrosa, diciéndole que la Santísima Virgen le libraría
de los peligros, lo que los llenó de contento. El niño tenía la Medalla colgada
al cuello con toda devoción y orgullo. Un día que andaba de paseo en el bosque
en un camino angosto, el niño con una gran caña de azúcar en la mano y el padre
detrás, se paró de repente el chiquito, como se hubiera trabado la caña en una
rama; pero cuál no fue el espanto de ambos al ver bajar por la misma una enorme
serpiente que se enrolló en un momento al cuerpo del niño. Aterrados, suspensa
la respiración, inmóviles esperaban un fatal desenlace; pero bajó el animal,
llegó al suelo y siguió su camino sin hacer ningún daño al niño. Cuando
desapareció la fiera, exclamó el niño: “Padre mi medalla, mi medallita me ha
salvado”.
Pídase a la Virgen la gracia que se desea alcanzar por su intercesión
poderosa y para más obligarla, rezaremos tres Avemarías.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Yo os
saludo, dulcísima Virgen María, Madre de Dios, y os elijo por mi amantísima
Madre. Os suplico que me admitáis por hijo y siervo vuestro, pues yo no quiero
tener otra Madre y Señora que a Vos. Os ruego también, ¡oh piadosa y tierna
Madre mía!, que me gobernéis y defendáis en todas las acciones de mi vida
porque soy un pobre infeliz mendigo, que en todos los instantes necesito de
vuestra ayuda y protección. Ea, Virgen Santísima, hacedme participante de todos
vuestros bienes y de vuestras virtudes, principalmente de vuestra santa
humildad, de vuestra excelsa pureza, de vuestra ardiente caridad; pero sobre
todo alcanzadme la gracia que os pido en esta novena. No me digáis, ¡oh Madre
benignísima!, que no podéis concedérmela, porque vuestro amantísimo Hijo os ha
dado todo poder tanto en el Cielo como en la tierra. También estoy seguro que
no me desecharéis, porque Vos sois la Madre común de todos los hijos de Adán, y
singularmente lo sois mía. Ya pues, que sois mi Madre y al mismo tiempo sois
poderosísima, ¿qué es lo que podrá moveros a negarme vuestra excelencia?
Atended, Madre mía, mandad, que en calidad de tal estáis en cierta manera
obligada a concederme lo que os pido y acceder a mis ruegos. Sed, pues, bendita
y ensalzada en el Cielo y en la tierra; alcanzadme de Dios que haga
participante de todos los bienes y de todas las gracias que sean del agrado de
la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, objeto de todo mi amor
ahora y por todos los siglos. Amén.
GOZOS EN HONOR A LA SANTÍSIMA VIRGEN VENERADA EN LA MEDALLA
MILAGROSA
Digamos con melodía
Esta devota canción:
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
La medalla prodigiosa
A vos, purísima Virgen,
Debe el principio y origen
En una visión dichosa.
Todos por eso a porfía
Desean su adquisición.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Este emblema celestial
Infunde pena, furor,
Desesperación y horror
A la serpiente infernal.
¿Qué extraño, si su malicia
Ve en ella su confusión?
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los brillantes resplandores
Que vuestras manos despiden,
Son las gracias que reciben
De Vos los hombres viadores.
¿Quién es el que no confía
Vista tal demostración?
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
¿Quién podrá contar, Señora,
Los prodigios que habéis hecho
Con el que llevara al pecho
La medalla y os implora?
Llevémosla noche y dia
Con tierna veneración.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
El rayo, la tempestad,
El contagio inevitable,
De esta medalla admirable
Huyen con velocidad:
La virtud que los desvía
La da vuestra intercesión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
La tentación mas violenta
Resiste, calma y abate,
El fiel que en todo combate
Este escudo fuerte ostenta,
Su constancia no varía,
Si os ruega de corazón.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Las olas del mar furioso
Que espantan al que navega,
Pierden la fuerza si ruega
Ante este signo glorioso,
Porque Vos sois norte, guía
Y puerto de salvación.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los enfermos desahuciados
Buscan con solicitud
En la medalla salud,
Y no quedan defraudados:
Sanos, llenos de alegría
Dicen con dulce emoción.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los hombres mas obstinados
En la impiedad y en el vicio
Del eterno precipicio
Con ella han sido librados:
Pues por Vos, dulce María
Lograron su conversión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Madre en gracia concebida
Rogad, Señora, por nos
Que recurrimos a Vos
En tan miserable vida:
Muéstrate clemente y pía
Ahora y en toda ocasión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Digamos con melodía
Esta devota canción:
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
℣. Ruega por nosotros, ¡oh Santa María!, Reina concebida
sin pecado original.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
Oh Señor
Jesucristo, que quisiste esclarecer a la Santísima Virgen María, tu Madre,
Inmaculada desde su origen, con innumerables milagros: concédenos que cuantos
imploramos siempre su patrocinio, consigamos los gozos eternos. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
***
Oh María, sin pecado concebida,
Rogad por nosotros que recurrimos a vos.
***
Querido hermano, si te ha gustado esta novena, compártala con tus
familiares y amigos.